✍Antonio Gómez Romera
Domingo, 19 de enero de 2025
EN EL CCXVI ANIVERSARIO DEL NACIMIENTO DEL ESCRITOR EDGAR ALLAN POE
Tal día como hoy, domingo, 19 de enero, festividad de San Mario de Persia, mártir decapitado en Roma en tiempos del emperador Claudio II, 270, en la tercera semana de 2025, se cumplen 216 años (jueves, 1809) del nacimiento del escritor norteamericano Edgar Allan Poe, considerado uno de los maestros universales del relato corto y de los cuentos de terror.

Breves Notas Biográficas
Edgar nace en Boston (Massachusetts, EEUU), y como cuenta la tradición popular, lo hace con muy «mala estrella», pues antes de que cumpla 3 años va a quedar huérfano de padre y madre. Es el segundo hijo de David Poe Jr. (1784 – 1811) y de Elizabeth Arnold (1787 – 1811), actores de teatro itinerantes y tiene un hermano mayor, William Henry Leonard (1807 – 1832) y una hermana menor, Rosalie (1810 – 1874).
Al fallecer su madre el día 8 de diciembre de 1811 por tuberculosis, William Henry Leonard es acogido por sus abuelos paternos en Baltimore. Rosalie es adoptada por el matrimonio William y Jane Scott Mackenzie, de Richmond (Virginia) y Edgar es acogido, también en Richmond, por un acomodado y próspero hombre de negocios, John Allan (1779 – 1834), de profesión abogado, que vive junto a su esposa Frances Keeling Valentine (1785 – 1829). Aunque toma el apellido del padrastro y crece en su hogar, nunca va a ser adoptado legalmente.

Edgar, de muy niño, sabe de memoria extensos textos y poemas, que recita a la hora del té en las ocasionales visitas de las amigas de su madre adoptiva, quienes no se cansan de escucharlo. También le gustan las flores y pasa con ellas horas observándolas y estudiándolas. Mientras que el padrastro de Poe es un hombre huraño, y nunca va a apoyar a Edgar en su afán de ser escritor, su madre adoptiva pone toda su confianza en él y siempre le demuestra su cariño. Edgar se considera un «caballero del Sur», pero ser huérfano conlleva un estigma en la aristocrática y clasista sociedad del Sur de los Estados Unidos. El nunca va a cuestionar los valores con los que es educado: escepticismo ante la democracia, exaltación de la mujer en su papel de esposa y madre, justificación de la esclavitud, idealización del feudalismo medieval y desprecio por el progreso del maquinismo.
Los negocios llevan a su familia adoptiva a Londres (1815). Edgard estudia en uno de los exclusivos internados de Chelsea, donde aprende a escribir en latín y a hablar francés. Sin embargo, los negocios en Inglaterra no tienen el éxito esperado y regresan a Richmond en 1820.
Donde Edgard se familiariza con el “folclore” de las nodrizas y los criados negros que apenas distinguen entre lo ordinario y lo sobrenatural, lo real y lo fantástico, los vivos y los muertos, escuchando historias sobre zombis, aparecidos y magia negra. Es un ávido lector de los cuentos de terror publicados en las revistas inglesas y escocesas que llegan a la oficina de su padrastro con argumentos entre lo gótico y lo romántico, que discurren en páramos sombríos y mansiones en ruinas y cuyos protagonistas son familias castigadas por una maldición. Por entonces, Edgard aprende a recitar poemas de Walter Scott para deleite de las amigas de su madre adoptiva.

Inicia los estudios de Leyes y Comercio en la Universidad de Virginia, pero Edgard se aficiona demasiado al juego y a la bebida. Se interesa por todas las disciplinas y siempre va con un libro en las manos. Según Sarah Elmira Royster Shelton( 1810 – 1888), amiga del escritor, “Edgar era un muchacho muy guapo, no muy hablador. De conversación agradable, pero de comportamiento más bien triste. Nunca hablaba de sus padres. Estaba muy ligado a la señora Allan, así como ella a él. Era entusiasta, impulsivo, no soportaba la menor grosería verbal”.
Cuando su padrastro se niega a pagar sus deudas de juego, se ve obligado a dejar la Universidad, y humillado y deshonrado, tras discutir con él, Edgard se marcha a Boston con un baúl y algo de dinero. En 1827 publica su primer libro, “Tamerlán y otros poemas”, que pasa desapercibido. Sus recursos económicos empiezan a menguar y se da cuenta de que no tiene lo suficiente para vivir, por lo que se alista en el ejército, siendo destinado a Fort Independence (puerto de Boston) y, con el tiempo, es ascendido a artificiero.

Su padrastro ni siquiera le informa de la grave enfermedad que aqueja a su esposa. Frances muere el sábado 28 de febrero de 1829, y Edgard solo puede acudir a su casa el día siguiente al funeral. Frente a su tumba, no puede resistir el dolor y cae desmayado. Pero también en el ejército tiene problemas. Tras ser juzgado en una corte marcial por desobediencia, abandona el servicio en 1831.
Parte hacia Nueva York y publica, con la ayuda de algunos antiguos compañeros de West Point, su obra “Poemas”. En 1833, Edgard gana un premio de 50 dólares por la obra “Manuscrito hallado en una botella”, y gracias a la ayuda de un acaudalado caballero, John Pendleton Kennedy (1795 –1870), abogado, novelista y político, consigue trabajo como redactor en el periódico “Southern Baltimore Messenger”, donde puede publicar diversas narraciones y poemas.
El martes 22 de septiembre de 1835, cuando Edgard ya cuenta con 26 años, contrae matrimonio con su prima Virginia Eliza Clemm, de 13 años de edad (1822 – 1847). “Sis” la llama Edgar, aunque en el certificado de matrimonio que se expide meses después aparece registrada con la edad de 21 años.

En 1839 escribe “Tales of the Grotesque and Arabesque” (“Cuentos de lo grotesco y arabesco”), su sexto libro, publicado en dos volúmenes que incluyen algunas de sus obras más emblemáticas como “La caída de la Casa Usher” o “Ligeia”. La situación económica de Edgard mejora bastante y se traslada junto con su esposa y su suegra a Richmond, donde por primera vez desde su niñez puede vivir tranquila y cómodamente. En esa época desarrolla el germen de lo que posteriormente se conocerá como “novela policíaca», con la obra “Los crímenes de la calle Morgue”.
En 1843 obtiene un éxito extraordinario con un relato acerca de un fabuloso tesoro escondido: “El escarabajo de oro”, y en 1845 escribe «El cuervo y otros poemas”. Y en 1846 publica una de sus obras más famosas: “El barril de amontillado”.
El sábado 30 de enero de 1847, su esposa fallece a causa de la tuberculosis y según cuentan sus amigos, Edgard siguió todo el cortejo funerario ataviado con su vieja capa de cadete, una prenda que durante meses había sido la única ropa de abrigo que había habido sobre la cama de Virginia. En la obra de Lorenzo Silva, “Poe, o las ropas ajenas” (2009) se reseña que “Sin Virginia, que había sido su soporte y su asidero vital, la naturaleza débil, caótica y autodestructiva de Poe se impuso. Lo arrojó a la depresión, el alcoholismo y otras adicciones y lo hizo resbalar imparablemente hacia el borde del abismo. Uno de los mayores misterios del carácter de Poe es cómo convivían, en un solo ser, esa tendencia al desastre en lo personal y una capacidad tan extrema para alcanzar la perfección en lo literario. Fue, sin duda, un pésimo gestor de su vida, pero sus textos están entre los más impecables y exactos jamás escritos.
Tras la muerte de su esposa, entabla relaciones con varias mujeres, pero nunca llegan a buen puerto debido a su difícil carácter y a los problemas que sigue teniendo con la bebida. A pesar del estado de desesperación en el que cae, es entonces cuando escribe obras tan relevantes como “Ulalume”, y “Eureka”, el último libro publicado por Edgard.

En 1849, con 40 años de edad, concierta un matrimonio con su amiga Sarah Elmira Royster y, a pesar de que todos sus allegados lo ven entusiasmado e incluso feliz con el proyecto, un día desaparece y se le pierde el rastro.
El miércoles 3 de octubre de ese mismo año, es hallado en las calles de Baltimore en estado de delirio, «muy angustiado, y necesitado de ayuda inmediata». Es trasladado por su viejo amigo James E. Snodgrass al “Washington College Hospital”, donde muere el domingo, 7 de octubre de 1849, a las cinco de la madrugada. En ningún momento fue capaz de explicar cómo había llegado a dicha situación, ni por qué motivo llevaba ropas que no eran suyas. La leyenda cuenta que en sus últimos momentos invocó obsesivamente a un tal Reynolds, el explorador que le había servido de referente para su novela de aventuras fantásticas “La narración de Arthur Gordon Pym”. Sus últimas palabras fueron: «¡Que Dios ayude a mi pobre alma!».
Tanto los informes médicos como el certificado de defunción se han perdido. Los periódicos de la época dicen que su muerte se debió a una «congestión» o a una «inflamación» cerebral, eufemismo se solía encubrir en la época los fallecimientos por motivos más o menos vergonzosos, como era el caso del alcoholismo.
En los escritos de Poe sobresale una marcada acuciosidad en los detalles, lo que puede atribuirse a rasgos de personalidad que se observan en personas epilépticas. Un ejemplo de ello son los intrincados recursos a que recurre su personaje, el inspector Augusto Dupin, célebre primer detective que se describe en la historia de la literatura: precursor del mítico Sherlock Holmes y del sargento Cuff, de los autores victorianos Arthur Conan Doyle (1859 – 1930) y Wilkie Collins (1824 – 1889), respectivamente.

Colofón
En una de sus cartas, Edgar dice: “6 años atrás, la mujer que más amé enfermó con recurrentes sangrados pulmonares, al final del año se repitieron estos episodios. Me volví loco de dolor, con largos intervalos de horrible sanidad. Durante los episodios de absoluta inconciencia bebí,… Dios sabe cuan a menudo o cuánto. Como ofensa, mis enemigos atribuyeron mi locura al alcohol en vez del abuso de alcohol a la locura”. Cuentan que su tío, cuando se enteró de su muerte, pronunció esta amarga frase fúnebre: «Había conocido tanto dolor y tenía tan pocos motivos para sentirse satisfecho con la vida, que este cambio apenas puede considerarse una desgracia».

Charles Baudelaire (1821 – 1867), que es quien le traduce y descubre para Europa, logra reconocer su genio y afirma: “hay en la historia de la literatura destinos de hombres que llevan la palabra fatalidad escrita en caracteres misteriosos en los pliegues sinuosos de la frente, tal fue el caso de Poe, el más original, el más sensible y el más infortunado de los poetas”.