EFEMÉRIDES DE FIN DE SEMANA

✍Antonio Gómez Romera

Domingo, 8 de junio de 2025

EN EL CXXII ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DE LA GENIAL ESCRITORA BELGA MARGUERITE YOURCENAR

Foto de Maguerite en su niñez.

Tal día como hoy, domingo, 8 de junio, festividad de Pascua de Pentecostés, vigésimo tercera semana de 2025, se cumplen 122 años (lunes, 1903), del nacimiento de la escritora Marguerite Cleenewerck de Crayencour, más conocida como Marguerite Yourcenar, en el 193 Avenue Louise de la ciudad belga de Bruselas. Marguerite ha sido la primera mujer en ingresar en la Academia Francesa de las Letras, hecho que acontece el día 6 de marzo de 1980. A poco más de dos meses de su nombramiento, Marguerite adquiere la doble nacionalidad, pasando a ser también ciudadana francesa.

Marguerite Yourcenar en 1930

Notas biográfica

Hija de una familia de la alta burguesía franco-flamenca, queda huérfana de madre (Fernande Cartier de Marchienne, 1872 – 1903) a los pocos días de su nacimiento, que tiene lugar el 18 de junio de 1903. En su niñez crece bajo el cuidado de su excéntrico padre, viajero y culto (Michel Cleenewerck de Crayencour, 1853-1929), en la ciudad de Lille y en el castillo de Mont Noir, casa familiar de la abuela paterna, que será destruido durante la Primera Guerra Mundial. Allí, la solitaria niña, entre adultos, forja su gran amor por la naturaleza, los animales y la lectura.

Marguerite toma desde pequeña, como ideal humano y femenino, a Jeanne de Vietinghoff (1875 – 1926), escritora belga, amiga y compañera de su madre, a la vez que gran amor de su padre. Es educada por preceptores y por su propio padre, familiarizándose pronto con los grandes de la literatura y la filosofía. Con 12 años ya sabe latín y griego clásico, lenguas que proyectarán su imaginación a regiones y, en especial, a épocas distantes. Según Marguerite, “Cuando se ama la vida, se ama el pasado porque es el presente tal como ha sobrevivido en la memoria humana”.

Marguerite y Grace en su jardín en 1955.

Sus estudios universitarios se centran en la cultura clásica. Viaja por Europa varias veces con su padre y su primer descubrimiento literario son “Los pájaros”, de Aristófanes. A los 10 años se fascina con Fedra (1677), de Jean Racine (1639 – 1699), mientras su padre le lee pasajes de Marco Aurelio, Dante Alighieri, François René de Chateaubriand, Henrik Ibsen y Maurice Maeterlinck.

En 1919,  juega con su padre a los anagramas, utilizando el apellido Crayencour y se deciden por “Yourcenar”. De nombre eligen “Marg”, “curioso nombre andrógino que neutraliza misteriosamente su identidad sexual”. Como “Marg Yourcenar” Marguerite va a firmar todas sus obras hasta la muerte de su padre.

Marguerite comienza a escribir, y de acuerdo con sus biógrafos, publica su primera novela “El jardín de las quimeras”, a los 17 años (1921), en la que pone de manifiesto su refinamiento e interés por reinterpretar los mitos griegos para adaptarlos al mundo moderno. Un año después sale a la luz su colección de poemas “Los dioses no han muerto”. Y, 7 años más tarde, en 1929, inicia su trayectoria como narradora con la novela corta o biografía novelada “Alexis o el tratado del inútil combate”, donde trata por primera vez el tema del amor homosexual. Continúa con “La nueva Eurídice”, a la que juzga como una “mala novela”, que cuenta la historia de un hombre que busca a una mujer a la que amó y que ya ha muerto. Mientras tanto, distintos personajes le ofrecen imágenes contrapuestas de ella: “Era un libro sumamente literario, y utilizo la palabra como un reproche”. Conoce en el restaurante del parisino Hotel Wagram a Grace Frick, una universitaria estadounidense de familia rica y aristocrática, que se ha especializado en literatura inglesa y se ha trasladado a Francia para dar clases y hacer traducciones. Está tramitando una herencia que acaba de recibir e, inmediatamente, se hacen amigas inseparables.

Marguerite Yourcenar en 1968 foto tomada por Marc Garanger.

Grace queda “maravillada” por Marguerite, por su inteligencia, cultura y vida libre, por su perfecto conocimiento del inglés y “por su presencia aristocrática, altiva y distante, que le daba un aire de reina amable”. Al poco tiempo, Marguerite propone a Grace hacer juntas un viaje a Grecia, Italia, Sicilia y la isla de Capri. Y, en éste viaje, Grace consigue que Marguerite se olvide del frustrado amor juvenil que ha sufrido por un erudito helenista, el escritor y editor homosexual francés André Fraigneau (1905 – 1991). Marguerite cuenta ese frustrado amor en la novela “Fuegos” (1936): “Nuestro comercio con otro no tiene sino su tiempo; cesa una vez que se obtiene la satisfacción, se sabe la lección, se cumple el servicio, se termina la obra. Lo que era capaz de decir fue dicho; lo que podría aprender fue aprendido. Ocupémonos por un tiempo de otros trabajos”.

Marguerite Yourcenar en 1980.

Cuando ya tiene otra pareja, el escritor y psicoanalista griego Andreas Embirikos (1901 – 1975),  recorre las islas griegas y ella reconoce que “El deseo puede llegar a arder (…). Las pasiones irresueltas provocan sufrimientos violentos”. Su nueva relación es mujer y se llama Nelly Liambey. A su lado cambia de imagen: usa pantalones, fuma, se corta el pelo “a la garçonne” y con ella visita “The Columbin” (rue Mont-Thabor) y “Wagram” (rue de Rivoli), los locales parisinos frecuentados por lesbianas. A continuación, da a conocer “Cuentos orientales” (1938), dedicada a Andreas, con historias cortas que condensan mitos, ritos y viajes; textos breves de inspiración mitológica y religiosa. Y, en 1939, una nueva novela corta, “El tiro de gracia”, que es llevada al cine (“Der Fangschuß”, 1976) por el director Volker Schlöndorff (1939). Narrada por un oficial prusiano que rememora acontecimientos de la Guerra civil rusa, en 1919, tiene como verdadera protagonista a una joven aristócrata, Sophie, que se enamora de él (indiferente a sus encantos o cautivado por un compañero de armas). Al ser rechazada, la joven se hunde en la depresión, no sin antes colaborar con los bolcheviques.

Marguerite Yourcenar foto tomada por Yousuf Karsh.

En 1939, es invitada por su gran amor, aunque no único, la profesora de literatura Grace Frick, Yourcenar viaja por primera vez a Estados Unidos. Allí la sorprende el inicio de la Segunda Guerra Mundial y decide fijar su residencia en la isla Mount Desert, en Maine, en una casita llamada “Petite Plaisance” que actualmente es un museo dedicado a la memoria de la escritora y que abre al público durante el verano.

Marguerite se dedica al principio a la enseñanza y adquiere la nacionalidad estadounidense en 1947. En este periodo lleva a cabo traducciones al francés de textos de diversa naturaleza: obras de Virginia Woolf, Henry James, Constantino Cavafis y Yukio Mishima. Su primer gran éxito literario internacional es “Memorias de Adriano” (1951), un soliloquio del emperador romano que Julio Cortázar tradujo al español. Según reconoció, “pensé en escribir algo sobre la vida y la historia de Adriano en mi primera visita a la Villa Adriana cuando tenía veinte o veintiún años, pero realmente no sabía mucho sobre su historia, sobre aquellos tiempos y sus problemáticas, así que lo dejé de lado (…). Me di cuenta de que el monólogo era la única forma posible, y no introduje conversaciones en el texto, porque ignoramos cómo hablaba esa gente entre sí. Tenemos comedias latinas, cierto, pero datan de por lo menos dos siglos y medio antes de Adriano”.

Marguerite Yourcenar foto tomada por Bernhard de Grendel.

Marguerite Yourcenar da clases de francés e italiano hasta 1953. Grace pasa a máquina todo lo que escribe Marguerite: cartas, cuentos, novelas, ensayos, reflexiones. Ese material se conserva en la Biblioteca Houghton de la Universidad de Harvard, por voluntad de la escritora, que también dispuso que permanezca inaccesible al público hasta el año de 2037. Si bien Marguerite no participa de las “grandes causas” del siglo XX  tales como el antiimperialismo, el feminismo, luchas anticoloniales y de la comunidad LGBT, se anticipa a varias del siglo XXI. Alerta sobre “la explosión demográfica, que interpreta como un desencadenante de las guerras, la destrucción del planeta, la polución del aire y del agua, la extinción de especies animales y “las nuevas y profundas” orientaciones de la ciencia y la tecnología”. Como le disgusta “digerir agonías”, es a lo largo de su vida adulta “casi en un 95 % vegetariana”, aunque come pescado de vez en cuando.

La consagración internacional como escritora le llega en 1968 con “Opus nigrum”, considerada una obra maestra ambientada no ya en la antigüedad, sino en el Renacimiento, y narra la vida de Zenón, un médico y alquimista en Flandes entre 1510 y 1569. Su “trilogía familiar”, “Recordatorios” (1974), “Archivos del Norte” (1977) y el inacabado “¿Qué? La eternidad”, que se publica póstumamente en 1988, está reunida en un solo volumen: “El laberinto del mundo” (Editorial Alfaguara, 2012).

Grace Frick fallece el 18 de noviembre de 1979 de cáncer, a los 76 años de edad. Durante varios años Marguerite mantiene correspondencia con la escritora argentina Silvia Baron Supervielle (1934) y, en 1986, poco antes de la muerte de Jorge Luís Borges (1899 – 1986), le conoce personalmente y da una conferencia sobre su obra en la Universidad de Ginebra.

Maguerite fallece el jueves, 17 de diciembre de 1987, en el Hospital Bar Harbor (Estado de Maine – EEUU), cerca de su residencia en la isla de Mount Desert, a consecuencia de un ataque cardíaco cuando cuenta 84 años de edad. Sus restos descansan en la misma isla junto a los de la compañera de toda su vida, Grace Frick, en una sencilla tumba en el “Brookside Cemetery” de Somersville.

Memorias de Adriano portada de Edhasa.

Colofón

En fragmentos de los dos capítulos de “Memorias de Adriano”, el de “Disciplina Augusta” y “Patientia”, publicada por Círculo de Lectores-Narradores del Mundo (1988), Marguerite Yourcenar reconoce circunstancias personales entre las que viene a recordar que “No tengo hijos, y no lo lamento. Verdad es que en esas horas de cansancio y debilidad en que uno reniega de sí mismo, me he reprochado a veces no haberme tomado el trabajo de engendrar un hijo que me hubiera sucedido. Pero esa vana nostalgia descansa en dos hipótesis igualmente dudosas: la de que un hijo nos sucede necesariamente y la de que esa extraña mezcla de bien y de mal, esa masa de particularidades ínfimas y extrañas que constituyen una persona, merezca tener sucesión. He empleado lo mejor posible mis virtudes, he sacado partido de mis vicios, pero no tengo especial interés en legarme a alguien (…) Mínima alma mía, tierna y flotante, huésped y compañera de mi cuerpo, descenderás a esos parajes pálidos, rígidos y desnudos, donde habrás de renunciar a los juegos de antaño. Todavía un instante miremos juntos las riberas familiares, los objetos que sin duda no volveremos a ver… Tratemos de entrar en la muerte con los ojos abiertos…”.

Tumba de Marguerite Yourcenar.

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