LA COLUMNA DE CONCHA CASAS

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EL GRITO DE LOS EXCLUIDOS

Concha Casas -Escritora-

Cuentan las viejas crónicas, que cuando los españoles llegaron a América, sin saber a donde llegaban, impusieron su religión y su cultura como verdades únicas y obligatorias. Y cuentan también que en una ocasión, dos de los primeros moradores de esa tierra de abundancia y prosperidad, enterraron una estampa de la Virgen y otra de Jesús, en la tierra que cultivaban, con el fin de hacerla más fecunda.

Sin embargo, su gesto no fue entendido por los nuevos amos, que los condenaron a muerte por herejes.

Este 12 de octubre, se celebra el día de la hispanidad, quizás muchos no lo sepan, pero hubo un tiempo en el que este día se denominó Día de la Raza. De qué raza, me pregunto. Desde luego de la original, no. Dice Eduardo Galeano que la raza es una mentira útil, para exprimir y exterminar al prójimo. A lo largo de la historia se ha demostrado que esta definición, tan políticamente incorrecta, es desgraciadamente la más acertada.

Todo lo que divide y separa acaba matando, de una u otra manera. Incluso ese nombre pretencioso con el que se la bautizó después, Día de la hispanidad, que según el diccionario significa: carácter genérico de todos los pueblos de lengua y cultura hispánicas, no es, en definitiva, sino más de lo mismo.

La cultura de aquellos pueblos a los que despojamos, o intentamos despojar, de su lengua, sus costumbres y sus tradiciones, sigue viva porque hay cosas, que ni el más férreo látigo, puede romper.

Cada 12 de octubre, las comunidades indígenas se organizan, bajo otro lema: El grito de los excluidos, para que este día sea una fecha que reivindique su dignidad y no una simple aceptación de la ideología de dominación y conquista, que las clases dominantes aún hoy tratan de imponer a través de los diferentes mecanismos, incluidas las conmemoraciones oficiales, como esta de hoy.

Los indígenas americanos siguen viviendo en situaciones tan penosas, como indignas y mientras esto sea así, poco o nada hay que celebrar.

Hasta que no seamos capaces de comprender que somos uno, que da igual la forma en que hables, o como prepares los alimentos que después ingieres, por poner un ejemplo simple y fácil de entender, que en definitiva todos y todas buscamos y ansiamos lo mismo, que no es otra cosa, que ser felices. Hasta ese momento, digo, no debíamos lanzar las campanas al vuelo, en fastos tan vacíos de contenido como este, porque vuelvo a insistir, que todo aquello que separa, mata.

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