La paciencia

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Begoña Ramírez Joya

Es indudable que somos una especie paciente. En el siglo XXI, después de dos guerras mundiales, escudos antimisiles, crisis no sólo económica, también y quizá más importante de valores, que no bancarios sino humanos.

Pues bien, aún así seguimos pensando y debatiéndonos cada día por hacer de la cordura una forma de vida. La cordura de no hacer daño, la cordura de no robar, la cordura de ver en los demás el reflejo de uno mismo. Y ahora de repente me doy cuenta de que son casi los mandamientos y que aflora en nosotros lo aprendido pero de forma crítica. Porque las religiones se nutren de unas filosofías que no les son propias. La búsqueda espiritual está por encima de cualquier religión porque ya surgió en el humano incluso antes que la palabra religión. Como una forma de acercase al mundo, interpretarlo e intentar entenderlo, que no dominarlo, como parecen pretender las religiones oficiales o la ciencia ortodoxa .Entender no es controlar. Es el primer paso para comprender y a partir de ahí puede surgir el control o el respeto. O el amor en un sentido amplio.

Pero aparece aquí uno de los escollos de nuestra propia naturaleza:

La necesidad de controlar. Controlamos porque nos sabemos vulnerables y de esa forma creemos que erradicamos el miedo, pero el control, como el poder, como el dinero… enganchan, se convierten en esenciales y cada vez necesitamos más.

Por eso no nos solemos conformar con exponer nuestros argumentos y compartirlos, incluso extrayendo de todos y cada uno lo que pueda resultar útil, si no que nos empeñamos en hacer prevalecer nuestro punto de vista por encima de todos los demás y sólo nos sentimos realmente satisfechos, no si hemos aprendido algo nuevo sino si hemos logrado hacer prevalecer nuestro criterio.

En esta lucha y en el nombre de Dios en sus diferentes vertientes llevan las distintas religiones intentando imponerse como únicas y verdaderas.

Pasa igual con las diversas formas culturales, de forma y pensamiento que han ido desarrollándose en los humanos según la parte del mundo, el clima, las características propias y peculiares de cada lugar. Que hacen que cada uno sea igual y diferente.

La imposición de formas de cultura ha sido utilizada como pretexto histórico para conquistas e invasiones. E incluso se sigue haciendo en la actualidad.

La diferencia es una amenaza. Y en esta torre de babel continuamos sin entendernos como ya nos condenaron en épocas inmemoriales.

Quizá sea esa la maldición de la especie humana, no llegar a comprendernos, a amarnos y respetarnos jamás pero al mismo tiempo, seguir intentándolo cada día como Sísifo, arrastrando la pesada piedra hasta lo más alto para que luego vuelva a caer y todo vuelva a empezar.

 

 

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