GUADALUPE
Al principio fue la tierra y sus sacerdotisas las mujeres. La gran madre era adorada, venerada y respetada por todos los que la habitaban. El poder hablaba en femenino y las cuidadoras de la diosa intercedían ante ella por las peticiones de los hombres. Esa ancestral religión estaba llena de magia y proezas. Así fue durante muchos siglos en los que el equilibrio se mantuvo en aras de esa antigua creencia.
Pero una larga noche oscureció ese primer tiempo y tras una eterna alborada, un día amaneció hablando en masculino. Ya era Dios quien hablaba y solo lo hacía con los hombres, que fueron sus profetas e interlocutores. Sin embargo el poder de la diosa no desapareció del todo, fue cambiando y adquiriendo las diferentes formas que la fuerza de ese nuevo dios le permitía.
La magia pasó a llamarse milagro y su primera acepción se cargó de malintencionadas interpretaciones.
Pero aún así, nunca llegó a desaparecer. Fue adaptándose a los tiempos, camaleónica y sibilinamente. Y aunque nunca recuperó su primigenio lugar, sí consiguió estar a la diestra de cualquier otro dios.
En cada cultura y en cada tiempo tuvo un nombre y adquirió una forma. Cuando el gran pueblo Mexica tuvo que abandonar su primigenio hogar y se estableció en las llanuras centrales, ella se hizo llamar Tonantzin, madre de los dioses y creadora de los movimientos telúricos, patrocinaba a los adivinos y a los médicos y el pueblo la adoraba porque era fuerte y escuchaba sus lamentos.
Se aposentó en el cerro Tepeyac y allí acudían sus fieles a llevarle sus ofrendas y pedir su protección.
Sin embargo su reinado comenzó a tambalearse pronto, unos hombres pálidos y barbados conquistaban a los suyos y los aplastaban con armas nuevas, imponiéndoles con ellas otra religión y otro culto, arrasando a su paso todo lo que encontraban, incluidas sus viejas creencias. Y así fue como su imagen desapareció para siempre… o al menos eso creyeron los invasores.
Apenas 10 años después de consumada la conquista de México, en el cerro de Tepeyac, una señora resplandeciente y llena de luz se apareció a un indio llamado Juan Diego. Lo que siguió después todo el mundo lo sabe. En ese lugar se construyó primero una ermita y después una basílica en honor de la Virgen de Guadalupe.
Hoy lunes se celebra su día, por eso me apetecía recordarlo.