LOS CUENTOS DE CONCHA

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LLUVIA PRODIGIOSA

CONCHA CASAS -Escritora-

Aún no llovía, pero la tierra ya olía como si el agua la estuviese mojando. Inspiró cerrando los ojos ¿por qué no se podrá hacer un perfume con este olor? Sería maravilloso rociarte con él por las mañanas y sentirte tierra y notar como las gotas de agua van penetrando en tu interior y la sequedad y la dureza van dando paso a la elasticidad y la suavidad y que la simiente de tu interior germina y comienza a crecer y se expande y surge a través tuyo…

Ojala y pudiera ser. Quizás así terminaría de una vez ese proyecto de novela que llevaba pudriéndose en su memoria hacía tantos años. Los primeros folios dormían en el cajón del escritorio un sueño que ya parecía eterno y los últimos descansaban en el ordenador sin ser capaces de formar un todo con forma propia.

Absorta en sus pensamientos, la sorprendió la primera gota de agua que a pesar de lo esperada, llegó sin avisar. Instintivamente sonrió y miró hacia el cielo. La lluvia formaba una fina película que su rostro recibió con alegría. Hacía tanto calor… ese verano parecía que el sol quería fundirlos con la tierra.

Abrió su mente para que ocurriese el milagro y ese riego maravilloso hiciese crecer la semilla de esa historia que su interior albergaba.

Al cerrar los ojos, el ruido que el agua hacía al chocar sobre el asfalto, se confundió con un galopar de caballos y los rayos, cuya luz adivinaba a través de sus párpados cerrados, lo hicieron  con la deslumbrante fuerza de un poder nuevo y desconocido. El sonido  del trueno se trocó en la voz que despertaba de las entrañas de la tierra.

Dejándose llevar por este nuevo escenario, vio como bajo sus pies una brecha se abría  dando  paso a una espectacular y bellísima mujer.

Hablaba un idioma extraño, desconocido para ella, pero que incomprensiblemente entendió. Su tono de voz era tan suave que parecía hecho de música y no por ello dejaba de transmitir una impresionante autoridad ante la que se doblegaron todos los jinetes, que poco a poco habían ido poblando el lugar.

Incluso uno de ellos, el que parecía ser el jefe de todos los demás, bajó de su caballo y se inclinó ante la gran dama, dándole cuenta del fallido intento de recuperar cierto talismán que se escondía en lo más profundo de la montaña sagrada.

Sin alterarse por el fracaso que le acababa de ser notificado, extendió su mano y como si de un prodigio increíble se tratase, de ella brotó una flor, una flor tan bella como jamás el ojo humano  había contemplado nunca, su fragancia era tan intensa que todos los que la contemplaban cerraron los ojos embriagándose con su olor. Una increíble transformación se fue operando en todos ellos,  ya que de cada uno comenzó a emanar la misma luminosidad que había acompañado a la hermosa y enigmática mujer desde que apareció.

Como en una ensoñación, sus armas desaparecieron y en su lugar brotaron flores similares a la que  momentos antes habían crecido en la mano de semejante diosa.

En su extraña lengua, invitó a los que antes habían sido guerreros a reemprender la marcha y avanzar hacia donde sus corazones los llevasen, que como si de uno solo se tratase, latiría al compás de su marcha.

En menos de lo que dura un parpadeo, la enigmática señora desapareció. Pero su mensaje y su mandato habían quedado claros y como un solo hombre marcharon los caballeros a la búsqueda del preciado talismán.

La nueva protección con la que emprendían su aventura parecía tan poderosa, que los animales mas fieros y temibles se apartaban al paso de la expedición.

Incluso cuando cruzaron las líneas enemigas, pareció que ni los vigías, ni ninguno de los soldados con los que se cruzaron, notaron su marcha… Y hablamos de más de quinientos caballos con sus respectivos jinetes.

Una magia nueva y poderosa parecía protegerlos y llevarlos hacia un destino todavía desconocido.

Continuaron la marcha durante  varios días, días en los curiosamente, sus necesidades básicas alimenticias fueron siendo satisfechas con generosos árboles que parecían brotar a su paso cuando eran necesarios, plenos de las más deliciosas frutas que jamás hubieran probado y que tenían la virtud de aplacar su hambre con apenas una pieza, por  muy pequeña que esta fuera. Cuando salían a su paso, el mismo aroma que pareció hipnotizarlos cuando de la mano de la dama  brotó tan extraordinaria flor, los envolvía de nuevo  renovando el efecto lumínico que sobre ellos produjo desde la primera vez.

De manera que cuando la oscuridad cubría el cielo, ellos iluminaban su camino como si de un nuevo astro se tratase. Ni tan siquiera el cansancio hacia mella en el extraordinario ejército.

Llevaban varias jornadas cabalgando y ni uno solo de los hombres que componían tan peculiar comitiva había sentido la necesidad del descanso.

Al séptimo día vislumbraron la silueta de la montaña sagrada, pero en esta ocasión lejos de alejarse según ellos se aproximaban, como había ocurrido en todas las ocasiones anteriores, veían perfilarse sus cumbres escarpadas y sus arroyos de aguas cristalinas descender desde la cima hasta el frondoso valle que ahora atravesaban.

A diferencia de las veces anteriores, a su paso parecían abrirse los caminos y la vegetación disminuía su lujuriosa frondosidad para hacerles mas fácil su avance.

Como si de un paseo triunfal se tratase, fueron dejando atrás los anteriores peligros, en su día insalvables y ante ellos de pronto apareció la entrada de la gruta que guardaba tan celosamente el amuleto…

De pronto la lluvia cesó y al abrir los ojos comprobó que su deseo se había  hecho realidad y que la historia por la que tanto había suspirado, había germinado en ella gracias a esa maravillosa y fértil lluvia de verano.

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