El Voto de la ciudad. Un 24 de enero de 1932

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Articulo publicado en EL FARO el día 15 de enero de 1999, nº 3.576. Año 69. Por Domingo Aº López Fernández.

 

Ante la determinación del alcalde, la comisión organizadora de la «procesión de los terremotos» decide remitir una instancia al gobernador civil de la provincia. Pretenden que este medie en el conflicto suscitado con la primera autoridad municipal. Según los firmantes, ellos han acatado la orden del alcalde, pero le han solicitado que fije un día para conmemorar esa efeméride religiosa. La respuesta ha sido vaga y el alcalde no ha podido precisar ninguna fecha. Ante esta situación la comisión ha acordado que el voto ha de tener su fiel cumplimiento el día 24 de enero. Así se le suplica al gobernador, al que se le concreta detalladamente la serie de hechos que han acontecido en la ciudad. Han fundamentado sus argumentos haciéndole ver «la protesta unánime y los requerimientos generales en contra de tan dañosa determinación para los sentimientos religiosos de nuestro pueblo». Los católicos de Motril siempre han sido respetuosos con las reglas establecidas y afirman que siempre «acatamos la resolución de la autoridad, como corresponde hacer en todo momento a los elementos de orden. Con los antecedentes expuestos y teniendo en cuenta que una manifestación puramente religiosa de orden tradicional y respetuosamente solicitada está conceptuada con el mismo derecho dentro de la ley que tantas otras como son autorizadas…». Estas sentidas frases son rubricadas por señalados representantes católicos, entre los que se encuentran Manuel Pérez Reina, José Mª Martínez Oppelt, Federico y Francisco Pérez Padilla, Mariano Cuevas Jiménez y Francisco González Arroyo, entre otros. A su juicio no hay porqué exaltar los ánimos y romper con la tradición. El voto de la ciudad significa mucho para los motrileños y se le ha de conceder su oportuna respuesta. La procesión tiene que salir, pues, aunque por las circunstancias aludidas tenga que efectuarse en un día no habitual.

El voto de la ciudad se celebra finalmente el domingo, 24 de enero de 1.932, a la hora que tradicionalmente ya es costumbre, las seis y media de la tarde. Minutos antes de la hora señalada los alrededores del templo parroquial se encuentran atestados de fervorosos motrileños que esperan ver cumplido el voto que sus antepasados ofrecieron por la terminación de los terremotos. Igualmente, el interior de la Iglesia Mayor aparece abarrotado de fieles devotos de Nuestro Padre Jesús Nazareno y la Virgen de la Cabeza, las dos imágenes que han de recorrer las calles de la ciudad.

A la hora señalada inicia su salida el cortejo procesional. La comitiva aparece encabezada por las distintas hermandades católicas de Motril dispuestas en dos filas con velas encendidas. En sencillas andas le siguen Nuestro Padre Jesús Nazareno, «rodeado de motrileños de todas las clases sociales», y la Patrona de Motril a hombros de jóvenes horquilleros. Tras las sagradas efigies figura la representación del clero parroquial de la Iglesia de la Encarnación y de la Divina Pastora, así como hermanos de la Comunidad de RR.PP. Agustinos Recoletos. Finalmente, la banda de música municipal cierra la marcha, tal como lo había prometido el alcalde de la ciudad a la comisión organizadora. El itinerario marcado parte desde la Plaza de Pedro Moreu, para continuar por la calle del Cardenal Belluga, Plaza de Canalejas y Plaza de Javier de Burgos. Las calles de Motril han cambiado su nominación a raíz de la instauración de la II República, y la procesión estrena sus nuevos rótulos por primera vez. Así, prosigue el cortejo por la calle Fernando de los Ríos, anteriormente Martínez Campos, Plaza del Capitán Galán (Plaza de Larios), García Hernández (Carrera) y Plaza de Pablo Iglesias (Canovas del Castillo), para acceder desde allí al Santuario de Nuestra Señora de la Cabeza. La Patrona va en todo momento rodeada de una gran multitud de fieles que no cesan de aclamar y vitorear a su Morenita Celestial. Este primer acto concluye con el encierro de la Virgen entre los acordes de una solemne marcha religiosa. De seguida, Nuestro Padre Jesús Nazareno es conducido hasta la parte posterior de la ermita para proceder a la tradicional bendición de la vega motrileña. Como refiere el cronista de «El Faro», ante un impresionante silencio, «el Nazareno extendió su brazo hacia los campos de Motril, bendiciéndolos como todos los años. Fueron unos minutos de emoción profunda, cerrados con vítores enardecidos y fervorosos a la hermosa imagen motrileña».De regreso a la Iglesia Mayor la procesión sigue su itinerario con leves variaciones sobre el trayecto de ida. La comitiva dirige sus pasos a la Plaza de Pablo Iglesias y prosigue por la calle de García Hernández, Plaza del Capitán Galán, Fernando de los Ríos, Plaza de Díaz Moreu, para desde ahí continuar hasta la Plaza de la República, hoy día Plaza de España. Allí, ante una inmensa multitud de fieles se entonaría la ya acostumbrada oración. «El Faro», recogía en sus páginas el memorable acto relatando como «miles de criaturas se hincaron de rodillas. Una voz temblorosa emergió del silencio profundo, quebrado tan sólo por los sones místicos de la campana, y rezó la oración…. Fueron minutos que no sabríamos nunca describir. El pueblo, sin distinción de sentimientos y de ideas, que llenaba la plaza, sintió por unos momentos el irresistible sentimiento de la emoción, en su silencio profundo y patético. La campana seguía tocando a la oración. Y los miles de corazones, que latían al unísono, repetían el rezo…. En aquel momento el voto de nuestros abuelos acababa de cumplirse. Un viva a Nuestro Padre Jesús Nazareno cerró el acto oracional y la muchedumbre se puso en pie…». El Nazareno, finalmente, fue introducido en su iglesia entre alabanzas al Patrón de Motril, dando por concluido el acto a las ocho y media de la noche.

El voto de la ciudad se hizo realidad, por fin, el día 24 de enero. Se verificó, pues, de forma atípica, aunque su conmemoración no quedó menguada por los acontecimientos que habían provocado su suspensión el día 13 de enero. La respuesta del pueblo de Motril fue extraordinaria, pletórica de fervor y devoción. Se afirmaba desde las páginas de «El Faro» que «en los momentos actuales, celebrar una procesión religiosa tal vez hubiera causado desorden, pero el pueblo motrileño, donde sólo hay en cada persona un corazón muy grande y un alma grandiosa no ha permitido que su reputación de nobleza sea desmentida…». La agitación que vivió la ciudad en los primeros días del mes de enero había pasado a estabilizarse tan sólo por unos días, los suficientes para verificar la procesión sin incidentes. Así lo hacía constar Andrés Meyniel, cronista de este periódico al referir que «quien haya presenciado esta procesión no ha podido por menos que haber sentido emoción y admiración a un mismo tiempo; ni una sola palabra en la que pudiera haber una ofensa para la «religión» ni para el «creyente» ha salido de ningún labio; sólo el silencio y el respeto imperaba al paso de la comitiva…». Espectador de excepción en varios lugares del itinerario, Andrés Meyniel daba su particular interpretación del voto de la ciudad. Y así referirá que «cuando las imágenes han pasado por delante de mí he visto descubrirse y arrodillarse con la fe del que cree y tiene sentimiento; pero donde más me ha causado admiración el acto tan magnifico ha sido en la Plaza de la República, a la entrada del Señor en su templo. Estaba la Plaza pletórica de público, y en el momento de rezarse la oración, el pueblo, descubierto y arrodillado, presencia el acto divino. Al entrar el Señor en su templo los vivas atronan el espacio y en todos los rostros se refleja la alegría de haber cumplido con la tradición…».En los meses que siguen, Motril será una ciudad que adquiere su propio protagonismo. A mediados del mes de febrero el Ministro de Obras Públicas, D. Indalecio Prieto, en unión del Ingeniero D. Juan José Santa Cruz, a la sazón diputado a cortes, visitan la ciudad. Allí, el alcalde, les da a conocer los problemas que requieren una urgente intervención por parte de su ministerio. El incremento de los riegos de la vega, la desecación del Jaúl y el arreglo de unos kilómetros de la carretera al puerto constituyen las reivindicaciones de las autoridades locales, que le son expuestas «in situ», en el paseo de las Explanadas. Días más tarde, Narciso González Cervera será suspendido de su cargo por el Ministro de Gobernación. Cumpliendo la orden, entrega la alcaldía al primer teniente de alcalde, D. Agustín Rodríguez Puga. Un clima de agitación e inseguridad se cierne sobre Motril, aunque la convulsión llegará a sus más altos límites en los meses que se avecinan.

Narciso Gonzalez Cervera

 

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