VERDAD, JUSTICIA Y REPARACIÓN

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«Hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia.”

José Saramago

Agustín Martínez -Periodista-

Cuando esta tarde vuelvan a escucharse los sollozos de los familiares y las palabras con las que cada año se honra en las tapias del cementerio de San José, la memoria de los más de cuatro mil mujeres y hombres de esta tierra, asesinados vilmente en ese lugar por la brutal represión que siguió al levantamiento golpista en Granada, del que se cumplen 87 años, sigo sin dar crédito a que en este país, un amplio sector de la sociedad siga siendo incapaz de reconocer unos hechos incuestionables en lo histórico, pero que muchos intentan reescribir, dentro de esa denominada «batalla cultural», en la que parece haberse instalado la derecha y la ultraderecha patrias, pero también gran parte de otras instituciones como la iglesia católica.

Hace 87 años, los conspiradores liderados en Andalucía por el carnicero Queipo de Llano, se sublevaron en Sevilla, y Córdoba. Dos días después, hoy 20 de julio se cumple el aniversario, el comandante militar de Granada, general Campins, fue obligado a firmar el bando de guerra, mientras las tropas y milicias derechistas lograban hacerse con el control de la ciudad a sangre y fuego, iniciando una carnicería que se saldó con más de 15.000 asesinados, cuyos cadáveres en su inmensa mayoría, aún siguen en las fosas comunes, cunetas y barrancos del cementerio de la capital, Víznar, Alfacar o el Carrizal de Órgiva.

Decía el poeta y filósofo español, Ruiz de Santayana, que quien olvida su historia está condenado a repetirla. Su frase está escrita en la entrada del bloque número 4 del campo de exterminio de Auschwitz, lamentablemente en este país hay quienes están muy interesados que olvidemos la nuestra, para seguir manteniendo sus privilegios.

Dentro de la batalla cultural y el revisionismo histórico iniciados por el trumpismo y abrazados con fervor por las derechas patrias, está marcado a fuego el reescribir la historia de la guerra civil, de cuyo comienzo se cumplen esta semana 86 años.

Dicen que fue un enfrentamiento obligado, que fue una guerra entre dos bandos, entre hermanos …Pero no. Lo que ocurrió en este país a partir del 17 y 18 de julio de 1936, fue un brutal golpe de Estado, perpetrado por un grupo de militares cuarteleros, que faltaron a su juramento de fidelidad a la República, mancillando su tan proclamado honor, con la peor de las traiciones. Unos militares que solo perseguían mantener sus privilegios, prebendas y ascensos, conseguidos merced las barbaridades cometidas en las campañas de África, salvaguardados por la impunidad que les brindaba un rey corrupto y una oligarquía deseosa de expoliar los recursos naturales de Marruecos.

Desde un Protectorado preñado de corrupción -donde solo 14 años antes, la incompetencia de los altos mandos militares provocaron el mayor desastre de un ejército colonial, con más de 15.000 jóvenes soldados españoles muertos en menos de un mes- desembarcaron en la península las tropas que la postre inclinaron la balanza para los sublevados, el conocido como ejército de África, compuesto en su inmensa mayoría por mercenarios marroquíes, deseosos de pasar a cuchillo a españoles que los estaban masacrando en su tierra y violar a sus mujeres y delincuentes comunes enrolados en la legión. Sin duda, lo mejor de cada casa.

Mandados por generales alcohólicos y psicópatas como Queipo de Llano, Yagüe, o Mola, fueron dejando un rastro de sangre y horror, primero en Sevilla, luego en Granada, más tarde en Badajoz, unos meses después en «la Desbandá» de Málaga, en Santander, Guernika y así, en todo el territorio nacional. Unos generales, que sin esas tropas integradas por enemigos de España y delincuentes comunes y la descarada participación de la Alemania nazi y la ltalia fascista, jamás hubieran conseguido vencer a la República.

Qué decirles del «inapreciable» concurso de auténticos sádicos, como los rejoneadores Algabeño y Cañero quienes, junto a los señoritos de jaca y cortijo, sembraron los pueblos y campos de Andalucía de cadáveres de jornaleros, sindicalistas y republicanos, después de perseguirlos a caballo y lancearlos como si de toros bravos se tratase… A pesar de sus decenas de cobardes asesinatos, Cañero aún tiene un barrio a su nombre en Córdoba.

Estas víctimas, todas las víctimas, han sido el eje de las políticas de memoria, al amparo de la Ley de Memoria Histórica qué Vox, y parece que ahora también el PP, quieren derogar, escudándose en esa hipócrita Ley de Concordia y oponiéndose como gatos panza arriba, a la nueva Ley de Memoria, en la que también se pretenden investigar crímenes cometidos ya en Democracia.

¿Por qué el franquismo no puso una calle a Federico García Lorca? Pues sencillamente porque ellos lo habían asesinado, igual que al alcalde, al presidente de la Diputación, al director del periódico «El Defensor», o al Rector de la Universidad de Granada, entre otros miles.

Paradójicamente, el actual presidente de la Junta de Andalucía, en su primer discurso de investidura, declaró a Lorca y Blas Infante, ambos asesinados por los golpistas, como sus referentes durante su mandato, pero lo cierto, es que durante los cuatro años de su primer gobierno, no se atrevió a parar los pies, ni una sola vez, a los herederos ideológicos de quienes protagonizaron aquel cruento golpe de estado, sumiendo a este país en los 40 años más negros de la historia contemporánea.

Quizá, más allá del oportunismo, las derechas patrias atacan a esta nueva ley de la Memoria con toda la artillería directa a las vísceras, porque no soportan que se avance en la enseñanza de la represión franquista, como pide Naciones Unidas. Su relator, Pablo de Greiff, hace años que exigió a España que termine con la perpetuación «de la idea de responsabilidad simétrica» que defienden los que pretenden imponer la ley del olvido.

Por todo ello los demócratas, todos los demócratas, con independencia de siglas e ideologías, debemos hablar alto y claro el próximo domingo en las urnas, para que quienes intentan, ya descaradamente, blanquear a los asesinos y olvidar a las víctimas, no tengan el más mínimo hueco por el que deslizar su veneno en nuestra sociedad. El riesgo está más próximo que nunca y de materializarse con un Gobierno PP-Vox, se enterrarán las esperanzas de cerrar las heridas abiertas para siempre

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