FINIS AFRICAE

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EN EL TERCER CENTENARIO DE SABATINI. UN ARTÍCULO DE MANUEL RODRÍGUEZ MARTÍN SOBRE EL ARQUITECTO

Francisco Guardia -Escritor-

Todos los que conocen la biografía de Manuel Rodríguez Martín saben que a su muerte dejó buena cantidad de trabajos inéditos. Las causas fueron diversas: no haberlos terminado de perfilar, la duda de que pudieran interesar a los lectores, reparo en algún caso de que lo escrito llegara a molestar u ofender a personas conocidas y, siempre, la parquedad de liquidez para financiar la publicación.

Entre sus obras que no llegaron a ver la luz, hubo una en la que había depositado la mayor ilusión, pues además de tratarse de un asunto que le apasionaba, esperaba al mismo tiempo que le ayudara a lograr un mejor empleo.

La cuestión fue que se había producido una vacante en el archivo del Ministerio de Marina. El sueldo era bueno, y las posibilidades de promoción una vez en el ministerio, y viviendo en la capital del reino, resultaban seductoras. Se produjo la convocatoria para oposiciones y, como la redacción de un trabajo sobre algún asunto relacionado con la Armada, usando documentación de los archivos de la Marina, contribuía a aumentar la puntuación, se puso don Manuel manos a la obra con el mayor entusiasmo. El argumento versaría sobre cómo había surgido todo el complejo que albergaba las instalaciones de la Armada en la Isla de San Fernando, para lo que tuvo a su disposición los abundantes documentos custodiados en los varios archivos allí existentes.

Cuando ya estaba listo para los últimos retoques llegó la decepción, pues el puesto fue adjudicado a dedo a otro aspirante que debía estar protegido por influyente padrino. Don Manuel abandonó amargado aquel trabajo, del que unos pequeños trozos se publicaron más tarde en la prensa gaditana.

En marzo de 1913, para cumplir un compromiso con Francisco de Paula Valladar que tantas crónicas suyas acogió en la revista “La Alhambra”, le envió un artículo sobre Francesco Sabatini, que en realidad es un parvo fragmento, casi una nota a pie de página, de aquel libro. Hay que tener en cuenta que el escritor atravesaba una racha de mala salud -le quedaba un año de vida- que le impedía centrarse en el trabajo y corregir lo que no era más que un borrador, lo que nos ayuda a comprender los defectos que al examinarlo nos saltan a la vista.

Así sorprende leer al comienzo: “Los documentos que he transcripto en el capítulo anterior…”, lo que resultaría normal para quien leyera el libro pero no para un lector de la revista en la que el citado “capítulo anterior” -ni ningún otro- se había publicado y que se quedaría sin saber a qué venía aquello si una nota a pie de página, referida al título, no le aclarara: “De mi historia documentada de la Nueva Población de S. Carlos (inédita)”.

No se trata por tanto de uno de los mejor logrados artículos del escritor motrileño, pero ya que el año que nos ha abandonado se conmemoró el tercer centenario del nacimiento de Francesco Sabatini, sobre cuya obra organizó el ayuntamiento de Madrid una magnífica exposición en el Centro Cultural de la Villa, visitable hasta el 30 de enero del actual para quien no se acojone con este versátil virus que nos llegó de Oriente, nos ha parecido que puede ser oportuno publicarlo. Cedámosle, pues, la palabra sin tocar una coma (sólo se suprime la nota citada):

«Siluetas del pasado»

«El arquitecto Sabatini»

“Los documentos que he transcripto en el capítulo anterior, prueban de una manera concluyente que la primera idea de que se construyera la población de S. Carlos no fue del Excmo. Sr. D. Francisco Sabatini, como asegura Pons, mal informado, sin duda alguna, cuando vino a esta entonces villa; equivocada información que también le hizo decir, que el proyecto tuvo principio en 1776 y el que omitiera, entre otras personalidades muy dignas de mención, al primer ingeniero encargado de las obras.

“No creo, y supongo que nadie creerá, que las omisiones que se observan en las p. 309 y siguientes t. XVI del Viaje de España, sean debidas a su autor ni a quien le diera las noticias. Uno dijo lo que sabría y otro escribió lo que le dijeron; pero me llama la atención el silencio que se ha guardado antes y después, respecto de hombres esclarecidos que, como he escrito en otro lugar, deben perpetuarse, y que por mandato del Tribunal de la Historia, perpetuarán sabios elocuentes en los monumentos literarios a que es acreedora esta heroica y científica ciudad.

“Y aunque antes de que Sabatini viniese a España se había proyectado la Población, como el trazó los planos y redactó las debidas instrucciones, siendo aquellos modificados en vista de las dificultades que se ofrecieron (Acta de 29 de Diciembre de 1784) bien merece que nos honremos con su memoria, y que le consagre esta página, dando a conocer siquiera la abreviada síntesis que uno de sus biógrafos hace de la vida laboriosísima de este célebre ingeniero que nació en Palencia en 1722 y murió en 1795.

“Estudió arquitectura en Roma, pasó luego a Nápoles, donde fue en un principio segundo director de las obras de Caserta; obtuvo del Rey de aquel país el nombramiento de Teniente de Artillería, logró que el mismo Monarca le confiara la construcción de un cuartel de Caballería y de la fábrica de armas de la Torre de la Anunciata.

“Volvió a España en 1760 e ingresó en el mismo año en el Cuerpo de Ingenieros, ascendiendo a teniente coronel en 1763, coronel en 1766, brigadier en 1772, Mariscal de Campo en 1781, teniente general en 1790 e inspector general del cuerpo en 1792.

“Se contó entre los individuos de mérito de la Academia de San Lucas de Roma y entre los de la Academia de los Árcades de la ciudad Pontificia. También perteneció a otras varias Academias Científicas de España y fue Arquitecto Mayor del Rey.  

“Dirigió las principales obras públicas de su tiempo. Así se le debió la traza y dirección de la fábrica de porcelana establecida en el Retiro y el sepulcro de Fernando VI en las Salesas Reales, el aumento de las obras del Palacio Real, el empedrado de Madrid y la limpia de sus calles; la reforma y variación de los planos del Hospital general; los planos de la antigua Aduana (hoy Ministerio de Hacienda); los planos y dirección del elegante Arco de Triunfo, llamado Puerta de Alcalá; la Puerta de San Vicente, que se levantó en 1775 y que se ha quitado en fecha reciente; la dirección y trazado de otros muchos edificios como el ministerio de Marina (1776) y las Caballerizas Reales; el restablecimiento del alumbrado público, mejora de que ya se había hecho un ensayo; y la invención de unos carros perfectamente cerrados y acondicionados, los cuales, durante las altas horas de la noche, sacaban la inmundicias de los sumideros que hasta la creación de las alcantarillas existieron en todas las casas. Estos carros a los que el vulgo dio el burlesco nombre chocolateras de Sabatini, se siguieron llamando así hasta mediar el siglo XIX.

“En las obras de la iglesia de S. Francisco el Grande, tuvo por colaboradores a los arquitectos Cabezas y Pla.

“Finalmente, Sabatini cimentó las obras del Palacio de Aranjuez, los caminos que desde Madrid se dirigen a Castilla y al Real Sitio del Pardo; la traza del Convento de las Comendadoras de Santiago de Granada, la fábrica de armas blancas de Toledo, los planos de la población de San Carlos entre la isla de León y el arsenal de la Carraca y otras muchas obras que se construyeron en España y América.

                                                    JUAN ORTIZ DEL BARCO”

Hasta aquí el texto publicado en “La Alhambra”, en el que el advertido lector habrá detectado más de un yerro o descuido. Aclararemos que el más patente, hacer a Sabatini natural de Palencia, se puede atribuir a un error del cajista que compuso las galeradas y donde don Manuel escribió a mano Palermo pudo leer Palencia, que tiene casi el mismo número de letras siendo las cuatro primeras iguales. El que como año de nacimiento consignara 1722 –en lugar de 1721- no puede extrañar, pues es el que aparece en numerosos textos de la época (existe un documento que lo data en 19 de marzo de 1722, aunque pudiera ser que tal fecha corresponda en realidad a la de su bautismo). Otras minucias, como convertir en Pons el apellido del viajero ilustrado don Antonio Ponz, son los naturales gazapillos que a cualquiera se nos escapan cuando hay prisa y la atención anda en otras cosas.

Sólo nos queda expresar nuestro deseo de que el manuscrito de don Manuel no se haya destruido y se encuentre en manos de alguno de sus descendientes para que cualquier día aparezca, pues debe contener noticias interesantísimas sobre la Población de San Carlos, la Carraca y terrenos aledaños, más cuando, según tenía por costumbre en sus publicaciones históricas, incluía copia de numerosos documentos que en el incendio sufrido por el Archivo Naval de San Fernando el 2 de agosto de 1976 han desaparecido para siempre. Si algún lector posee información sobre tan desconocido manuscrito, se le agradecería escribiera dando noticias de él. 

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