RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

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EL PLEITO DE RODRIGO PÉREZ DE VARGAS CON EL AYUNTAMIENTO DE MOTRIL EN 1591, PARA QUE NO SE PLANTASEN CAÑAS EN EL PAGO DE PATERNA

MANOLO DOMÍNGUEZ -Historiador-

La presencia de mercaderes italianos en el Reino de Granada es bastante antigua, ya que la seda, el azúcar, el vino, las pasas y el aceite eran productos que atraían a estos mercaderes, especialmente a los genoveses, que ya estaban implantados desde principios del siglo XIV en el reino, comerciando con los musulmanes granadinos y desarrollando una amplísima red comercial.

Tras la conquista del reino granadino por los castellanos, los comerciantes italianos siguieron manteniendo su comercio, localizándose un importante número de ellos en la costa granadina por la seda motrileña, el vino, el azúcar y la actividad portuaria de Motril, Salobreña y Almuñécar. Ricos, nobles y poderosos, en palabras de Rafael Girón Pascual, formaron parte de la oligarquía granadina y su riqueza y poder fueron admirados y envidiados.

Pero es a partir de la expulsión de los moriscos cuando estos comerciantes italianos hacen su aparición con una gran fuerza en Motril, atraídos fundamentalmente por las oportunidades de negocio que les ofrecía el gran desarrollo del cultivo cañero y de la producción azucarera que se da en estos años finales del siglo XVI y sobre todo en el siglo XVII. Son estos mercaderes italianos, la mayoría de origen genovés, los que impulsan el monocultivo cañero y la construcción y el arrendamiento de los ingenios azucareros y acapararon rápidamente el control de la estructura económica del azúcar motrileño. Son ellos los que crean muy pronto en Motril una especie de capitalismo financiero especulativo, ya que son estos negociantes extranjeros los que invierten las grandes ganancias obtenidas en el comercio, en el arrendamiento del cobro de impuestos o en las actividades bancarias en la construcción o explotación de los ingenios azucareros de Motril que era una actividad muy lucrativa y de beneficios rápidos en estos siglos y también, lo hacen invirtiendo  en el comercio azucarero que se realizaba por el fondeadero de Motril que también les aseguraba una alta rentabilidad.

Es, por lo tanto, a finales siglo XVI es cuando se da la gran expansión del cultivo cañero y de la producción azucarera, acabando con el policultivo de origen musulmán, típico de la vega motrileña, donde había huertas, pastos, cereales, morales, olivos y cañas. Es a partir de esta época, cuando prácticamente toda la extensión cultivable de la vega se dedica a la caña de azúcar y vemos a los comerciantes genoveses, junto a algunos terratenientes motrileños como Alonso de Contreras o los condes de Bornos, como los grandes impulsores de este gran desarrollo azucarero de Motril. Familias genovesas como los Chavarino, Veneroso. Invrea, Nasso, Ferrari, Taliacarne, Franquís y Monsa las tenemos como cultivadores, arrendadores y propietarios de ingenios ya en las primeras décadas del siglo XVII, a los que después se unirían Rolando Levanto, Oliver, Marco Antonio Lomelini, Simón Shiafino, Luis Amaro, Peri Juan Cibo y Antonio Miota, entre otros. La caña de azúcar expulsó prácticamente al resto de los cultivos a lo largo de la Edad Moderna. Motril se convirtió en el centro azucarero más importante de España, pero también en un territorio carente de casi totalmente de cultivos que pudiesen servir para la alimentación de los vecinos; el abastecimiento de Motril fue un verdadero problema a lo largo de estos siglos, casi todo había que traerlo de fuera, el trigo, la carne. La lucha constante por abastecer a la ciudad y a los ciudadanos a unos precios razonables y en la cantidad suficiente se ve muy bien reflejada en numerosos acuerdos del Concejo municipal. En épocas de crisis agrarias, los precios subían considerablemente, a lo que había que añadirle los elevados gastos del trasporte con lo que las hambrunas eran frecuentes entre las clases más desfavorecidas.

Incluso la acequia, que originariamente desembocaba en la rambla de los Álamos en el pago de Monfoto, fue ampliada  en los años 80 del siglo XVI en la época en que era alcalde mayor de Motril el licenciado Salguero Manosalbas, hasta llevarla a desembocar en la rambla de Villanueva en las cercanías de Torrenueva, ya que la presión sobre el Ayuntamiento fue fortísima para poner en cultivo cañero los pagos del Vadillo, los Molinos, Fuentes, Caldera, Hoya de Perea, Peregrina, Pucha Nueva, la China y sobre todo el gran pago de Paterna, dedicados tradicionalmente a olivar, morales, viñas, cereales y prados.

La vega de Motril en las primeras décadas del siglo XVIII….

Pero no todos los motrileños se conformaron con esta ampliación enorme del cultivo caña de azúcar. En 1591 el regidor Rodrigo Pérez de Vargas y algunos vecinos más, protestaron ante el Concejo porque se había permitido el cultivo cañero en el pago de Partena, una gran extensión de tierra comprendida entre la rambla de Puntalón y el cabo Sacratif. Sus reparos no fueron atendidos por el Concejo y deciden poner pleito ante la Chancillería de Granada, alegando que era notorio el grave perjuicio para el bien común y los vecinos de Motril que se plantase dicho pago de cañas dulces, ya que lo más necesario era el cultivo de trigo y cebada para alimento de los vecinos, como se había hecho desde antiguos tiempos. Además, decían que plantar todo de cañas dificultaba la defensa de la villa ya que entre los cañaverales no se podía acudir a los rebatos y servían de refugio a los piratas. Como consecuencia del aumento de los nuevos plantíos de cañas y las que traían a moler los mercaderes genoveses, se estaban talando todos los montes y pronto no habría leña para que se pudiesen servir los motrileños y por, último, se había ampliado la acequia usurpando, los propietarios de esas recientes tierras de cañas, el doble de agua que tradicionalmente tenía ese pago de Paterna cuando se cultivaba de cereales, haciéndose todo a costa de los vecinos pobres de Motril.

La respuesta del Ayuntamiento no se hizo esperar. Afirmaban que como eran tierras de propietarios privados no se les podía obligar a nada y que tenían plena libertad de sembrar lo que quisieren; que los plantíos de cañas y la producción de azúcar proporcionaban a la Corona importantes ingresos en impuestos y muchos puestos de trabajo: que no había problema por la defensa en caso de ataque; que dichas tierras de Paterna eran de mala calidad para plantar trigo y que el comercio por mar del azúcar y los melazos había aumentado mucho, lo que, también, proporcionaba que se trajesen a Motril trigo cuando había necesidad, lencería, paños, pelos de camello, hierro, acero, drogas de boticario, pescado seco, queso y otras muchas cosas. Por lo tanto, afirmaba el Concejo, que plantar Partena de cañas era beneficioso para Motril. Efectivamente, al final, la Cancillería falló su sentencia a favor del Ayuntamiento y no hubo prohibición alguna para ampliar al máximo el cultivo cañero.

A la postre, el paso del tiempo le daría la razón a Rodrigo Pérez de Vargas. Pronto los montes estuvieron talados completamente, hubo enormes problemas de abastecimiento en Motril que provocaron muchísimas hambrunas y numerosos alborotos ciudadanos; la leña para la gente se encareció considerablemente y los grandes propietarios de tierras y los mercaderes genoveses apenas invirtieron nada en Motril, todos sus grandes beneficios producidos por el azúcar se los llevaron fuera, convirtiendo Motril en un pueblo con una gran masa de trabajadores pobres con unos sueldos de miseria.

Rodrigo Pérez de Vargas nunca le hubiese podido ganar el pleito al Ayuntamiento, la mayoría de sus regidores o eran grandes propietarios de tierras e ingenios azucareros o eran testaferros de los comerciantes genoveses granadinos con cuantiosos intereses económicos en el azúcar de Motril, que tan opulentos beneficios les producía.

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