EL VERBO PROSCRITO

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   EL ARTE DE CONDUCIR SIN MANOS

JUAN JOSÉ CUENCA -Escritor-

Cuando las ganas aprietan (y con ello no me refiero a las ganas de ir al baño, precisamente) cualquier lugar, momento u ocasión es bueno para dar rienda suelta a nuestros instintos más primarios.

Si no que le pregunten al protagonista de nuestro artículo que tuvo la descabellada idea de masturbarse… mientras conducía un autobús de línea. ¿Que cómo lo hizo? Habría que preguntarle si en su tiempo libre hace malabares o posee un don especial, o quizás lleva en el vehículo algún artilugio desconocido para tales menesteres. Desde luego que las cabezas no andan nada bien en estos tiempos de pandemia y encierro, que la falta de aire libre ya comienza a pasar factura, pero lo de este señor no tiene nombre, máxime cuando el episodio ocurrió antes de todo este desastre que nos azota. O sea, que el pobre ya estaba desquiciado (o muy salido) de antemano.

Ocurrió en Valencia mientras realizaba su trabajo diario y la denunciante (coño, qué vista la de la señora) asegura que en algún momento llegó a verle el pene. El conductor en cuestión pertenece a la empresa valenciana de autobuses interurbanos EMT y tiene 60 años. La propia empresa colaboró con la Policía Nacional para identificar al sujeto, que fue detenido y puesto más tarde en libertad con la obligación de presentarse a declarar cuando para ello sea requerido.

La denuncia fue interpuesta por una mujer que aseguró haberse subido al autobús, haber pagado su billete y después haberse sentado detrás del conductor, a su derecha. Es entonces cuando observó cómo el hombre se tocaba la entrepierna mientras la miraba por el espejo retrovisor. En un momento dado, asegura que pudo verle el pene en toda su plenitud. En cuanto tuvo ocasión, la chica se apeó del vehículo en la parada más próxima y se dirigió a denunciar los hechos.

Nadie a estas alturas niega las bondades de la masturbación tanto en solitario como en grupo. Es algo natural en el género humano y muchos animales, pero también es algo que pertenece (o debe pertenecer) al ámbito privado y debe permanecer ahí por mucho que el cuerpo nos dicte, en un momento de apuro, lo contrario. En la historia que nos ocupa el conductor de autobús ha saldado su atrevimiento con una denuncia contra la Seguridad del Tráfico, pero la cosa podía haber sido mucho más gorda (a la denuncia me refiero, mal pensados) y haber tenido que rendir cuentas por un delito de acoso o agresión sexual y todo se hubiese desmadrado.

El onanismo es un arte arduamente cultivado en todas las sociedades y en todas las épocas. No hace distinción de sexos ni de edades y, según el grupo social donde viva el individuo, forma parte del aprendizaje y la cultura de ese lugar fomentándose como algo necesario para las relaciones entre individuos o como iniciación al paso de la niñez a la edad adulta. El antropólogo Marvin Harris estudió profunda y profusamente el comportamiento de diferentes grupos o sociedades de individuos en su relación con otras comunidades o con la suya propia, y dedicó un capítulo completo en analizar y documentar la tribu de Los Sambia o “guerreros del semen” en Papúa (Nueva Guinea). Los rituales de masculinización de Los Sambia incluyen complejas prácticas homosexuales de inseminación con semen y felaciones; por su parte, las mujeres viven separadas de los hombres en su propia choza con sus hijos varones hasta que éstos cumplen la edad de 7-14 años, donde pasarían a la choza de los hombres para ser iniciados y “depurados” del contacto con las féminas. Ellas también hacen uso de la masturbación propia y a sus hijos pequeños, como método para calmar el llanto, dormirlos o aliviar dolores.

Esto nos puede parecer chocante, incluso aberrante, pero todo ello ha desempeñado un papel fundamental en el desarrollo cultural de estas comunidades. Hasta hace apenas 30 años estas prácticas eran comunes y obligatorias en una gran mayoría de tribus, algo que se viene suavizando en los últimos años sin llegar a desaparecer del todo.

Tampoco vayan a pensar después de leer esto que todo el monte es orégano, que esto es Jauja, y nos volvamos locos dándole al manubrio aunque ya haya quien con esta cuarentena se esté volviendo todo un experto.

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