LA FIESTA. EL ÚLTIMO VIAJERO ROMÁNTICO

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LA FIESTA. EL ÚLTIMO VIAJERO ROMÁNTICO

Iñaki Rodríguez -Escritor-

Se asoma la garcilla bueyera y algo me dice que la fiesta va a comenzar. Un grupo de cercetas pardillas se aglomeran junto a la pista de baile y la música suena cada vez más alta. Algún besugo intenta seguir, sin éxito, el ritmo frenético que marca el DJ, que solo los pargos criollos parecen saber bailar. En medio del tumulto no cabe el relax. Los tiburones coralinos lo saben. Sus ojos inmóviles acechan sin descanso a una palometa blanca que, inocentemente, se aleja sola del meollo sin percatarse del peligro. Si hay alguien que no pierde el hilo y no para nunca de pensar, es el jorobado del penacho, que ríe y relame y a la vez retuerce la lengua. Una Xerla morruda cruza la disco y nadie imagina que, en realidad, es un borriquete. El bonito del atlántico se apoya en la columna, con la confianza del que sabe que es muy guapo, mientras el pez sierra se esconde en un reservado y abre ligeramente la cortina, para observar sin ser visto. El águila cara de vaca es más fea que él y, sin embargo, no se oculta.

Algunos, como el tiburón cebra, intentan ser diferentes por miedo a ser ellos mismos y otros, como el Martín pescador, simplemente sueltan la caña, a ver que pescan. El silbón europeo se ha encaramado en la puerta de los baños, esperando a que salga alguna gallineta. Aunque, como siempre, echaran la culpa de todo al gorrión. En la barra y bebiendo sin mesura, se encuentra la focha cornuda, que se traga los tequilas en actitud suicida para odiar, aún más, a un pato colorado, víctima de un desamor. Las ranas se mofan de un cisne cuellinegro y las percas de tres colas no cesan sus chismorreos, cotilleando sobre el pulpo que murió anoche en el parking, haciendo el amor. ¡Se anima la fiesta! Una herrera se pone como unas castañuelas al ver bailar a un tiburón cornudo y la estrella murciélago, se sube a un taburete tocando las palmas. Llega un tiburón inflado y, en un querer y no poder, se planta frente a una lubina que, de un aletazo, lo deja sentado junto a un falso abadejo. El jurel baila con la morena, la rabirrubia con el mero y un pez globo enmascarado se va, espantado por una vieja trompetera. De pronto, se para la música y se agua la fiesta. ¿Quién ha invitado a las medusas?

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