RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

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NUESTRA SEÑORA DE LA ANGUSTIAS. UNA ERMITA MOTRILEÑA DE 1706

MANOLO DOMÍNGUEZ -Historiador y Cronista Oficial de la Ciudad de Motril-

La tradicional ermita de Nuestra Señora Angustias, está ubicada en la zona noroeste de Motril en la confluencia del camino que antiguamente conducía a Pataura por los montes del Magdalite, con el camino de las Ánimas que conectaba con el camino de Granada por la Posta. Esta ermita motrileña de la Edad Moderna, halló su mejor situación fuera de lo habitado, a extramuros de la ciudad, en lugar elevado, remedo del Monte Calvario, no muy lejos de lo poblado y donde, seguramente, en tiempos anteriores a la construcción de la ermita hubo una cruz.

Su construcción responde al fervor que por esta imagen profesaron determinados vecinos de la ciudad y es erigida a sus expensas, convirtiéndose en centro de religiosidad local y de socialización en la que se rinde culto a esta citada devoción, usándose también su Imagen como recurso ante las catástrofes naturales.

La fecha final de su construcción se remonta a 1706, ya que existe una petición el 29 de octubre al concejo municipal de Motril efectuada por los vecinos Juan de Zaya y Francisco López, que solicitaban licencia para acabar de perfeccionar la obra de la ermita que ya estaba terminada de edificar y querían colocar en ella la imagen de Nuestra Señora de las Angustias. En diciembre de ese año de 1706 se le hacen rogativas a Nuestra Señora de las Angustias por el tiempo frio que amenazaba con helar las cañas de azúcar, ya estaba concluida definitivamente la edificación de la ermita y hacía poco que se había colocado en ella la imagen de la Virgen.

En el testamento de Juan Núñez, vecino de Motril otorgado el 11 de junio de 1716 ante es escribano Onofre de Vilches, ordena por su alma nueve misas en esta ermita pagando 3 reales por cada una de ellas. Núñez moriría el 9 de noviembre de 1720.

Los hermanos Juliana y Juan Tomás Serrano, beneficiado más antiguo de la Iglesia Mayor, fallecidos en 1725 y 1726 respectivamente; en su testamento de mancomún, otorgado en Motril ante el escribano Mateo Sánchez Gabaldón el 15 de mayo de 1722, fundan dos capellanías cuyas misas de memorias se cargan sobre varias de sus propiedades en la vega. Nombraban como capellán a su sobrino Melchor de Moya, con la obligación de que este y los demás sucesores en las capellanías, estuviesen obligados por “siempre jamás” a pagar anualmente a los beneficiados de la Iglesia Mayor 21 reales de vellón por dos memorias que los testadores dejaban fundadas. Una en el día de la Encarnación de Nuestro Señor de una misa cantada sin diáconos en el altar del Nuestra Señora del Rosario de dicha iglesia y otra el día de los Dolores de Nuestra Señora, también de una misa cantada sin diáconos, en la ermita de Nuestra Señora de las Angustias extramuros de la ciudad, señalando por limosnas por esta misa 12 reales y por la de la Iglesia Mayor 9 reales. Cantidad que dejaban cargada sobre dos hazas de 52 marjales: una de 12 marjales en el pago del Hocinillo y otra de 40 marjales en el pago de la Algaida y Casa de Contreras.

Posteriormente, Juan Tomas Serrano por codicilo otorgado el 12 de abril de 1725, creaba otra capellanía en la Iglesia Mayor con el cargo de 12 mizas rezadas anualmente, dándole por dotación una haza de tierra de 14 marjales para cañas dulces en el pago de Pucha Nueva; dejando como capellán a Manuel del Rio clérigo de orden menores vecino de la ciudad y que, después de su días, está capellanía pasase a lo que tenía ordenado en su testamento de mancomún con su hermana con respecto a la ermita de la Virgen de las Angustias y que se sirviese en ella, dejando como patrones al vicario y al padre guardián del convento de San Francisco de Motril.

Ermita de Nuestra Señora de las Angustia en los años 80 del siglo XX…

Es posible que, junto a la ermita se construyese un cementerio provisional en 1807, ya que el antiguo cementerio del Carmen se había quedado en el centro de un barrio muy poblado y rodeado de casas.

Arquitectónicamente es un humilde edificio debido a la precariedad económica de los feligreses, lo que explica la modestia de sus empresas arquitectónicas y la perpetuación de los lenguajes arquitectónicos tradicionales fundamentalmente de estilo mudéjar en las ermitas motrileñas, pero impregnadas de un valor mucho más importante que lo histórico-artístico, puesto que se convirtieron, como en el caso de la ermita de las Angustias, en el testimonio de las creencias y costumbres de los habitantes la ciudad y situándose en un paraje singular, antiguamente de gran belleza paisajística, y que nos ofrece explicación a las necesidades espirituales y materiales que tenían los motrileños de esos siglos.

El edificio, como decíamos, es de líneas muy simples y austeras, constituido por una simple estructura rectangular de muros de técnica mixta de cintas, rafas de ladrillo y cajón de mampostería con nula decoración y tratamiento esteticista exterior. Se compone de una pequeña nave principal, capilla mayor cuadrada y camarín, todo cubierto con tejado a cuatro aguas y espadaña como campanario sobre los pies de la iglesia. La portada es un simple arco de medio punto sin enmarcar ni decoración alguna. La peculiaridad de esta ermita está en su interior donde aparece un excelente tratamiento arquitectónico y decorativo de lo cual resulta un espacio muy agradable y bastante bien compensado. La nave principal se cubre con bóveda de medio cañón con lunetos, con paramento enlucidos de blanco y cuya decoración está basada a las muestras de pilastras, arcos, entablamento y cornisas de fuerte molduración decoradas con rosetas y una leyenda que aparece a lo largo de todo el friso de la nave y capilla mayor “Las angustias de María su corazón traspasado la cruz en que a Jesús clavaron”. Esta cuadrada capilla mayor se abre con arco toral de pilastras toscanas y se cubre con cúpula semiesférica con pechinas ornamentadas con yeserías y que se divide en ocho bandas con florón central y friso muy decorado con motivos ornamentales de cabezas de ángeles y mútulos. El testero norte se sitúa el retablo que da paso a un muy peculiar camarín de tronco de pirámide que se cubre con cúpula elíptica dividida también en ocho bandas y florón central ovalado.

Una bella ermita, cuyo austero exterior no deja adivinar un interior de profusa decoración barroca, quizá uno de los más bonitos ejemplos conservados en los edificios religiosos motrileños.

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