EL ÚLTIMO VIAJERO ROMÁNTICO

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                                       LA BANDERA

Iñaki Rodríguez -escritor-

A Manuel, el marido de Lole, la gran cantante de flamenco, no le gustaban tampoco las banderas. Su visión idealista de un mundo que no existe, todavía la comparten muchos hoy. Mis mejores deseos a esos soñadores sempiternos que, al fin y al cabo, son los que más sufren. Lo que no puedo es, bajo ningún concepto, respetar a los que no respetan. A esos que se suenan los mocos con nuestra enseña nacional, la queman o desprecian, en público y en privado, diciendo que una bandera es sólo un trozo de tela, que no da de comer, ni trabajo y otras brutalidades y demás sandeces.

Una bandera nacional representa oficialmente a un país. La roja y gualda es símbolo de nuestra España. ¿Eso qué quiere decir? Hay que dejar los odios atrás por un instante y querer entender. Nuestra bandera es imagen de la tierra que nos vio nacer. Desde los pirineos hasta Melilla, pasando por Ceuta. Aglutina a todas sus gentes. Es todo lo que nuestros predecesores sufrieron, para que tuviéramos hoy el confort del que gozamos. Los caídos de un bando y otro, que murieron por distintos ideales en la guerra civil. Unos cedieron el escudo y otros la franja, por esta bandera que es la nuestra, con multitud de imperfecciones, pero símbolo de la concordia que acordamos en los 70 e insignia del progreso y bienestar que hemos conseguido desde entonces.

Ideales: palabra esencial y a la vez casi en desuso, que hay que recuperar. Nuestra bandera somos todos: bisabuelos, abuelos, padres, hijos, nietos, bisnietos…Nuestra razón de ser: costumbres y tradiciones, lenguas y patrimonio. Representa todo lo nuestro, sí…Pero lo compartimos gustosos con el resto del mundo y en todas partes nos admiran.

Los que se orinan en nuestra bandera, se ríen de ella y la ultrajan constantemente bajo la endeble excusa de la ¨libertad de expresión¨, sólo lo hacen porque no es su bandera y no porque desean que las banderas no existan. Simplemente su bandera es otra. Enemiga nuestra. Pero claro, de la suya no dicen que sea tan sólo un trapo, no comentan que no da de comer o trabajo, ni se suenan los mocos con ella. La suya es mucho mejor que la nuestra, la cual anhelan destruir y no sólo la tela, sino todo lo que representa. Ya sea la estelada, la ikurriña o las tibias y la calavera…Hay muchas banderas.

Las leyes europeas permiten estas ofensas contra nuestros principios. Mientras no haya justicia, el fuego de las antorchas, encendidas con la llama del odio, podrá quemar el trapo. Lo que nunca conseguirán es doblegarnos. Ya lo decía Blas de Lezo, “una nación no se pierde porque unos la ataquen, sino porque quienes la aman no la defienden”.

Nuestra nación está en peligro. Defendamos nuestra bandera, aunque nos cueste la vida en el empeño, porque ser españoles, es mucho más que un sentimiento, es una inmensa responsabilidad. Cuando llegue mi turno, en un frío cementerio, no quiero velas ni llantos, ni flores ni cuchicheos. No quiero nada. Sólo aspiro a que me entierren con la bandera de España.

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