RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

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1905

EL INGENIO VIEJO. UNA DE LAS PRIMERAS FÁBRICAS DE AZÚCAR DEL MOTRIL DE LA EDAD MODERNA

MANUEL DOMÍNGUEZ -Historiador. Hijo Predilecto de Motril-

La finalidad de este artículo es la de seguir profundizando en la larga historia de la caña de azúcar y la industria azucarera en Motril. Extensa actividad económica que se remonta a la época del al-Ándalus musulmán y que durante casi mil años continuó, más o menos ininterrumpidamente, hasta el último tercio del siglo XX.

Por esta razón la historia del azúcar es consustancial con la historia de nuestra ciudad y sería difícil comprenderla o interpretarla si no hacemos expresa referencia a la historia de la producción azucarera, en torno a la cual han girado, sin lugar a dudas, las relaciones políticas, sociales y económicas de nuestra zona durante siglos.

En este contexto se enmarca el estudio que queremos publicar a lo largo de varios artículos sobres los antiguos ingenios y trapiches que produjeron azúcar en Motril desde el siglo XVI al XVIII y lo iniciamos ahora con el Ingenio Viejo, una de las más antigua fábricas de azúcar motrileñas que a lo largo de trescientos, entre los siglos XV y XVIII, de continuada labor manufacturera debió moler miles de toneladas de cañas y producir millones de kilos de azúcar.

El Ingenio Viejo estaba situado en la actual plaza de Tranvía y sus instalaciones debían extenderse hasta la calle de la Muralla a poniente y hasta la acequia por el sur, ocupando prácticamente unos 9.000 metros cuadrados de extensión, donde se incluirían la plaza de cañas, el peso, palacio de batalla, nave de molinos, cocina, cuarto de prensas, granero, gabacero, banco y almacén de formas, albercas, cuadras, etc.

El principio de la construcción de este ingenio manufacturero de azúcar es bastante problemático porque la documentación más antigua que conocemos hasta ahora no lo deja claro y se puede prestar a confusiones. Por un lado, su origen pudo estar en una antigua aduana azucarera musulmana propiedad de la reina granadina Aixa al-Horra, que tras la conquista del reino de Granada había sido entregada por los Reyes Católicos al escudero Aparicio de Cieza, vecino de Salobreña desde 1501. Este la habría vendido a Alonso Román en 1496, que a su vez la revende a Francisco Ramírez de Madrid en 1497 en 348 ducados. La escritura de venta dice eran unas casas que solían ser aduana de azúcar, y que lindaban con la cárcel pública, muralla de la villa y una calle principal que va a Castil de Ferro. No tenemos más datos para seguir la historia de esta fábrica ni para asegurar que sería, después, el llamado Ingenio Viejo.

Escritura de venta de un ingenio en Motril a Toribio Vázquez. 1589 (Foto: El Faro)

La otra posibilidad está en que el origen del ingenio estuviese en otra aduana de azúcar morisca propiedad de Luis Abul Uçey situada junto a la puerta de Castil de Ferro, actual entrada de la calle Zapateros, y que tras la sublevación morisca de 1569 le fue expropiada. Sabemos que en 1571 esta aduana fue arrendada por la Corona al jurado granadino Cristóbal de la Fuente que se comprometió a dejarlo “corriente y moliente” al final del arrendamiento en 1575. Convertido por estas fechas en ingenio, lo que consistió en sustituir el molino de piedra por un molino de dos rodillos de madera horizontales cubiertos de chapas y claveteados, fue vendido por la Corona en 1589 a Toribio Vázquez en 440 ducados, estaba en ruinas y no funcionaba. Lindaba con la casa de Pierre y Antón García, con la calle que iba a la puerta de Castil de Ferro y con otras dos calles. Tampoco podemos afirmar documentalmente que sobre este edificio se construyese el posterior Ingenio Viejo.

Si conocemos en la última de cada del siglo XVI un ingenio de fabricar azúcar situado al final de una calleja transversal a la calle de la Carrera y que, alindada por el sur con la acequia y haza de Salitre, hoy Explanadas, cuyos propietarios eran los granadinos Diego Pérez de Cáceres y Cristóbal de la Fuente, a los que Luis Abul Uçey les había vendido un solar de casa con su corral, trascorral y un haza para sitio de leñas de su ingenio. Esta propiedad se partiría entre el citado ingenio de Pérez de Cáceres y el de Fernández de Baena, que eran contiguos, y serviría como plaza de cañas para las dos fábricas. Este lugar sería el origen de la actual plaza de Tranvía.

En 1597 en ingenio fue comprado por Alonso de Contreras y su mujer Ana Gutiérrez y lo sitúan frontero a la plaza del Salitre, lindado con un haza del Luis Ramírez y con la calle de la Carrera. En la escritura de transacción dicen que el ingenio había pertenecido a los citados Diego Pérez de Cáceres y Cristóbal de la Fuente, que habían fallecido y por herencia lo tenían la mujer del primero, Juana del Castillo y el sobrino del segundo, el licenciado Miguel de la Fuente Cerrato. El licenciado había vendido su mitad a Mateo Jaraba del Castillo, regidor de Motril que a su vez la vendió a doña Juana y a su hijo, que son los que lo transfieren definitivamente a Alonso de Contreras en el precio estipulado de 5.800 ducados. El espacio que ocupaba el ingenio fue ampliado por Contreras en 1599 intercambiando con el nuevo poblador Juan Fernández, un haza de tres marjales de secano que lindaban con el ingenio y la acequia por 4 marjales de regadío que le dio a cambio.

En 1621 en el informe presentado a la Real Hacienda por el alcalde mayor de la villa se dice que el ingenio de Contreras tiene 23,5 metros de fachada y una plaza de cañas de 30,5 metros de ancho que compartía con el ingenio de Jerónimo de Hurtado.

En 1638, Ana Gutiérrez ya viuda de Alonso de Contreras, vende el Ingenio Viejo a Bartolomé del Campo en 9.500 ducados. En 1642 lo poseían su viuda, Ana de la Peña, y su hijo Juan del Campo, quienes seguramente lo vendieron en 1644 al comerciante granadino afincado en Motril Lucas de Herrera Méndez.

El Ingenio Viejo siguió produciendo azúcar a todo lo largo del siglo XVII hasta la segunda mitad del siglo XVIII, variando de propietarios o de arrendadores. Por ejemplo, en 1684 lo había comprado Mateo Fernández de la Guardia y en 1724 era propiedad de Melchor Herrera y Flores que lo había adquirido de los hermanos Luis y Antonio López. Se arrendó en diversas ocasiones. En 1685 lo trabajó una sociedad compuesta por Martin de Salinas y Joseph Shiafino, en 1723 lo fue por Francisco Antonio de Franquís y Pablo Victoria y en 1733 por Antonio Ruiz de Olivares.

En el Catastro de Ensenada en 1752 se dice que el Ingenio Viejo estaba aún en funcionamiento y que era ingenio real, es decir molía la caña con molino de rodillos horizontales. Estaba situado en la calle de la Carrera y lindada con la calleja del Colegio de los Jesuitas. Tenía 100 metros de fachada y 88,5 metros de fondo. Por arriba lindaba con la calle de la Carrera y por el sur con la acequia. En esta época era del mayorazgo de María Antonia Ruiz Zarreta, fundado por Cecilio Ruiz Jiménez.

Con la crisis del azúcar motrileño del siglo XVIII, el ingenio debió de dejar de ser rentable y en 1761 se estaban demoliendo sus edificios. Por último, en 1768 el propietario del solar donde estuvo la fábrica, Cecilio Ruiz Zarreta, puso en cultivo los terrenos y por parte del Ayuntamiento se le autorizó hacer una noria para sacar agua de la acequia y convertirlos en regadío.

Así terminaba una de las primeras fábricas manufactureras de azúcar motrileñas de la Edad Moderna. El Ingenio Viejo pasaba a la historia y pronto su memoria sería olvidada tras, al menos, tres siglos de actividad azucarera en nuestra ciudad.

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