HISTORIAS DE EL VARADERO DE MOTRIL

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Autor: Juan Antonio Gutiérrez Montes

‘El Niño La Nati’

Historias de El Varadero de Motril

Historias de El Varadero de Motril (Juan A. Gutiérrez)

Esta imagen en la que aparece una Choza Bar podía haber sido tomada a principios de los 60, estas chozas quien las haya conocido, es difícil que las pueda confundir con las chozas de veraneo de la Playa del Cable, ya que las del Cable se hacían sobre la arena y esta como se puede ver estaba hecha sobre tierra de cultivo que lindaba con la playa, unas las hacían los propietarios de las tierras para veranear y otras eran hechas sobre terrenos alquilados o cedidos por algún amigo o familiar, la razón de hacer las chozas en zonas de cultivo, era debido a la estrechez de la franja de arena de la playa de Las Azucenas, pues al hacerlas sobre la arena los temporales de mar las hubieran destruido, las chozas de la playa y Las Azucenas tenían algunas ventajas sobre las chozas de la Playa del Cable, eran más frescas al tener el piso de tierra de la vega y estar rodeada de tierras de cultivo, la  choza que se ve en la imagen era similar a la que hacían junto al segundo balate (acequia), durante algunos años fue conocida como el BAR TARQUIN, este nombre era debido a que estaba situada junto a este balate que solía embalsarse produciendo un olor poco agradable, por el tarquin (lodo) que se depositaba en su fondo, para subir a la choza, esta disponía de una pequeña escalera de madera o una escalera excavada sobre la tierra.

Las chozas estaban hechas con zarzos de cañaveras que era lo que abundaba en el terreno, tenían unos zarzos exteriores enrollados entre cuerdas, tipo persiana que los subían o bajaban para tomar el sol o -protegerse de él como se puede ver en la foto-, al entrar a las chozas se notaba una sensación agradable, por el frescor del suelo ya que la mayoría de la gente iba descalza, el aire que corría entre las paredes de zarzos y el frescor del entorno , que generalmente estaba plantado de cañas de azúcar, los bañistas y clientes se sentían a gusto aunque estuvieran de pie o apoyados en aquellas barras de bar improvisadas con tablas o neveras que les proporcionaban los proveedores de bebidas y decimos neveras, porque en aquellos años los frigoríficos eléctricos, prácticamente no existían, las neveras las llenaban de trozos de hielo que se compraban en la fábrica de hielo de El Varadero, en aquellos años el precio de un cuarto de barra de hielo era de diez reales, en estos bares utilizaban como fregaderos, lebrillos de barro o barreños de zinc, donde enjuagaban los vasos el algunos casos sin jabón ni nada que se le pareciera.

Los propietarios de estos bares, en la parte trasera del bar, algunos solían poner un huerto de verano para preparar sus tapas, generalmente solían poner un tomate, un pepino abierto o una pipirrana con un poco de sal, que junto al vinillo de aquella época y una cerveza fresquita sabía a gloria bendita. EL BAR TARQUIN tenía un dicho que era debido a que algunos clientes que se tomaban un vasillo de más, al bajar las escaleras caían de cabeza al balate lleno de tarquin y salían con la cabeza negra que no los conocía ni su madre, este dicho era el siguiente; ten cuidado con las escalerillas del BAR TARQUIN a ver si te caes de cabeza al balate y no te va a conocer ni la madre que te pario. Hay que decir que además de este bar había otros bares entre ellos, el de Moisés que estaba situado entre el segundo y tercer balate.

Con esta pequeña historia hemos querido recordar el ambiente que se vivía en aquellos bares. Hay que hacer una mención especial a aquellos repartidores de bebidas que descalzos, con los pantalones arremangados, con los pies descalzos clavados en la arena cargados con aquellas jaulas de bebidas, que contribuyeron a aquellos ratos tan felices en las Chozas Bares de la Playa de las Azucenas, los repartidores entre otros fueron, Miguel y Plácido de cervezas Alhambra, Antonio, de Moreno Guerrero, Emilio Maldonado y Zamorano, de López Correa, Serafín de la Coca Cola y aquel hombre tranquilo y corpulento y bonachón Salvador Manzano, con su burro y su carro cargado de Sanitex.

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