A ROCÍO CABARROCAS…

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A ROCÍO CABARROCAS…

Vicente Fernández Guerrero…

En esto que me encuentro un poco apartado de una reunión de amigos, mientras comíamos el pasado sábado en Katena, se me acerca una joven invocando mi nombre y esperando su acierto.

Sí, soy Vicente. Y tú, ¿quién eres? Soy hija de José Luis Cabarrocas.

Un gran estremecimiento me asaltó la mente. Me acuerdo mucho de tu padre, le dije. Por eso me he acercado, continuó ella. Sé que te apreciaba y erais amigos.  Yo tengo muchos recuerdos de él, a pesar de las discrepancias. Sí, era muy crítico. Yo también, le dije. Coincidíamos dos personas comprometidas y eso nos hacía un poco vértices en nuestro entorno.

¿Cómo te llamas?, le pregunté. Rocío, me contestó. (mi sensibilidad por el recuerdo de su padre salió a flote y la emoción se desbocó).

No pude evitarlo… le dije: vete Rocío, que me vas a hacer llorar.

Cuando uno cruza la línea de los setenta años, los recuerdos se amontonan y afluyen a la mente en el baile de los sentimientos. En concordancia con la sensibilidad de cada uno, si ella abunda, es una herramienta que te permite poder profundizar y empatizar más con las cosas. En ese constante ir y venir de los recuerdos, se produce un aprendizaje vital para las personas altamente sensibles. En ese periodo de mi vida estoy. Soy más reflexivo, empático y ello me hace estar más reactivo emocionalmente.

Rocío junto a su padre, José Luis, que en paz descanse…

Por eso te dije que te fueras, Rocío. Tal vez hubiera sido mejor compartir con la hija de mi amigo José Luis recuerdos de nuestras vivencias. Pasado el mal rato de la impronta de mi encuentro contigo, que me hizo estremecer, comencé a recordar el resto de la tarde cosas de tu padre, que sin duda conoces y te las habrán contado. Injusto morir tan pronto, creo que fue con cincuenta y siete años. Nos queda el consuelo, al menos a mí, de que su vida fue muy prolífica (detallar su trayectoria, sería interminable) y nos dejó huella a los que compartimos con él momentos de ella. Ante su constante reto por las situaciones que pasaba, con las soluciones que le daba, me hizo ver que la vida es bella; aunque sea corta.

Con la edad, a los mayores nos gusta contar anécdotas personales de tiempos pasados, tampoco quiero ser abuelo cebolleta, pero debo decirte, Rocío, que con tu acercamiento, ese detalle ayudó a mi ego, al mismo tiempo que sigo navegando en los recuerdos por mis vivencias personales, porque he tenido la suerte y el orgullo por timonear ese medio informativo que es EL FARO, cumpliendo  con mi responsabilidad social, aportando algo a este Motril, como hizo tu padre.

Recibe el beso que no supe darte.

Vicente Fernández Guerrero

Motril, 15 agosto 2021

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