ANSIEDAD: VENCER SIN LUCHAR

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ANSIEDAD: VENCER SIN LUCHAR

María Robles -Psicóloga Clínica
Co-directora en Essentia, Psicología y Bienestar-.

La ansiedad, en origen, es un mecanismo adaptativo que nos prepara para afrontar con mayor éxito de supervivencia situaciones potencialmente peligrosas que están sucediendo o que van a suceder inminentemente.

En este caso, la hípervigilancia, tan característica de la ansiedad, tendría la función de intentar anticiparse a la amenaza externa inmediata para poder neutralizarla.

Esto cobra mucho más sentido cuando pensamos en la gran cantidad de peligros a los que estaba sometido el hombre en el pasado, en un medio natural y primitivo.

En su proceso de evolución, el ser humano ha ido adoptando medidas de control del contexto y de sus riesgos, y una de las formas más importantes de ejercer este control sobre el mundo fue la adquisición del lenguaje verbal.

En un primer momento, el lenguaje era exclusivamente externo, en concreto, determinadas palabras comenzaron a utilizarse frente a determinadas situaciones amenazantes ante las que la persona sentía miedo, como manera de avisar a otros individuos del peligro ⚠️.

Sin embargo, este lenguaje poco a poco se fue internalizando (pensamientos) 💭 y a partir de ese momento, a causa de las propias propiedades del lenguaje, las personas ya no sólo podían reaccionar con ansiedad ante una amenaza presente, sino que ahora podían reaccionar con ansiedad a las propias palabras que se asociaban con esa amenaza, por ejemplo al recordar una amenaza pasada, o al adelantarse agoreramente a una amenaza futura. Ahora, por tanto, la activación hipervigilante no comenzaría solamente ante la amenaza, sino mucho antes de que esta apareciera. Es lo que llamamos ansiedad anticipatoria.

De esta forma el hombre fue desplazando sus miedos presentes hacia otro tipo de amenazas más futuribles, más simbólicas, menos objetivas y por tanto, más difíciles de controlar.

Por ejemplo, es obvio pensar que a partir del desarrollo del lenguaje las relaciones y estructuras sociales también se hicieron más complejas, dando lugar a nuevos miedos referidos a la competencia, valía personal dentro del grupo, reconocimiento, etc.

Y si la ansiedad desaparece en cuanto se resuelve la situación amenazante,…¿qué ocurre entonces con este tipo de amenazas que no se acaban de resolver porque ni siquiera tenemos la certeza de que vayan a cumplirse o porque no dependen exclusivamente de nosotros sino por ejemplo de la decisión u opinión de otras personas?, ¿cómo logramos que cese la ansiedad entonces?

Ahora teníamos dos problemas…la situación amenazante que no podíamos solucionar en el presente y el estado de ansiedad indefinido en el que esta situación nos mantenía 🤯.

Nos fuimos metiendo entonces en una paradoja, queríamos que cesaran los síntomas de ansiedad y para ello necesitábamos controlar la situación que los provocaba, pero como esa situación no se estaba dando en el presente, la única manera de controlarla era a través de la mente, de la anticipación y la rumia mental, algo que nos creaba inevitablemente más ansiedad, cerrándose así un círculo vicioso 🌀de retroalimentación en el que se iba intensificando el miedo al miedo…el miedo a no tener el control.

Miedo que está a la base de la mayor parte de los trastornos de ansiedad que hoy en día están descritos.

El trastorno de ansiedad generalizada, por ejemplo, consiste en la preocupación y rumiación constantes como intento de preparar mentalmente todos los escenarios posibles de un futuro incierto y preocupante para el que la persona cree que, en el caso de que se den, no tendrá capacidad de respuesta o resolución. Curiosamente, esa misma tendencia a tener la atención más puesta en el futuro que en el presente, le dificulta el discriminar que la mayor parte de las veces, lo peor nunca ocurre.

Este trastorno está íntimamente relacionado con el de ansiedad social, solo que en este último, las preocupaciones gravitan sobre todo en torno a la inseguridad respecto al desempeño social de la persona.

La preocupación en estos problemas llega a ser tan intensa que hasta el mismo hecho de estar preocupado comienza a preocupar. Por esta razón es común caer en la lógica tramposa, “muerto el perro se acabó la rabia”, de que la solución estará en anular todas las posibles fuentes de preocupación, entrando en un bucle demencial de rumiación y constantes evitaciones de situaciones potencialmente ansiógenas que se van generalizando. De esta forma se van inhibiendo cada vez más acciones (tomar decisiones, enfrentarse a situaciones nuevas, afrontar miedos etc.) y en el caso de que se den, siempre están imbuidas de un perfeccionismo patológico.

De hecho, el perfeccionismo, tal y como se tiende a creer, no suele ser un problema en sí mismo, sino una consecuencia, una estrategia más de control y evitación de la ansiedad, es decir, cuanto más “perfecto” salga todo y menos “equivocaciones” o “errores” se cometan, menos probabilidad habrá de que yo me sienta mal.

Lo mismo ocurre en el trastorno obsesivo compulsivo, con la peculiaridad de que, en este caso, la persona intenta evitar la ansiedad que le producen sus preocupaciones obsesivas, tejiendo compulsivamente una red de complejas ritualizaciones en la que no tardará en quedarse atrapada. Cuantos más rituales hace, más necesita hacer, llegando a perder una gran cantidad de tiempo y energía en ellos.

Pensemos, por ejemplo, en qué una persona con un TOC de limpieza puede llegar a lavarse las ✋🏻 un promedio de 60 veces al día.

Por otro lado, es muy frecuente que estos problemas, terminen generando un trastorno por pánico con o sin agorafobia, ya que, cuando la ansiedad se dispara superando ciertos umbrales sin que haya presente un estímulo peligroso evidente, la sensación suele ser tan confusa que se puede experimentar fácilmente como una vivencia muy perturbadora de descontrol, es decir, sin una amenaza presente y clara, la ansiedad comenzaría a ser la propia amenaza en sí misma, generándose un círculo vicioso de miedo al miedo, una escalada imparable en la que la ansiedad alimenta el miedo y el miedo alimenta la ansiedad, y en la que la función de la hípervigilancia, pasaría a ser la de intentar controlar que esos síntomas no se vuelvan a disparar.

Al igual que en los casos anteriores, la cosa se acaba de complicar cuando la persona, por puro instinto de “supervivencia”, comienza a evitar cada vez más situaciones, actividades y/o pensamientos que le puedan provocar ansiedad, metiéndose en una espiral de evitaciones que le van alejando progresivamente de todo lo que le importa en la vida. Es posible que a duras penas consiga mantener a raya su ansiedad, pero el precio será perder por el camino importantes reforzadores como el disfrute, la autonomía y la libertad.

Es fácil entender entonces porque, en la mayor parte de los casos, los trastornos depresivos y los trastornos de ansiedad van cogidos de la mano. De hecho, la mayor parte de los trastornos depresivos están originados por las consecuencias de no tratar adecuadamente un problema de ansiedad.

Buscando soluciones

La lógica imperante al hablar de trastornos de ansiedad insinúa que el problema está en nuestra respuesta fisiológica, como si hubiera algo dentro de nosotros que hubiera comenzado a “malfuncionar” y que debiéramos aplacar mediante medicación ansiolítica 💊o relajación 🧖‍♀️ . Tomemos como ejemplo expresiones como: “estoy malo de los nervios” o “soy demasiado sensible”.

Sin embargo, podemos observar que en todos los casos antes descritos, el verdadero problema no es la respuesta fisiológica de ansiedad en sí misma (esta funciona correctamente), sino la intolerancia a la incertidumbre (querer controlar lo que no se puede controlar) y todo lo que hacemos para no sentirla….y esto es algo que a día de hoy ninguna pastilla puede solucionar. Es por esto que cuando una persona se medica pero no sigue ningún tipo de terapia psicológica, muy probablemente vuelva a experimentar los mismos síntomas poco después de dejar la medicación.

Por esta misma razón la terapia no se debería enfocar en bajar los niveles de ansiedad, ya que esto es precisamente lo que ha venido haciendo la persona sin éxito y no hace más que retroalimentar el miedo al miedo, por contra, debe centrarse en entrenar a la persona en nuevas estrategias para gestionar las sensaciones y pensamientos desagradables de ansiedad sin necesidad de que siga huyendo o luchando contra ellas, apoyándose al mismo tiempo en los valores que le impulsan a seguir hacia adelante, para poco a poco ir enfrentando la incertidumbre y desbloqueando la rumiación y todos los demás mecanismos de evitación que ha ido poniendo en marcha a lo largo del tiempo, hasta recuperar por completo su vida normal.

Como podemos observar, la paradoja de la ansiedad consiste en que cuanto más intentamos luchar contra ella, más poderosa se hace….y es que esta es una de esas batallas, que se ganan no yendo a la guerra.

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