Memorialistas piden rescatar el recuerdo de la prisión que existió en la plaza de La Tenería

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-NOTA INFORMATIVA- Y -CARTAS AL DIRECTOR-

En este lugar han aparecido recientemente restos arqueológicos del Motril del siglo XVI

-Nota Informativa-

TRABAJOS EN LA PLAZA DE LA TENERÍA (Foto: Archivo El Faro)

La reciente aparición de restos arqueológicos del Motril del siglo XVI en la plaza de la Tenería, ha llevado a memorialistas a reivindicar que, en ese mismo lugar, donde existió una prisión en los periodos de la guerra y la posguerra de España, quede reflejado este testimonio como parte de la historia local.

La activista de la Memoria Jacqueline López Ligero y el historiador José María Azuaga han solicitado a la alcaldesa de Motril, mediante una carta abierta, que, en la recuperación de esa plaza, con su pasado histórico, se incluya también el recuerdo de lo ocurrido en el periodo de la guerra y la posguerra, ya que «cualquier elemento de explicación, que sirva para aclarar lo ocurrido en el siglo XVI o en fases anteriores, debería contener igualmente esa parte de la historia», han puntualizado.

López Ligero y Azuaga han señalado que «además de unas raíces en la Edad Media o en la Edad Moderna, dicha plaza también tiene un pasado más cercano, relacionado con la cárcel que allí existió y donde fueron recluidos numerosos defensores de la República, que sufrieron hacinamiento, torturas y hambre, dándose el caso de que hubo quienes murieron por la falta de alimento», y de los que se poseen testimonios históricos al respecto, señalan.

Ese mismo edificio que sirvió para albergar, posteriormente, al colegio público Cardenal Belluga, «constituyó uno de los recintos que la represión franquista tuvo en Motril, junto con la cárcel antigua y los campos de concentración situados en los recintos fabriles de La Fabriquilla y La Alcoholera, y la fábrica de San José en el puerto motrileño».

Ambos memorialistas consideran que, tanto la plaza de la Tenería, como los demás centros de reclusión mencionados, deberían servir para que las nuevas generaciones «tengan la oportunidad de reflexionar tanto sobre el tiempo pretérito como sobre su actualidad», manifestaron.

Igualmente, López Ligero y Azuaga consideran que la recuperación del recuerdo de lo ocurrido en la plaza de la Tenería durante la represión del régimen franquista debe servir para rendir homenaje a quienes lucharon por un Motril libre y democrático, arriesgando su vida y perdiéndola en muchas ocasiones.

Carta abierta a la alcaldesa de Motril

Señora alcaldesa:

Con agrado, hemos conocido la noticia de la aparición de restos arqueológicos en la plaza de la Tenería de esta ciudad. Hemos visto que se está trabajando allí y que usted se ha felicitado por el rescate de ese lugar, con la realización de unas obras que permitirán conocer mejor el pasado de Motril.

Es muy positivo que se recupere información de la época musulmana y de los comienzos de la época cristiana. Puede y debe ayudar a nuestros vecinos a conocer mejor sus raíces, un pasado que siempre ayuda para comprender mejor el presente.

La zona, como usted ha señalado, es emblemática. Sí, pero también por otras razones.

En ese mismo lugar estuvo uno de los centros de detención de Motril, donde numerosas personas que habían combatido al franquismo fueron objeto de tortura y pasaron hambre, llegando a morir algunos por este motivo.

Gracias a algún testimonio escrito y a otros de carácter oral conocemos esa historia. El empleo de las fuentes orales se ha generalizado en los últimos tiempos, e investigadores e investigadoras como Paul Thompson, Luisa Passerini o Phillippe Joutard han establecido su validez en la reconstrucción del pasado. En nuestro país, tras el estudio precursor de Ronald Fraser (Recuérdalo tú y recuérdalo a otros. Historia oral de la guerra civil española) y sus reflexiones posteriores, recogidas en el libro colectivo Metodología histórica de la guerra y revolución españolas, su empleo se ha extendido. A estas alturas no cabe duda de la validez de la historia oral, correctamente empleada, como correctamente empleadas deben ser también las demás fuentes.

Distintos testimonios coinciden en señalar que el director de la prisión obligaba a los presos a tomar con un cazo solo el caldo de la comida, del recipiente donde se encontraba, e impedía que profundizaran para llegar a la parte más sustanciosa, que prefería dejarla para su granja de cerdos.

Los reclusos que se quejaban sufrían palizas, al igual que aquellos que eran interrogados por la policía en ese mismo lugar.

Las coincidencias de las distintas fuentes orales o escritas son inapelables, y podemos considerar, por tanto, que su contenido es verdad histórica.

Conservamos la grabación de la entrevista que hicimos a Eduardo Díaz Pérez en 1990. Fue uno de los reclusos de este lugar. Sobre la comida decía: “si [un preso] agarraba el cazo y metía hacia abajo, donde estaban los garbanzos, y tiraba para arriba, pues con el vergajo: ¡pam!, le pegaba un estacazo. ¡Suelta el cazo!”. De un guardia civil nos contaba lo siguiente: “me metió en la cárcel, me metió cuatro estacazos con un vergajo, me pegó una paliza y allí me dejó (…) cuando bajabas, bajabas desollado, sin pies, ya no podías ni andar”. Fue, asimismo, testigo de la paliza que sufrió otro preso: “desde la barbería yo veía la ventana del despacho de él [del director de la prisión], y veo que se está poniendo la guerrera de militar, que la tenía colgada allí… ¿tú has visto los conejos, cuando los sacan en las carnicerías?… sin piel, claro. El tío con la pistola y pegándole palos”, y luego ordenó que lo metieran en una celda durante cuatro días, sin darle comida ni agua.

También entrevistamos a José García Rubiño*, al que conocían en la ciudad como Rubiño el de Los Tablones y que fue conserje durante varios años en el Instituto Julio Rodríguez. Es posible que usted lo conociera, dado que estudió allí. Él contaba cómo veía a personas cuyo cuerpo se hinchaba, debido al hambre, como los niños que a veces hemos visto en televisión en las mismas circunstancias. Nos decía, incluso, que una de las víctimas era el padre de un empleado del Ayuntamiento en los momentos en que hablamos con él. Lo entrevistamos varias veces en 1987.

El testimonio de Antonio Mendoza Montes iba en el mismo sentido. Natural de Vélez de Benaudalla, lo conocían como el capitán Mendoza, y fue vecino de Motril durante un tiempo. En este caso, se conservan sus memorias, mecanografiadas, donde recoge también sus recuerdos de la cárcel de esta ciudad: “había mucha hambre en la calle y dentro de la cárcel, pero los que estaban en la calle se llevaban a sus estómagos aunque fuese un puñado de hierbas, pero los que estábamos encerrados no veíamos nada más que un cazo de caldo de calabaza”. El carcelero estraperleaba parte de la comida, y otra la destinaba a sus cerdos, “cada año cebaba de 10 a 15 cerdos, un gran negocio a costa de los presos”. Recordaba asimismo que “cuando pegaba con el vergajo creía hacerlo en una estera quitándole el polvo”.

Muchas motrileñas y motrileños podrán dar fe de esta historia, transmitida por sus familiares, pese al silencio que tantas veces ha habido.

Recuperar esa plaza, con su pasado histórico, debe hacerse también con el recuerdo de lo ocurrido en la guerra y la posguerra. Cualquier elemento de explicación, que sirva para aclarar lo ocurrido en el siglo XVI o en fases anteriores, debería contener igualmente la historia que le venimos relatando. Forma parte de nuestra cultura y de nuestras raíces.

En la sierra de Lújar se encontraba el frente de batalla tras la caída de esta ciudad y la consiguiente Desbandá. En una piedra encontraron recientemente que alguien había grabado unas palabras: “por la libertad del pueblo”. Por esa causa se batieron muchas personas, y también por la igualdad y el bienestar de las clases populares.

No lo olvide, señora alcaldesa, usted que vive en un sistema de libertades, un sistema que tanto debe a esas personas anónimas que soñaban con una España más justa. Rescatar el recuerdo de lo que sufrieron es también una muestra del inmenso respeto que les debemos.

El objetivo de esta carta es facilitarle información sobre una parte de la historia de nuestro pueblo, esperando sea tenida en cuenta e incluida a la hora de la reconstrucción del relato histórico de dicha plaza.

Estamos a su disposición para cualquier duda o aclaración respecto a lo anteriormente expuesto.

Reciba un cordial saludo.

(*Se trata de una errata: el nombre de esta persona era Miguel García Rubiño, y no José).

   Autores Carta: Jacqueline López Ligero, activista de la Memoria, y José María Azuaga Rico, historiador.

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