EFEMÉRIDES DE FIN DE SEMANA

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Domingo, 27 de febrero de 2022.

159 AÑOS DEL NACIMIENTO DEL PINTOR JOAQUÍN SOROLLA

Antonio Gómez Romera

«Autorretrato» (1904)

Hoy se cumplen 159 años (viernes, 1863) del nacimiento del pintor Joaquín Sorolla y Bastida, en el bajo de la casa número 4 de la valenciana calle de las Mantas, en las inmediaciones de la Lonja de la Seda. Muy pocos pintores han tenido el raro don y el milagro de recoger la luz, apresarla y plasmarla en el lienzo y se puede decir que Joaquín Sorolla lo tiene y con mucha generosidad.

«Clotilde García del Castillo», Antonio García, 1886 (MS 80438)

Notas biográficas (de infancia y juventud)

Joaquín es el primer hijo de una familia humilde; sus padres, Joaquín Sorolla Gascón (1833-1865), natural de Cantavieja  (Teruel) y de María Concepción Bastida Prat (1837-1865), valenciana, de origen catalán (Ripoll, Gerona), tienen un pequeño negocio textil, llamado “Sis Dits”. Es bautizado en la parroquia de Santa Catalina el día siguiente al de su nacimiento por el vicario de esta iglesia, Rafael Vicente Soler. Sus padrinos son José Herrero, “del comercio, natural de Paterna, vecino de San Juan”, posiblemente compañero de trabajo del padre de Joaquín, y Eudalda Bastida, su tía materna. El domingo, 4 de diciembre de 1864, nace su única hermana, Concha (1864-1934). Desgraciadamente, sus padres no pueden llegar a conocer el talento de su hijo, pues queda

huérfano a finales de agosto de 1865, víctimas de una epidemia de cólera morbo cuando Joaquín sólo tiene 2 años. Unos tíos maternos suyos: Isabel Bastida Prat, de profesión modista, y su marido, José Piqueres Guillém, de profesión maestro cerrajero, les recogen a él y a su hermana Concha en su domicilio de la calle Llarga de Sequiola, hoy número 20 de la calle Don Juan de Austria. Ya en la escuela, Joaquín demuestra su afición por el dibujo y la pintura y sus tíos le alientan en su vocación.

«El primer hijo» (1890) (Colección particular)

Trabaja como aprendiz en el taller familiar y comienza sus estudios nocturnos de dibujo entre 1876 y 1878 en la Escuela de Artesanos de Valencia, situada entonces en la calle Barcas, 8, hoy llamada de Pintor Sorolla, donde imparte clases el escultor Cayetano Capuz. Entre 1878 y 1881, es decir, de los 15 a los 18 años, estudia pintura en la Escuela Superior de Bellas Artes de San Carlos, situada entonces en el actual Centro del Carmen en la calle Museo. Estudia con Salustiano Asenjo Arozarena (1834-1897), y empieza a conocer la obra de los artistas más famosos de la época, Francisco Domingo Marqués (1842-1920), Ignacio Pinazo Camarlench (1849-1916), Antonio Muñoz Degraín (1840- 1924) y Emilio Sala Francés (1850-1910). Entre sus distintos maestros destaca Gonzalo Salvá Simbor (1854-1923), que le introduce en la pintura al aire libre. Con 16 años (1879) Joaquín conoce a la que va a ser su mujer y la madre de sus hijos: Clotilde, una mujer cariñosa, tierna, levemente celosa, con un gran sentido del humor, complaciente y con carácter. Al mismo tiempo, discreta, trabajadora y que será magnífica esposa y madre. En 1880 consigue una medalla de plata por su obra «Moro acechando la ocasión de su venganza», en la Exposición de la «Sociedad Recreativa El Iris» de Valencia, sita en la calle Libreros, nº 2. En 1881 instala su primer estudio de pintura en la calle San Martín, nº 9 y en 1883 se cambia a otro estudio en la calle de la Corona. Muy pronto conoce el éxito, tanto en España como en toda Europa y América. Comparte estudio en la planta baja de la calle Las Avellanas nº 12 de Valencia con José Vilar y Torres (1828-1904), los hermanos Benlliure e Ignacio Pinazo.

Sorolla es pensionado con una beca por la Diputación Provincial de Valencia para viajar a Roma, a la Academia Española de Bellas Artes, donde a la vez que trabaja conoce el arte clásico y renacentista, los grandes museos y a otros artistas. El sábado, 8 de septiembre de 1888, se «desposa y casa solemnemente» en el templo parroquial de San Martín obispo y San Antonio Abad de Valencia, con Clotilde García del Castillo, la tercera hija de su protector y mecenas, el fotógrafo Antonio García Peris. La ceremonia fue celebrada por el coadjutor de la parroquia, Vicente Rodrigo y Quereda, según se hace constar en el Libro 28 de Matrimonios, folio 103 vuelto de dicha parroquia. El joven matrimonio se instala en la ciudad italiana de Asís. Finalizada la beca, en 1889, regresa a Valencia y se relaciona con el Partido Republicano y con Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928), instalándose seguidamente en Madrid. En esa época pinta temas costumbristas y anecdóticos por su fácil venta; se trata de pequeñas acuarelas que comercializa su marchante y amigo, Francisco Jover y Casanova (1836-1890). Su primera hija, María Clotilde (1889-1956), que con el tiempo se dedicará también a la pintura, nace el 13 de abril de 1889 en Madrid, en la casa-estudio que han alquilado en la Plaza del Progreso.Sus otros dos hijos, Joaquín y Elena, nacen en Valencia el 8 de noviembre de 1892 y el 12 de julio de 1895, respectivamente. Joaquín va a ser el primer director del “Museo Sorolla” desde su fundación en el año 1932 hasta su fallecimiento en 1948. Y Elena va a ser escultora y pintora.

Retrato de Clotilde

En apenas 5 años, Joaquín alcanza gran renombre como pintor. Es cariñoso con Clotilde, apasionado y muy detallista. Continuamente le envía ramos de flores de azahar, violetas y claveles. En sus frecuentes viajes a París y Barcelona le compra los trajes y los sombreros con los que aparece en los cuadros. También lo hace con sus hijas, a las que es habitual que les escoja la ropa, siempre pensando en pintarlas. Su vida de trabajador infatigable transcurre pintando en la playa o en su estudio, en el que corretean sus hijos junto a sus discípulos. Según el escritor Vicente Blasco Ibáñez es “hombre de tranquilas costumbres, dedicado por completo al arte y la familia, apenas sale de casa ni frecuenta el mundo. Su estudio parece el interior patriarcal y tranquilo de una antigua casa holandesa”.  Y como bien reconoce el mismo Sorolla, “He vivido siempre al amor de la familia, apartado de todo lo que no fuera el afecto de los míos y la labor artística… Pinto porque amo la pintura. Pintar para mí es un placer inmenso”.

En 1.894 viaja de nuevo a París, donde desarrolla un nuevo estilo pictórico, el «luminismo», que va a ser característico de su obra a partir de entonces. Comienza a trabajar al aire libre. Ya domina, con maestría, la maravillosa luz mediterránea y la refleja en las escenas cotidianas y paisajísticas que pinta;  es capaz, como nadie, de transmitirnos la alegría de vivir, el color, el movimiento sempiterno de las olas y su fugaz alfombra de espuma sobre el rebalaje de la playa y los juegos de los niños a la orilla del mar.

Joaquín Sorolla y Clotilde – Antonio García Peris (1901)

Sorolla y Granada

Joaquín viene a Granada en 4 ocasiones: en la Semana Santa de 1902 es una visita de sólo 2 días. En el otoño de 1909 e invierno de 1910 se dedica a capturar los monumentos y las calles de la ciudad para una exposición en el «Art Institute» de Chicago y el «Art Museum» de San Luis. Y, por último, en febrero de 1917, simplemente para disfrutar del entorno y pintarlo por placer.

Marzo de 1.902. La primera es una visita fugaz, de apenas 2 días, 24 y 25 de marzo, lunes y martes de Semana Santa, acompañado de su gran amigo José Pedro Gil Moreno de Mora (ingeniero, ilustrador y bibliófilo, 1892-1945) y su mujer, María Planas y el pintor Miguel Hernández Nájera (1864-1936) y su mujer Carmen. Se alojan en el Hotel Washington Irving, en los jardines de la Alhambra. Joaquín queda deslumbrado por el paisaje y el patrimonio monumental de la ciudad. Lo deja por escrito, en las cartas que envía a Clotilde: “No puedes imaginarte lo que siento no vinieras conmigo, sobre todo por Granada, la impresión de Sierra Nevada es algo de lo que no se olvida”. La Sierra supone para Joaquín un reclamo irrenunciable a través del cual va a ir descubriendo la ciudad llegando a la intimidad de los jardines y patios de la Alhambra, que ve como “corralitos melancólicos casi conventuales”.

«Autorretrato» (1909) (MS 00840)

Noviembre de 1.909. En la noche del domingo 21, llega Joaquín a Granada, según informa “La Publicidad”, Diario de avisos, noticias y telegramas. Eco fiel de la opinión y verdadero defensor de los intereses morales y materiales de Granada y su provincia. El redactor recoge en sus páginas que “En el tren correo de los Andaluces, como teníamos anunciado, llegó anoche a esta ciudad el insigne pintor valenciano D. Joaquín Sorolla, acompañado de D. Tomás Murillo. Ambos señores se hospedan en el hotel Washington Irving de la Alhambra”. Tomás Murillo Ramos (Valencia, 1890-1934) es un joven discípulo y ayudante de Joaquín. Como bien exponen Víctor Lorente Sorolla, Blanca Pons-Sorolla Ruiz de la Prada y Marina Moya Escobar en los “Epistolarios de Joaquín Sorolla. II. Correspondencia con Clotilde García del Castillo”, (Barcelona), de editorial Anthropos, 2008, “La llegada es de noche, y el coche te lleva largo rato cuesta arriba por estos laberínticos jardines, produciendo igual efecto que si entraras con los ojos vendados… y si mañana hay sol es maravilloso el espectáculo, pues si como me dicen hay una gran nevada en esta estupenda sierra, entonces no dudo superará esta vez a la primera que vine con Pedro”. Escribe asimismo a su familia: “He dado un largo paseo por este fantástico Alcázar, he recorrido mucho acompañado del arquitecto, encontrando en todos momentos, el cariño y respeto de todos, dándome mayores facilidades de las que pueda necesitar”. El arquitecto es Modesto Cendoya Busquets (1856-1938), director- conservador de la Alhambra. Va a ser el principal anfitrión de Joaquín en esta visita y en las dos restantes, él y el duque de San Pedro de Galatino. El mal tiempo hace que durante los primeros días se dedique a pintar los rincones de la Alhambra. Concretamente en las cartas señala a su mujer que la sierra está cubierta y que no desea salir de Granada sin pintarla. Según hace constar el cronista de “La Publicidad”, “Por las mañanas pinta el jardín de Lindaraja; después de almorzar, conságrase al patio de la Mezquita, y a la caída de la tarde, en los Adarves traza la maravillosa vista panorámica que desde allí se descubre”.

“Reflejos de una fuente” (1908). Museo Sorolla

En una entrevista concedida a «El Defensor de Granada», se declara «un entusiasta de esta tierra privilegiada, porque es un adorador de la luz granadina, porque él, hijo de una ciudad de sabor griego gusta de esta población moruna». Acabada la entrevista, escribe unas pocas líneas a Clotilde: «Hoy no tengo tiempo para escribirte, pues he trabajado hasta última hora y debo ir a comer con el Duque de San Pedro». El duque de San Pedro de Galatino, Julio Quesada-Cañaveral y Piédrola (1857-1936), tiene su residencia en Granada en el Carmen de Benalúa, en el arranque de la cuesta del Caidero. Julio está finalizando la construcción del «Hotel Alhambra Palace», que será inaugurado el próximo día 1 de Enero de 1.910 por el rey Alfonso XIII.

Tienen que pasar varios días para que Joaquín pueda pintar la Sierra limpia, despejada de nubes e iluminada por la luz matizada de rosa del sol del otoño. Joaquín finaliza con pesar esta segunda visita a Granada, y según refiere “La Publicidad”, «Va encantado de Granada, enamorado de sus soberanas bellezas y dispuesto a repetir la visita en la próxima primavera, época en que vendrá acompañado de su esposa». Para Joaquín, hay dos Granadas: «Una Granada femenina, deliciosa, exquisita, la Granada del almirez, del huertecillo, del carmen macetero, del detalle… Y hay otra Granada varonil, grande, sublime, que yo veo en todas partes y no sé dónde está, pero que existe y que acaso sea el conjunto de esa sierra gigante y esa vega extensísima».

“Patio de la Justicia, La Alhambra de Granada” (1909) . Museo Sorolla

Febrero de 1.910. Es el primer viaje en que le acompaña su mujer, Clotilde y sus hijas, María y Elena, que ven por primera vez Granada. También les acompaña la pintora estadounidense Jane Peterson (1876-1965), discípula de Joaquín, a la que llama “Juanita”. Ésta es la visita más larga de Joaquín en Granada y la más fructífera en número de obras. Se alojan en el recién inaugurado “Hotel Alhambra Palace». En Granada hace mal tiempo; estamos en el frío y nevado invierno y Joaquín dedica una mayor atención al Generalife y sus espléndidos jardines. Según señala el joven pintor Manuel Ángeles Ortíz (1895-1984), jiennense de nacimiento, pero criado y formado en Granada, en una carta que remite a José María Rodríguez-Acosta (1878.1941), “Larrocha nos subió una tarde al Generalife, a todos sus alumnos para saludar a Sorolla”. Joaquín les ofrece un cigarrillo, que todos fuman, salvo Manuel Ángeles y otro compañero, que guardan los suyos como recuerdo. De los paisajes de la Alhambra y del Generalife, a Joaquín le interesan especialmente sus patios y jardines y la luz, siempre la luz, que se cuela a raudales por doquier y que se eterniza en un instante, y el sonido del agua. La Alhambra es un placer para los sentidos. Pinta el Patio de la Acequia, el de la Alberca, el de Comares, el de Doña Juana (balcón), el de la Sultana, el de la Justicia, el de Lindaraja, el Jardín de los Adarves de la Alcazaba, e incluso colabora con la “Sociedad de Amigos de la Alhambra” donando un cuadro con el fin de recaudar fondos para la restauración de la Torre de las Damas. Después de pasar muchos días trabajando en estos remansos de tranquilidad, Joaquín se da cuenta de que la creación más paradigmática de Granada es el patio hispanomusulmán, un espacio de recogimiento e introspección que sintetiza su identidad: refugio, pero al mismo tiempo, lugar de descanso y amparo.

Febrero de 1917. La cuarta y última visita de Joaquín a tierras granadinas es para atender un encargo real: hacer un retrato de Alfonso XIII como cazador. Parte el 26 de enero en

tren desde Madrid hacia Láchar (Granada), junto al rey y sus compañeros de la cacería que ha organizado el duque de San Pedro de Galatino. Se alojan en el castillo de Láchar, reconstruido por el duque a mediados de la década de 1.880 sobre los restos de una antigua construcción medieval. Debido al mal tiempo, Joaquín se dedica a tomar apuntes del rey y algunos de la localidad de Láchar y fruto de aquellos días es el lienzo “Capilla de la finca de Láchar”, que se conserva en el Museo Sorolla. El mismo Sorolla reconoce que, “Tratado ahora con interioridad (el rey) es mejor aún, es un hombre incomparable, ameno y prudentísimo, y todos los que vienen con nosotros, o que yo voy con ellos, tienen mucho ingenio”. Pero la idea del retrato al rey se esfuma: “Creo se podrá hacer un bonito retrato, pero en el Pardo, pues el campo de Láchar es soso y monótono”. Joaquín también acompaña al rey en una visita a La Alpujarra, concretamente a la localidad de Órgiva, que se ve deslucida por el mal tiempo. Para el genial pintor “La excursión fue una locura (…) La Alpujarra es interesante, pues aparte de los trozos de montañas hermosos, hay espléndidos olivos y los naranjales están mezclados con éstos dando una bonita armonía de los dos verdes”.

Joaquín Sorolla deja la compañía del rey y su grupo de cazadores y regresa a Granada. Una vez más se aloja en el “Hotel Alhambra Palace”, al que sube desde el Campo del Príncipe gracias al “tranvía cremallera”. El tiempo no le acompaña en aquellos 11 días de su última visita a Granada, cuando ya va a cumplir los 54 años. Joaquín vuelve a pintar y pasear por las salas de La Alhambra. Según reseña el historiador Bernardino de Pantorba en “La vida y la obra de Joaquín Sorolla. Estudio biográfico y crítico” (1970), “En la Alhambra, cada vez se descubren cosas interesantes”, pero “en esta ocasión se concentra en los jardines de la Alhambra, que representa con una pintura acuarelada, levísima, que convierte las imágenes en frágiles espejismos. Es invierno, las albercas están heladas y Sorolla pinta prácticamente en soledad. Sus cuadros nos evocan una Alhambra melancólica, íntima; no hay apenas color y los encajes de las yeserías nazaríes se resuelven en toques ligeros que sugieren su textura. Y de nuevo el espejo del agua, duplicando la imagen. Es un Sorolla maduro, que descansa de los compromisos de los encargos recreándose en estos motivos delicados pintados para su propio deleite.

“Clotilde en el jardín” (1919-1920). Museo Sorolla

Colofón

Granada cuenta desde el 28 de junio de 2012 con una calle dedicada a Joaquín, que se encuentra en intersección entre las céntricas Plaza del Campillo y Ángel Ganivet y que le ha sido dada en reconocimiento a su figura y obra. Granada dejó huella en él y le va a servir de inspiración en algunos de sus lienzos. Fiel a la pincelada suelta y a una amplia paleta cromática, las pinturas que Joaquín dedica a Granada tienen todos los ingredientes de su obra, en la que los árboles parecen moverse, el agua caer y el viento soplar.

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