EFEMÉRIDES DE FIN DE SEMANA

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Autor: Antonio Gómez Romera

Domingo, 2 de julio de 2023

EN EL LXII ANIVERSARIO DE LA MUERTE DEL ESCRITOR ERNEST HEMINGWAY

Ernest Miller Hemingway.

Tal día como hoy, domingo, 2 de julio, festividad de Santa Gloria, vigésimo sexta semana de 2.023, hace 62 años (domingo, 1.961), el escritor norteamericano Ernest Miller, autor de la célebre novela “El viejo y el mar” y Premio Nobel de Literatura  en 1.954, se suicida, a los 61 años de edad, volándose la cabeza con su escopeta de caza. En su casa de Ketchum (Idaho, EEUU), en la madrugada, abre la bodega del sótano donde guarda sus arma , sube las escaleras hacia el vestíbulo de la entrada principal y mete dos balas en la escopeta Boss calibre doce, de doble cañón, coloca el extremo en su boca y aprieta el gatillo. El día anterior ha regresado de la “Clínica Mayo” en Rochester (Minnesota), donde ha recibido terapias de electrochoques que han hecho que pierda su memoria fotográfica tras su tercer intento de suicidio en menos de un año. Ese día, también, mientras cena en un restaurante, le dice a su esposa, la periodista Mary Welsh, (Walker, Minnesota, 1.908 – Nueva York, 1.986) que los camareros son agentes del FBI, contratados para seguirlo.

Hemingway está bastante enfermo. Alejado de su adorada “Finca Vigía”, una propiedad de 6 hectáreas de extensión y una casa de estilo español situada a unos 15 km al SE de La Habana (Cuba), donde ha pasado la última parte de su vida, de 1.939 a 1.960, está sumamente deprimido. Está convencido de que lo mejor de “la fiesta”, título de una de sus novelas más célebres, ha pasado. Las contrariedades se le agolpan y le parecen irreversibles: ha tenido que abandonar su adorada Cuba el día 25 de julio de 1.960, se dice que por su poca afinidad con el recién llegado al poder, Fidel Castro; su salud es pésima, a causa de diversos accidentes en sus viajes por el mundo y de su alcoholismo crónico. En verdad, Ernest tiene varios traumas craneoencefálicos. En 1.944 tuvo un accidente con el fotógrafo Robert Capa (1.913 – 1.954), con el que cubre como periodista la II Guerra Mundial, en el que requirió 57 puntos de sutura. Y en 1.954, en un doble accidente de avión en Nairobi, intentó salir de la aeronave en llamas golpeando la ventana con la cabeza, lo que le provocó fractura de craneo, al punto de que el líquido cefalorraquídeo corrió por uno de sus oídos.

Ernest Hemingway, escribiendo.

Su estado físico también ha cambiado bastante, pues ha pasado de pesar 120 a 50 kilos; le cuesta cada vez más escribir y la redacción de su ensayo “El verano peligroso”, ambientada en España, se le resiste. Además, se cree vigilado por el FBI, algo que parece una paranoia, pero que se va a demostrar veraz décadas después al desclasificar la Agencia sus archivos.

En realidad, durante los últimos años de su vida, el comportamiento de Ernest ha sido similar al de su padre antes de que se suicidara con un disparo a la cabeza. El doctor Clarence Edmonds Hemingway (1.871 – 1.928) pudo haber sufrido de una enfermedad genética, hemocromatosis, donde la incapacidad de metabolizar el hierro culmina en un deterioro mental y físico. Cuando Ernest recibió la noticia de su muerte dijo: “Probablemente yo, termine de la misma manera”. Los registros médicos disponibles en 1.991 confirman que a Ernest se le diagnostica la hemocromatosis a principios de 1.961. Su hermana Úrsula (1.902 – 1.966), su hermano Leicester (1.915 – 1.982) y su nieta, la modelo y actriz Margaux (1.954 – 1.996), también se suicidaron.

Ernest y Fidel Castro.

En un principio su esposa declara a la policía y a la prensa que se ha tratado de un accidente, pues la escopeta se le ha disparado mientras la limpiaba. Poco después se
confirma que, Ernest Miller Hemingway, el hombre que ha sobrevivido a tres guerras, la I Guerra Mundial, la Guerra Civil Española y la II Guerra Mundial, el hombre que se jacta de pescar sin ayuda de nadie “marlines” más grandes que él y de cazar leones en África, el autor literario más fascinante del siglo XX, se ha suicidado aquella mañana del domingo, 2 de julio de 1.961. Siete días después, el domingo, 9 de julio, Gabriel García Márquez escribe en una columna para la revista mexicana “Novedades”: “Hemingway no parecía pertenecer a la raza de los hombres que se suicidan. En sus cuentos y novelas, el suicidio era una cobardía, y sus personajes eran heroicos solamente en función de su temeridad y su valor físico. Pero, de todos modos, el enigma de la muerte de Hemingway es puramente circunstancial, porque esta vez las cosas ocurrieron al derecho: el escritor murió como el más corriente de sus personajes y principalmente, para sus propios personajes”.

El Museo «Ernest Hemingway» en Finca Vigía.

A primera vista, el suicidio de Ernest Hemingway es una especie de contradicción.
De algún modo, no puede ser verosímil un suicidio en Hemingway: no en esa personalidad portentosa que se ha encargado de formar un mito más allá de la literatura, el mito de un hombre que se mete en estruendosas peleas en medio de borracheras, que resiste las lluvias de las balas del franquismo español y que sobrevive al desembarco en Normandía. Sin embargo, con el paso de los años, esa imagen de hombre duro como el mármol empieza a agrietarse y, poco a poco, comienzan a conocerse las informaciones que nos hablan de sus enfermedades mentales, de sus miedos profundos, de sus traumas de infancia y de sus inclinaciones al suicidio. Según sus biógrafos y los testimonios de algunos de sus amigos, como el escritor John Dos Passos (Chicago, Illinois, 1.896 – Baltimore, Maryland, 1.970) y la periodista Lillian Ross (Siracusa, Nueva York, 1.918 – Manhattan, Nueva York, 2.017), Ernest era un hombre que pasaba de la alegría a una profunda melancolía con facilidad y que tenía fuertes explosiones de irritabilidad, incluso con quienes más quería. Para Carlos Baker (1909-1987), su más famoso biógrafo, “El péndulo en su sistema nervioso, oscilaba periódicamente entre la megalomanía y la melancolía”.

Para Ernest, la idea de la muerte y el suicidio son una fuerte obsesión. En 1.923, escribe a la escritora de vanguardia y su mentora, Gertrude Stein (11.874 – 1.946): “Por primera vez, entiendo cómo un hombre puede cometer suicidio, solo por tener tantas cosas con las que debe cumplir, que no sabe por dónde empezar”. Doce años después (1.935), Ernest le escribe al poeta Archibald MacLeish (1.892 – 1.982): “A mí me gusta mucho la vida, tanto, que será un gran disgusto, cuando tenga que dispararme a mí mismo”. Y en 1.954, le envía a la actriz Ava Gardner (1.922 – 1.990) una carta en la que dice: “Aunque no soy un creyente de los análisis, creo que gasto todo este infierno de tiempo matando animales y pescando “marlins”, para de ese modo, no matarme a mí mismo”.

Ernest y su esposa Mary en 1957.

La literatura, la muerte de los animales que cazaba y su constante entrega a aventuras que podrían costarle la vida, pero que afirmaban y profundizaban su implacable masculinidad fueron los mecanismos con los que aferrarse a la vida. Su gran obra, “El viejo y el mar” es la imagen de lo que él quiso hacer con su vida: enfrentarse con toda su fragilidad al mundo, a la existencia, a ese pez, el más hermoso y grande, que es su vida, y atraparlo y luchar con él, sabiendo que es su hermano, pero que debe pescarlo, que debe ser superior a él. Cuando ya no pudo escribir más y su cuerpo y su cerebro se derrumbaron ante la enfermedad, cuando los tiburones se llevaron ese espléndido “marlín” que él había atrapado, se mantuvo atado a aquel animal que arrastró su pequeño barco y lo extravió en el océano hasta el último momento, hasta esa mañana del 2 de julio de 1.961, cuando supo que no podía escribir más porque le fallaba la memoria y no encontraba las palabras, cuando el delirio de persecución se exacerbó en extremo y la droga que le dieron en la Clínica Mayo agravó sus crisis depresivas.

Colofón

El escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1.955), asegura que Ernest se vio conducido al suicidio debido a la presión que despertó su relación de colaborador con el FBI. Una relación que llegó a la persecución. Hemingway colaboró con el FBI para
«informar sobre las actividades de los miembros de la Falange española y simpatizantes
nazis en la isla, montar una operación de búsqueda de los submarinos alemanes y
descubrir dónde y quién le suministraba el combustible para navegar en el Caribe».

Hemigway en el salón de su casa de Cuba en 1.953.

En la década de 1.980, el expediente de la Oficina Federal de Investigación (FBI) sobre Hemingway, de más de 120 páginas, de las cuales, 15 páginas están tachadas por razones de Seguridad Nacional, es publicado tras una petición, alegando la Ley de Libertad de Información hecha por Jeffrey Myers, biógrafo de Hemingway y académico de la Universidad de Colorado. El Expediente demuestra un profundo interés de la Agencia en Ernest, incluyendo sus intentos durante la guerra para establecer una red de espionaje contra el fascismo llamado “Crook Factory”, y los informes llegan hasta que ingresa en la clínica, en enero de 1.961, donde se detalla: “está física y mentalmente enfermo”.

Aunque no se puede asegurar que Ernest Hemingway fuera presionado hasta suicidarse, su muerte no deja de ser misteriosa. Una de las dudas más razonables la plantea Padura al calificar de «inquietante» que la viuda del novelista, Mary Welsh, la única que estaba con él en el momento de su muerte, «haya negado, por años, que su marido se suicidara».

En el año 2.006, 45 años después de la muerte de Ernest, el psiquiatra Christopher D. Martin, miembro del Departamento de Psiquiatría de la Escuela de Medicina de Baylor
College en Houston (Texas) publica el ensayo “Ernest Hemingway: A Psychological Autopsy of a Suicide”, un trabajo basado en varias de las biografías del escritor y en cartas que Ernest había escrito a varios de sus amigos, en el que concluye que las causas de su
suicidio y también de su vida desenfrenada y de su esfuerzo por construir su imagen de
rudeza y exacerbada masculinidad residían, aunque de modo parcial, en su infancia, en la relación con sus padres: “Desde su temprana infancia, acumuló resentimiento contra el
padre que lo golpeaba cruelmente y contra la madre que le había entregado mensajes
confusos sobre su identidad. El resultado pudo haber desembocado en una fachada defensiva de hipermasculinidad y autosuficiencia”.
Hemingway también era heredero de una serie de desórdenes mentales entre los que se contaba el trastorno bipolar y las tendencias depresivas, que de algún modo lo llevaron a desarrollar dependencia por el  alcohol. A ello habría que sumar traumas cerebrales por varios golpes y el desarrollo de una personalidad narcisista en exceso”.

Lápida de la tumba de Ernest Hemingway.

Unos meses después del suicidio de Ernest y de la fallida invasión de la Bahía de Cochinos, su viuda, Mary Welsh, solicita permiso al presidente Kennedy para viajar en secreto a La Habana y reunirse con Fidel Castro para negociar un acuerdo que le deje llevarse los enseres más valiosos. A cambio, ella se compromete a donar la Finca Vigía, incluyendo la enorme biblioteca, de unos 9.000 libros que había en la casa, al Gobierno cubano que ya había empezado a expropiar mansiones de residentes extranjeros. Finca Vigía, pese a que fue dedicada a “Museo Ernest Hemingway”, estuvo descuidada hasta el año 2.002, cuando el gobierno de George W. Bush firmó con el Gobierno Cubano un acuerdo de colaboración para preservar su legado: la casa y sus bienes. El Consejo de Ciencias Sociales de EEUU envió equipos para la digitalización de los documentos, cuyas copias se archivaron en la Biblioteca Kennedy de Boston, junto con otros originales y cartas donados por Mary Welsh.

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