RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

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SANTOS EN TIEMPOS DE EPIDEMIAS EN EL MOTRIL DE LA EDAD MODERNA ¿FE O SUPERSTICIÓN?

MANOLO DOMÍNGUEZ -Historiador y Cronista Oficial de la Ciudad de Motril-

Durante los siglos XVI al XVIII las epidemias azotaron continuamente a Motril e influyeron negativamente en su estructura demográfica, económica y social; generando un panorama que se repetía desgraciadamente con demasiada frecuencia.

En el siglo XVI la ciudad, entonces villa, sufrió los embates epidémicos, posiblemente peste, en repetidas ocasiones como fueron 1507, 1523, 1569 y 1583. En la siguiente centuria hubo epidemias en 1600, 1648, 1669 y 1679, año que fue el último de los posibles contagios bubónicos de gran magnitud en la historia de nuestra ciudad.

El siglo XVIII parece que en su primera mitad dio una tregua a los motrileños, pero de nuevo a partir de 1751 las enfermedades epidémicas hacen su aparición, continuándose en 1763, 1785 y 1793; ahora relacionadas con el paludismo y el tifus exantemático.

Ante la ineficacia de la ciencia medica, era común creer en un Dios justiciero que enviaba las enfermedades como castigo por los pecados cometidos por los hombres. Pero de todas formas, la divinidad constituía un concepto demasiado abstracto y lejano para la mentalidad de la religiosidad popular motrileña de estos siglos; de ahí el papel tan importante que siempre desempeñaron la Virgen y los santos curadores, mediadores y abogados.

Muchos motrileños de esta época vivían su religión tomando como referencia unas imágenes concretas con un rostro y unas atribuciones determinadas que veían a diario en los altares de la Iglesia Mayor, en las ermitas y en los conventos. A ellas, imágenes familiares y cercanas, podían confiar sus angustias y miedos y se convirtieron en santos especialistas en diversos temas como la protección de las cosechas y ganados, catástrofes naturales o la curación de enfermedades, siendo sin duda los santos más apreciados estos últimos y cada enfermedad disponía de un santo curador al que acudir como último recurso ante la adversidad de la enfermedad y la muerte. Son estos santos los que ocuparon la mayoría de las titularidades de capillas, ermitas, cofradías y hermandades de la ciudad.

En Motril, posiblemente, el culto más antiguo a un santo curador es a San Sebastián. La epidemia de peste de 1507, con toda probabilidad, propiciaría el voto a este santo protector. En 1520 ya existía una cofradía y capilla en la Iglesia Mayor dedicadas a su advocación y desde 1536 tenemos constancia de su ermita, hoy desparecida, construida en la salida de Motril hacia Salobreña, frente al edificio de la Casa de la Palma.

Otro de los santos relacionados con la salud de advocación motrileña fue Santa Ana, a cuya titularidad se le dedica otra ermita que ya estaba erigida en 1612, en las cercanías del actual Mercado Municipal, y un hospital levantado en 1517. Es una santa eminentemente familiar y de marcadas connotaciones femeninas, abogada para la feliz gestación de las madres. En 1583 con motivo de una epidemia de peste la villa le hizo voto y se le declara patrona de Motril.

San Roque también aparece como un santo terapeuta en la religiosidad popular de los motrileños. No conocemos el origen de su culto en Motril, pero seguramente debió estar relacionado con algún otro episodio epidémico, el caso es que se le dedicó una ermita que ya existía en 1546 y se le hace patrón protector contra la peste en 1583.

Aunque san Sebastián y san Roque aparecen como abogados naturales en Motril contra los contagios pestíferos, también tuvimos a santo Tomas Apóstol, en una advocación típicamente localista con motivo del voto realizado por los motrileños con ocasión de la peste de 1523.

Ermita del Carmen. Junto a ella ermita había estado originariamente la ermita de San Roque desde el siglo XVI

En 1679 una nueva epidemia bubónica, la más importante de nuestra historia local, hizo su aparición. De nuevo médicos y medicinas son incapaces para frenar el avance de la enfermedad y no les quedó a los habitantes de Motril más que recurrir a los santos para librarse de tan mortífera calamidad. En un primer momento el Ayuntamiento acordó nombrar como patrón de la sanidad a san Fernando, pero la epidemia continuó con toda virulencia. Invocaron, ahora, a san Antonio de Padua, cuya ermita estaba ya construida desde mediados de ese siglo, y la salud de la ciudad mejoró notablemente, hasta que por fin a final de ese mes remitió por completo la epidemia. Como consecuencia el Concejo municipal hizo voto a san Antonio como protector de Motril.

Otra ermita en las inmediaciones de convento de Capuchinos estaba dedicada a san Antón cuyo culto en Motril aparece establecido en el siglo XVI y que, aparte de su protección a los ganados y contra el fuego, era invocado frente la enfermedad llamada Fuego del Infierno o Fuego de san Antón, ergotismo ocasionado al consumir pan de centeno contaminado por el cornezuelo, que ocasionaba una gangrena seca en las extremidades que hacía quedar tullidos a los enfermos.

Además de estos santos patrones protectores, se invocaba en Motril para la curación de enfermedades a san Vidal, san Francisco de Paula, Santiago Apóstol, san José, san Matías y a san Marcos, curador de la rabia.

De todas maneras la importancia y la fe en estos santos curadores no hizo olvidar a la Madre de Dios, la suprema intercesora que, bajo sus diversas advocaciones en Motril, las más importante la Virgen de la Cabeza; es solicitada como abogada universal en todas las epidemias y enfermedades, muchas veces acompañada de su Divino Hijo Jesús Nazareno y de la milagrosa imagen del Cristo de la Expiración que existía en el hospital de Santa Ana.

Es a Ella, a la Virgen de la Cabeza, a la que se encomendaron durante siglos los motrileños, ante la fatalidad de la enfermedad y el pavor a la Parca.

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