EL VERBO PROSCRITO

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TE LO PROMETO POR MI CRUSH

JUAN JOSÉ CUENCA -Escritor-

Si nos ponemos a bichear por cualquier red social en seguida nos daremos cuenta de que todo el mundo quiere tener un Crush, que quién tiene uno posee un tesoro. Sobre todo en Twitter, dónde la palabra crush adquiere un significado que engloba diferentes aspectos que intentaremos conocer y despejar en este artículo.

La palabra “crush” proviene del inglés y viene a significar machacar, pisar, triturar, exprimir o aplastar. Pero claro, en nuestra aplicación tiene un significado un tanto particular. Es, ni más ni menos, que un ligue fulminante, de esos que te dejan la cabeza embotada y dolor en las articulaciones, y que no puede ser entre dos. Es decir, puede sentirlo una sola persona y no ser recíproco. Aunque normalmente tu crush es alguien con el que mantienes algo más que una relación emocional por redes sociales.

Por lo general ese enamoramiento empedernido no suele durar mucho e, incluso, hay quien puede tener varios en la misma semana. De todos es conocido que hay gente a la que le gusta tirar los tejos a todo lo que se mueve por las redes.

Reconozcamos que este método puede resultar muy válido para todas aquellas personas que no son capaces de desenvolverse en la vida real (y mucho menos encontrar un amorío)  y que encuentran en las redes sociales el anonimato y la distancia suficiente como para lanzarse sin miedo a la piscina del amor. Tengan en cuenta que su ligue virtual es algo más que un enamoramiento momentáneo. Puede llegar a ser un enganche afectivo e incluso físico que te agradará la vida o te la amargará si no eres correspondido. Hay también quien está más al tanto de buscar (o dejarse encontrar) por el crush del momento, aunque será un amor compartido por todos los enamoradizos y perseguidores de los crush más punteros.

Quedan lejos, muy lejos en el tiempo, aquellos días de nuestra temprana edad donde la chavalería nos reuníamos en cualquier plaza, calle, casa o esquina, para dar rienda suelta a juegos y risas. También al amor. Juegos aderezados con una pizca de picardía y que nos brindaban la oportunidad de acercarnos un poco más de la cuenta a la persona que nos gustaba. Como aún no existían las redes sociales, el enamoramiento de una persona hacia otra se conocía (o se adivinaba) por las poses donjuanescas, la cara embelesada mirando cuando creemos que nadie nos ve a nuestro crush de entonces o, en muchos de los casos, el enamorado era descubierto, destapado por el boca a boca, después de haber cometido la equivocación (o haberlo hecho con toda la intención del mundo) de contárselo a alguien que se ha encargado de correr la voz para que la noticia llegue a quien nos interesa. Está claro que todo resultaba mucho más fácil, genuino y, podríamos decir sin temor a equivocarnos, práctico. Ese miedo en la boca del estómago, el quedarse con la garganta seca desde donde no llegan a salir las palabras, esas miradas de reojo y hacer que una buena “coincidencia” nos haga sentarnos junto a la persona que nos gustaba, eran juegos amorosos inocentes pero en los que había que dar la cara y mojarse hasta los codos. Si echamos un poco la vista atrás y con la mano en el corazón, nos damos cuenta de que el enamoramiento, al esconderse en los recovecos oscuros de redes sociales u otros lugares de Internet, el delegar nuestros sentimientos (aunque sean pasajeros), no nos hace ningún favor. Al contrario, nos vuelve unos memos sociópatas a los que nos importa más que se entere todo el mundo de que nos gusta alguien (sobre todo alguien inalcanzable), excepto aquella persona que es el motivo del enamoramiento.

Ay… ¿dónde quedaron las reuniones y charlas a deshoras, en cualquier plaza, discoteca o acera, con ese sabor antiguo y salvaje de lanzarse al vacío y decirle “me gustas” a esa persona que nos quitaba el sueño? Ahí, sin anestesia y con conocimiento y regocijo de los demás amigos que ya conocían la historia y aguardaban expectantes.

Llegará un día en que se establecerán relaciones duraderas y serias y los enamorados no tendrán que verse cara a cara nunca, nunca. Pues vaya plan…

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