RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

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EL FRACASADO PROYECTO DE CREAR UNA ESCUELA DE AGRICULTURA EN EL MOTRIL DEL SIGLO XVIII

                                                                              Manuel Domínguez García

-Historiador y Cronista Oficial de la Ciudad de Motril-

MANOLO DOMÍNGUEZ -Historiador y Cronista Oficial de la Ciudad de Motril-

El siglo XVIII fue la época de los grandes proyectos y de los intentos de reformas de la economía nacional.

Es la época de la Ilustración y de los ilustrados que, con nuevas ideas, supusieron un paso decisivo en la superación de los modelos económicos y sociales del Antiguo Régimen y sentaron las bases de lo que, pocos años después, sería conocido como sociedad burguesa.

Es, también, el momento de la Sociedades Económicas de Amigos de País, cuyas finalidades principales eran el fomento y perfección de la agricultura, de la economía y de las ciencias y de las artes.

Motril también tuvo su Sociedad Económica, denominada de “Amantes de la Patria”, que había sido creada a instancias de fray Pedro de Torres, lector del convento de la Victoria de nuestra ciudad y gran estudioso, como lo atestiguan sus obras, de los temas de economía agraria y aprobada por Carlos III en 1786.

Desde sus inicios, la Sociedad motrileña, se preocupó de fomentar la agricultura y la industria en Motril y entre sus socios se contaron con los elementos más cultos de la nobleza, la burguesía y del estamento eclesiástico de la localidad.

La preocupación por la agricultura motrileña era muy lógica, ya que desde el último tercio del XVIII había hecho su aparición, con extremada virulencia, un grave problema que amenazaba con dejar en la ruina total a los motrileños: la crisis de la caña de azúcar.

Motril a lo largo de su historia en la Edad Moderna, había mantenido el monocultivo de la caña y se encontró que desde aproximadamente 1752, debido a cambios climáticos, a la competencia del azúcar americano, a los altos impuestos que recaían sobre el azúcar y a las obsoletas técnicas usadas para el cultivo cañero y producción azucarera;  todo el sistema cañero-azucaro local entró en una profunda crisis que dejó en la ruina a labradores, a dueños de ingenios y a miles de trabajadores que perdieron sus empleos; cayendo nuestra ciudad en un marasmo económico del que no lograba salir pese a los esfuerzos de la Sociedad Económica.

En este contexto de incertidumbre económica y social, se inscribe la tentativa de fray Pedro de Torres de establecer en esta cuidad una Escuela de Agricultura, en la que se enseñara a labradores y jornaleros las nuevas técnicas agrícolas para la mejora de los cultivos y con ello de la producción agraria.

En 1795 presentó, el fraile, su propuesta a la Real Sociedad Económica de Madrid, donde tras ser estudiada por sus expertos en agricultura, se determinó que el establecimiento de esta Escuela sería muy beneficiosa para sacar a la agricultura motrileña de su profunda crisis y que el proyecto, por su gran valor, debería de ser puesto en conocimiento del Consejo de Castilla, lo que efectivamente así hicieron.

Portada de una de las obras sobre agricultura de fray Pedro de Torres…

El Consejo volvió a examinar detenidamente la propuesta y la consideró muy valida, por lo que se notificó a la Chancillería de Granada que, con carácter de urgencia, ordenase al Ayuntamiento de Motril que se reuniera con el fin de aprobarla y comenzar las clases cuanto antes.

El Concejo motrileño efectivamente se reunió en cabildo, pero los ediles municipales no estimaron suficientes las razones y pruebas que fray Pedro aportaba sobre la necesidad imperiosa de establecer este centro educativo agrario y, por el contrario, comisionaron a dos de sus regidores para que fuesen a la Corte e interpusieran recurso ante el tribunal del Consejo de Castilla, con el fin de que este supremo organismo investigase los “ocultos motivos” que el fraile debía de tener para crear esa escuela en la que fuesen a recibir clases tanto labradores como jornaleros pobres, cuando en Motril se estimaba, decía el Ayuntamiento, que los labradores habían sabido llevar desde siempre y perfectamente el cultivo de sus tierras, sin necesidad de recibir enseñanzas de nadie.

Al final, entre dimes y diretes, el tiempo pasó y el proyecto de fray Pedro de Torres cayó, como tantos otros, en el olvido y los documentos se perdieron entre los legajos del Consejo de Castilla y de la Chancillería granadina.

A principios del siglo XIX, un informe del gobernador político y militar de Motril, Jaime Moreno, describe a nuestra ciudad como un pueblo casi fantasma, donde abundaba la miseria extrema por doquier y en cuya “dilatada vega apenas se cultivan unas pocas arrobas de cañas”.

Y es que en el Motril de esta época, como ha ocurrido muchas veces a lo largo de nuestra historia, se mal interpretó y denostó el esfuerzo titánico de unos hombres que, como fray Pedro, estaban muy bien preparados y que con todas sus fuerzas y sin ningún interés personal, quisieron dar prosperidad, cultura y dignidad a su ciudad natal o en la que residían.

La mayoría de estos proyectos innovadores, podríamos poner varios ejemplos entre los siglos XVI y XIX, fracasaron ante la muralla de la indiferencia, la envidia, la maledicencia o el mantenimiento de los privilegios e intereses económicos y el poder por la oligarquía local.

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