QUE 90 AÑOS NO SON NADA

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QUE 90 AÑOS NO SON NADA

JUAN JOSÉ CUENCA -Escritor-

La información es algo que perdura más allá de lo consciente, como una pátina pegajosa que se adhiere indeleble a la piel de las generaciones que fueron, son y, sin duda, serán. Y la información escrita, aunque el bombardeo de imágenes, la digitalización de todos los aspectos de nuestra vida nos desconcierta y nos despista, aún pervive agazapada en frágiles hojas de papel, o escondida, solapada a veces, en las redes sociales o en la prensa que últimamente ha hecho de Internet su campo de batalla.

Que un periódico perdure en el tiempo depende de muchos factores. Debe ser un medio atractivo, actualizado en las nuevas técnicas de información, asequible y, sobre todo, veraz y serio. Porque la seriedad debe ser la principal divisa y baza ante el descenso continuo de lectores que huyen hacia medios más instantáneos y modernos que copan el amplio espectro de noticias que acontecen casi cada minuto. Una seriedad que se ha visto seriamente amenazada por el torrente descontrolado de noticias que, debido precisamente a la facilidad y rapidez de difusión, nos asaltan desde diversos medios con poca o ninguna veracidad o directamente inventadas. Las fake news campan por doquier por los vericuetos de Facebook, Instagram, Twitter… e incluso la televisión, radio y diversas revistas. Muchas veces esta noticia falsa se lanza al público sin ningún pudor aún conociendo que no es real porque todo el mundo quiere, necesita ser el primero en ofrecer algo jugoso, pero esto hace que a veces no hayan tenido tiempo, o no han querido, comprobar la veracidad de lo que se cuenta. En otras ocasiones se lanza la noticia falsa sin ninguna maldad. El medio cree que esta noticia es legítima porque se ha hecho eco de la misma información que ya han contado otros antes. Al final, después de todo, el perjudicado es el lector (o el telespectador) al que no le queda más remedio que creerse a pies juntillas todo lo que se le cuenta.

La confianza, por esto, es un bien preciado para la prensa, sobre todo la escrita. Una confianza que se va generando, que se va mimando semilla a semilla a través de años de información veraz, de adaptación y adecuación a los nuevos tiempos para  ofrecer un mejor servicio y sentar las bases de una relación sólida y estable. Y pocos periódicos cumplen con esa premisa mejor que EL FARO. Como una luz que evoca su nombre, este longevo medio nos ha acompañado relatando fielmente las noticias que acontecían y acontecen en Motril y su Comarca y a los motrileños. Durante 90 años, ni más ni menos.

Decano de la prensa en nuestra ciudad y modelo a seguir por otros muchos que vinieron después, EL FARO se ha mantenido a flote y se ha renovado. Porque desde aquellos primeros y lejanos años de sus comienzos en papel hasta la actualidad donde podemos disfrutarlo en su modelo digital, este periódico ha sido fiel a su cita con todos los motrileños manteniéndoles informados y abriendo una ventana con unas vistas inmensas, claras y concisas.

Mi primer contacto con EL FARO, como un impúber desgarbado y asustadizo, fue en el año 1984. Acababa de ganar un concurso escolar de poesía que había convocado la Colonia de Aviación con motivo de la festividad de su Patrona, la Virgen de Loreto. El periódico se hizo eco inmediatamente del certamen (se ve que en aquellos años debían haber pocas noticias interesantes) y publicó el poema completo con una esmirriada fotografía en blanco y negro donde parecía un preso posando para la ficha policial. A partir de este primer encuentro todo fluyó mansamente durante muchos años. EL FARO siempre llegaba a mis manos de una forma u otra, aunque me encontrara lejos de la ciudad, o recurría a él para conocer noticias o logros de paisanos y conocidos. Hasta que un día, como una hoja ajada y maltratada por el viento del otoño, nuestro querido periódico estuvo a punto de desaparecer, tal vez por la desidia o la triste desaparición de las personas que lo habían apostado todo por él, o tal vez porque se había convertido en un medio con un formato poco apetecible para el público, obsoleto y sin ningún relevo generacional que viniera a rescatar del ostracismo al decano de la prensa motrileña.

Y llegó José Manuel (González Arquero para más señas), conocidísimo y queridísimo en nuestra ciudad, que como un vendaval de aire sanador tomó las riendas del periódico y se propuso darle un nuevo impulso y un nuevo enfoque. Lo primero que acometió fue el destierro del papel -era inviable- (¡ay, añorado papel!) y la modernización extrema, el salto al formato digital. Un formato al que ya estábamos acostumbrados los motrileños que leíamos noticias en Internet de los principales periódicos nacionales, pero que no conocíamos en un medio local. Después vendrían otros, pero EL FARO se ha caracterizado siempre por ser un pionero en todo lo que acomete. Lo siguiente que hizo José Manuel fue ponerse en contacto con muchísima gente, ofreciéndoles la oportunidad de colaborar con noticias y artículos en el periódico. Otra más de las características especiales del EL FARO: la apertura, la accesibilidad a todo el que quiera colaborar en un periódico que es de todos.

Cuando me llamó (José Manuel y yo nos conocemos de nuestros años en el Instituto) y me pidió colaboraciones semanales con artículos de opinión no me lo pensé. Salté al vacío. Por su amistad y porque sentía que le debía algo a EL FARO después de haber crecido con él, de haberme nutrido de él.

Un periódico debe ser siempre una guía, un espejo donde poder mirarse y acicalarse para quitarse la podredumbre del hastío cotidiano y del continuo avasallamiento del ajetreo de una vida que nos ofrece demasiados recovecos donde perdernos. EL FARO, nuestro Faro, cumple 90 años de servicio a los motrileños, con sus picos álgidos pero también con barrancos profundos y pedregosos que ha tenido que salvar para resurgir de nuevo, con más fuerza que nunca, amenazando con quedarse todavía con nosotros muchos, muchísimos años.

Sirvan estas líneas para expresar, también, mi más profundo agradecimiento a José Manuel González Arquero, su actual director, que con su tesón, buen hacer periodístico y nuevas miras de expansión de la noticia, ha hecho de EL FARO en su versión digital un referente de todo lo que acontece en la Costa y un poco más allá…; a todos los que fueron antes, sin los que este periódico no hubiese llegado hasta donde se encuentra hoy, y a todos los lectores que avalan la seriedad, la rigurosidad de una noticia que salta a los pocos minutos de haberse producido. Y a todos los colaboradores, escritores y amigos que ceban sus páginas para deleite de todo el que quiera asomarse a ellas.

Gracias de todo corazón y larga vida.

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