Juanma Primero «El Enorme»

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Juanma Primero «El Enorme»

Agustín Martínez -Periodista-

Es cierto que, contra toda lógica de méritos contraídos, consiguió una mayoría absoluta increíble para propios y extraños; también es cierto que dejó a Olona y a Vox en la más absoluta irrelevancia para los próximos cuatro años; es igualmente cierto que ha reunificado a la derecha andaluza bajo las siglas del PP, borrando del mapa a Ciudadanos; es inequívocamente cierto que no ha pisado demasiados charcos y se ha revestido de un barniz de moderado que es mas falso que un euro de madera; y es cierto, como no, que debido a todo ello, se ha convertido en el principal barón del PP, para rechinar de dientes de Ayuso. Todo lo anterior es cierto, pero todo eso no da derecho a Juan Manuel Moreno Bonilla, a creerse una mezcla de Luis XIV, Ramsés I, Napoleón y Catalina la Grande, marcándose una toma de posesión que de puro exceso, acabó convirtiéndose en una catetada pretenciosa, casposa, ridícula e insufrible.

Ver a través de la televisión pública andaluza que pagamos todos, a ese Juanma, descender la escalera imperial y recorrer los pasillos y patios del Palacio de San Telmo, antes de Monpensier, dando la mano a su esposa camino de su toma de posesión, provocó auténtica vergüenza ajena a cualquiera con dos dedos de frente y el más elemental sentido del decoro, la mesura y el pudor institucional que deben presidir este tipo de actos, cuyo escenario debería ser siempre la sede de la soberanía andaluza, léase el Parlamento Andaluz y no esa especie de guateque con pretensiones con que nos castigó Juan Manuel.

Si alguna lumbrera del marketing político pensó que era buena idea convertir a Bonilla en el Macrón andaluz, con los atributos de la «grandeur» de un presidente de la República Francesa, se equivocó de medio a medio. Más aún conociendo la retranca de este pueblo que hará de semejante despropósito uno de los argumentos del próximo Carnaval de Cádiz, con esa primera dama cerúlea y esos niños de san Ildefonso, convertidos en carne de meme.

Si se trataba de emular la boda regia de la hija de Aznar en el Escorial, puede  que entonces sí haya conseguido su objetivo, con la plebe admirando el boato cateto, la «primera dama», ataviada con un modelazo de alta costura que seguro cuesta varias veces el salario mensual de la mayor parte de los andaluces y sus tres niños encorbatados y enchaquetados, en sesión fotográfica propia de una campaña de matriculación de un colegio del Opus.

La maquinaria propagandística de Juanma Moreno, tan efectiva durante los pasados cuatro años y las dos últimas campañas electorales -conversaciones con la vaca Fadi incluidas- ha descarrilado estrepitosamente en un acto, en el que hubiera bastado seguir el protocolo habitual marcado por los servicios profesionales de Presidencia, en lugar de castigarnos con la astracanada megalómana y hortera, con la que el flamante presidente hizo el ridículo más espantoso, acompañado por su señora y por sus tres tiernos infantes.

Pero fuera de los oropeles de la toma de posesión, los primeros pasos del reelegido presidente de la Junta de Andalucía, liberado por mor de su mayoría absoluta de las hipotecas ultraderechistas de Vox, están siendo enormemente preocupantes. Primero cediendo «graciosamente» una de las secretarías de la Mesa del Parlamento a la formación ultra, lo que siendo benévolos pudimos interpretar como un gesto para granjearse la paz con los de Olona y después, con mucha mayor gravedad su «lapsus» a la hora de «explicar» las razones por las que su Consejo de Gobierno cuenta con más mujeres que hombres, algo que ya hizo el PSOE de Andalucía, en sus gobiernos de 2004 y 2008.

Dentro de ese postureo insufrible en el que parece haberse instalado, a Bonilla de traicionó el subconsciente y pretendiendo envolverse en la bandera del feminismo, acabo retratándose como un machista político de manual, cuando aseguró, sin mudar el gesto que «hoy, al contrario que en años anteriores, es posible encontrar mujeres capacitadas». Y lo dice quien no ha sido capaz de acreditar un currículum académico mínimamente decente que le pudiera igualar con las decenas de miles de mujeres andaluzas que han terminado sus estudios universitarios de grado, de postgrado y de idiomas, de los que el «magnánimo» presidente andaluz carece «ostentoreamente».

Pero es que además, no contento con insultar a las mujeres andaluzas con semejante astracanada sobre su «preparación», la hoja de ruta de las primeras decisiones de Bonilla, se parece mucho a la que hubiera impuesto Vox, si hubiera sido socio imprescindible de Gobierno, cosa que afortunadamente no ha ocurrido. Y es precisamente esa irrelevancia de Vox, la que hace mucho más grave el hecho de que Moreno, haya liquidado la consejería de Igualdad, como departamento independiente, incluyendo tan trascendental materia, en una especie de totum revolutum que es la consejería de Integración Social, Juventud, Familias e Igualdad de Oportunidades.

Andalucía es, desde hace años, la comunidad autónoma que más casos de feminicidios registra en nuestro país, sin embargo, la política del nuevo ejecutivo lejos de reforzar la lucha por la Igualdad y contra la violencia, la está diluyendo.

De las 25 mujeres asesinadas por la violencia machista en nuestro país en lo que va de 2022, siete (es decir del 28% del total) han ocurrido en nuestra tierra. El pasado domingo, mientras Bonilla anunciaba la composición de su nuevo Gobierno, se producía el último asesinato en la localidad granadina de Albuñol. Sin embargo, el presidente de la Junta ni siquiera se refirió a él cuando anunció el cambio en la consejería que se ocupa de este drama ni el hecho de que en su nueva etapa al frente del Gobierno, los temas de Igualdad pierdan alarmantemente peso específico.

Así las cosas y lamentablemente para los primeros días del segundo Gobierno de Bonilla, conviene recordar obviedades: Reivindicar Andalucía a través de sus símbolos no te hace andalucista, criticar al Gobierno central cuando no mandan los tuyos no te hace autonomista y, lo que es más importante, ser «educado y calmado» como todo mérito político, no es lo mismo que ser moderado.

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