12-M. EL PUEBLO SE ECHÓ A LA CALLE

EL FARO

Domingo López Fernández -Cronista Oficial ciudad de Motril-

El día de ayer, 11 de marzo, se han cumplido 18 años del salvaje atentado que un grupo terrorista yihadista cometió en las estaciones de tren de Atocha, Santa Eugenia y El Pozo de Madrid. Sin duda, el atentado más sangriento e inhumano de todos cuantos han tenido lugar en el país a lo largo de su historia. La barbarie causó 192 víctimas mortales, y toda España ha recordado hoy con sentimiento y pesar aquellos tristes días que sacudieron la nación. Toda la prensa nacional se ha hecho eco de aquel inolvidable día en el que las vidas de casi doscientas personas quedaron truncadas cuando marchaban al trabajo sin saber que era el último en el que volverían a ver a sus seres queridos. Como esos periódicos de tirada nacional, EL FARO ha querido hacerse eco de esta triste efeméride que nunca hemos de olvidar y reedita el artículo que con este motivo fue publicado el día 19 de marzo de 2004 para dar testimonio público de la manifestación que tuvo lugar en Motril para mostrar su rechazo y solidaridad con los fallecidos, heridos y familiares. He aquí, pues el acontecer de un día que ha quedado marcado en la historia de la ciudad. Así fue y así aconteció aquel 12 de marzo de 2004.

12-M. EL PUEBLO SE ECHÓ A LA CALLE

JORNADA SOLIDARIA CON LOS ATENTADOS DE MADRID

                                                                                  Domingo A. López Fernández

«Recuerdos del Motril que fue» es un título muy sugerente para referir hechos y acontecimientos que han hecho historia en nuestra ciudad. Pero hoy su contenido es algo especial. No cuenta el pasado, sino el presente más reciente. Y es tan reciente que no cuesta trabajo referir la jornada vivida en Motril el pasado día 12 de marzo a las siete de la tarde. Una manifestación popular, la más grande de todos los tiempos, recorrió las calles de Motril para  recordar a las víctimas inocentes del terrorismo y para pedir un «Basta ya». También ha sido para España el acto más cruento de todos los tiempos y por ello esa movilización general no tiene parangón en la historia de la nación. Lo ocurrido el día 11 nos lleva a la reflexión. ¿Qué sentido tiene un acto tan execrable? ¿Qué motivos políticos o religiosos pueden argüir sus autores? ¿Qué sentimientos humanos albergan las cabezas pensantes de ese magnicidio? Las preguntas tienen una taxativa respuesta. Ninguno. La alienación se ha apoderado de sus neuronas, induciéndoles a no pensar por sí mismos. El integrismo les ha atenazado de tal forma que ven la realidad transformada. Por lo visto ellos están en posesión de la verdad y todo el mundo es el equivocado. Que curiosa forma de pensar.

Las imágenes de la manifestación popular que la comarca centralizó en Motril han quedado grabadas en la mente de todos, lo mismo que las escenas del horror que hemos podido contemplar en la televisión. No cuesta mucho trabajo recordar esos momentos porque también nos han impresionado a todos. La solidaridad y el sentimiento afloraron a flor de piel y fue por ello un día de luto general. Pero también un día para rememorar, un día para pregonar que todo el mundo fue solidario con España y un día, en definitiva, para acordarnos de todas esas víctimas inocentes y de sus familiares. Podríamos haber sido cualquiera de nosotros. ¿Quién no ha estado en Madrid alguna vez y ha cogido uno de esos trenes? ¿Quiénes no tiene familiares y amigos viviendo en Madrid? Todos somos parte de esas víctimas y nuestros sentimientos están con ellas. Por eso recordamos en esta sección esa jornada memorable del 12 de marzo, fecha que ha pasado a los anales de esta ciudad como el día de la solidaridad sin fronteras. Así fue y así aconteció en Motril el día 12 de marzo de 2004.

Son las seis y media de la tarde. En bastantes balcones y ventanas cuelgan banderas de España de luto y crespones negros. El comercio ha cerrado sus puertas y un continuo ajetreo de gentes hace pensar que algo fuera de lo normal sucede. Todos llevan la misma dirección, hacia el sur. Realmente impresiona contemplar como familias enteras llegan desde todos los sitios para confluir en la calle Nueva. Caminar ya se hace complicado por la enorme marea humana que se aglomera en las cercanías de las Explanadas. Desde todos la comarca han venido gentes para asistir a esta protesta general contra la barbarie. Motril aglutina corazones. Personas procedentes de Torrenueva, Salobreña, Pueblo Nuevo, Molvizar, Vélez, Castel de Ferro, Calahonda, Almuñécar… conforman un frente común con los motrileños en ese día.

Siete y cinco de la tarde. La manifestación comienza su marcha con una pancarta que dice «No al terrorismo, sí a la Constitución. Solidaridad con las víctimas». Los representantes políticos de la comarca la sostienen y en silencio y con mirada serena caminan lentamente. Parece que nadie se mueve, pero la cabeza de la manifestación se encuentra ya en las cercanías de la cafetería «Rex» y todavía estamos en el mismo sitio. Siete treinta de la tarde. Hemos recorrido escasamente treinta metros. Miro hacia delante y la avenida de Andalucía está atestada de gentes. Miro hacia atrás y no le veo el fin. Se pueden contemplar muchos carteles con lemas como «Basta ya» «No al terrorismo», «No más violencia, asesinos», «España unida contra el terrorismo», «Por mis hermanos de Madrid»…. Y todos en silencio y con el caminar pausado. Algunos extranjeros, de los muchos que trabajan en la comarca, se adhieren al acto y marchan junto a todos nosotros. Es la muestra de la solidaridad internacional, la muestra del rechazo a la barbarie. Es, en definitiva, el repudio al sentimiento inhumano de unos salvajes que han sesgado la vida de cientos de personas. Los terroristas pretendían matar por matar, cuantos más muertos mejor para reclamar no se qué. No creo que esa acción venga prescrita en su religión.

Ocho horas de la tarde. La cabeza de la manifestación ha llegado a la plaza de España, lugar donde tantas y tantas veces se ha concentrado el sentir popular de los motrileños. Algunos ramos de flores  cuelgan de las farolas con lazos negros, y de fondo, la música pacifista de Lennon suena desde el Ayuntamiento. La manifestación ya no progresa, la plaza no da para más. Y mientras, la cola, todavía va por la plaza de la Aurora. La gente comienza a acortar camino por todas las bocacalles para estar presente en la difusión de un manifiesto que van a dar conjuntamente los ayuntamientos de la comarca. Tras un largo aplauso en memoria de las víctimas, el periodista Pedro Feixas inicia su lectura:  «Todos junto ante el bárbaro y criminal atentado de Madrid recogemos el sentimiento de dolor y a la vez de rabia e indignación de todos nuestros vecinos conmocionados por la muerte de tantos inocentes, por la desgracia que rompe el futuro de tantas familias, por la sinrazón, el fanatismo y la locura de unos pocos que intentan romper nuestra convivencia pacífica  y derrumbar los pilares de nuestra democracia. No tienen cabida en nuestra sociedad los asesinos que deben ser aislados perseguidos y condenados. No cabe el dialogo quienes hacen de los muertos y del asesinato su único discurso. Los ayuntamientos de toda España expresamos nuestro inequívoco compromiso con la constitución y los valores que la misma representa. Expresamos nuestro apoyo a todas la fuerzas de seguridad del estado y hoy más que nunca manifestamos nuestro cariño y solidaridad con los fallecidos, con los heridos y con sus familias y amigos, personas normales que ayer comenzaban su jornada laboral, un día más en sus vidas y se han encontrado con la muerte y el dolor por la acción de unos fanáticos. Los ayuntamientos de España pedimos a todos nuestros convecinos que defiendan lo que los terroristas quieren destruir y que hagamos de las urnas participando y votando la mejor respuesta a quienes públicamente  pretenden desestabilizar lo que tanto nos costó construir».

Finaliza el acto. La plaza entera enmudece para guardar unos minutos de silencio en memoria de las víctimas. Las previsiones se han cumplido; la comarca de la costa se ha volcado con los damnificados por el acto terrorista. La televisión local habla en principio de  cuatro o cinco mil personas, luego doce o trece. En realidad han rondado las cuarenta mil personas.

Comienza el desalojo de la plaza. Por todas las calles camina la misma marea humana que en los comienzos de la manifestación, ahora más fluida. Ya es de noche. Numerosas personas se concentran en la parada del autobús para regresar a sus respectivos lugares de origen. Sobre el cerro, junto a la cruz de los caídos, manos anónimas han colocado velas encendidas que recuerdan a aquellos que ya no están con nosotros.

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