La Judea motrileña y don Manuel Fernández y González

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FRANCISCO GUARDIA MARTÍN

Con lejanía geográfica pero la mayor cercanía espiritual he procurado seguir por la prensa (inmejorables las crónicas de Domingo Antonio López Fernández en este periódico), internet y alguna que otra conversación telefónica con familiares y amigos la Semana Santa motrileña.

Y cada año, de una u otra forma surge en un momento el recuerdo a aquella singular celebración que se conocía como la «Judea». Y con ligeras variantes oigo siempre unas ideas que se repiten: su cita en la obra de Manuel Fernández y González que hay quien precisa fue en «El Bastardo y El Rey»; que el celebrado autor escribió esta obra mientras prestaba el servicio militar en Motril; que se estrenó en Madrid con éxito… Sin duda quienes así hablan se basan en el siguiente párrafo de Francisco Pérez García perteneciente a su deleitoso Anecdotario Motrileño:

«Su origen debe remontarse a mediados del siglo pasado, ya que la nombra el notable autor dramático, Manuel Fernández y González, quien por cierto estuvo de guarnición en nuestro pueblo, en el año 1840, y aquí escribió su primera obra titulada El bastardo y el rey, estrenada con gran éxito en Madrid».

Como don Francisco escribió sin duda de memoria no es extraño que en su escrito se hayan deslizado algunas inexactitudes, por lo que me voy a permitir analizarlo:

En primer lugar vemos claramente que hace dos afirmaciones que no están relacionadas: Fernández y González nombra la «Judea» y es autor de El bastardo y el rey. Han sido posteriores lectores los que han intentado con una lectura sesgada esparcir la opinión de que en aquel drama se cita la «Judea», cosa que difícilmente pudo ocurrir pues está ambientada en la época de Pedro I de Castilla. Seguro que citaría esta singular representación en su extensa obra como en varias ocasiones hace referencia al ron motrileño, pero dónde fue lo ignoro.

Efectivamente el escritor estuvo un corto espacio de tiempo en Motril donde fue destinado en 1840 pero no escribió aquí la referida obra aunque pudo comenzar otras, pues su inspiración desbordada desembocaba casi en la grafomanía. Francisco Izquierdo, en el prólogo a una edición facsímil de Los Monfíes de las Alpujarras publicada en 1990 por la granadina editorial Albaida dice: «…nace el drama El bastardo y el rey, obra que entrega de inmediato a los actores José Tamayo y Joaquina Baus, de temporada en el Teatro Principal de Granada. En esas y por gracia del sino militar lo trasladan a Motril, lo ascienden a cabo primero y se pierde el estreno del drama».

Pero hay un testimonio del propio autor o muy próximo al mismo. En 1863 los Hermanos Manini, habituales editores de Fernández y González, sacaron a luz una tercera edición de su novela Don Juan Tenorio, y al final del tomo segundo incluyeron una breve reseña biográfica del escritor, seguida de una relación de su producción literaria. Aunque este sucinto trabajo aparece firmado con las iniciales J. S. se supone pudo estar redactado por el mismísimo novelista que no necesitaba abuela para alabarse, o con notas por él facilitadas. Pues bien, allí se dice que El bastardo y el rey fue escrita el año 1838, el mismo que la novela El doncel de don Pedro de Castilla publicada como folletín en «La Alhambra». Dado que el argumento de ambas gira en torno a las luchas entre don Pedro I y su hermanastro Enrique de Trastámara, podemos suponer que don Manuel aprovechó los materiales para una versión novelística y otra teatral como era costumbre de algunos escritores decimonónicos, Alejandro Dumas y Julio Verne entre ellos.

No he leído este drama primerizo de don Manuel, ni lo he encontrado en biblioteca alguna incluida la Nacional. Dudo incluso si llegó a imprimirse pues las ediciones cuestan dinero y por aquellas calendas el novel autor tenía en la bolsa más pelusillas que reales, aunque su desmedida vanidad pudo llevarle a endeudarse por ver su nombre en letra impresa. Si se imprimió debió ser una tirada corta y en el papel de mala calidad que vemos en ciertas ediciones del teatro decimonónico. Circularían al menos algunas copias manuscritas y los «papeles de actores» (esos que se hacen para uso de cada personaje con su texto precedido del final del parlamento anterior y seguido de la entrada del posterior) y parece que Joaquín Caro Romero llegó a leerlo.

Por cierto que don Pedro I, a quien unos historiadores llaman «el Cruel» y otros «el Justiciero», era un personaje por quien don Manuel sentía tan encendido entusiasmo como africano odio hacia su matador el bastardo Enrique. Cuenta Manuel Machado que un día en que el novelista paseaba por la catedral donde se encuentra el sepulcro de Enrique de Trastámara se fue hacia su estatua yacente gritando como un energúmeno: «Vil bastardo fratricida; yo don Manuel Fernández y González, el primer novelista español, con más talento y más vena que Alejandro Dumas, te abofeteo», y le endiñó un guantazo fastidiándose la mano.

Aclaremos para finalizar que el «gran éxito en Madrid» de El bastardo y el rey jamás se produjo. La obra fue estrenada en Granada donde según palabras textuales del autor de la reseña biográfica arriba aludida «obtuvo una lisonjera acogida», palabras que si bien dan una idea positiva, están lejanas del «gran éxito». Teniendo en cuenta las costumbres de la época, es posible que la compañía de Tamayo y Baus hiciera alguna representación en su gira por provincias, pero en Madrid no llegó a ser puesta en escena. He repasado minuciosamente la cartelera de aquellos años, en que los teatros de El Príncipe y La Cruz se repartían los favores del público aficionado al arte de Talía y lo pudo asegurar.

Otro local donde en contadas ocasiones se representaron obras teatrales sustituyendo sus habituales espectáculos circenses y de física recreativa como el titirimundi, la linterna mágica o los autómatas fue el Circo Olímpico que por entonces se alzaba en la Plaza del Rey, pero tampoco su cartelera conserva el recuerdo de este drama tan mal conocido. Sí se estrenaron en cambio en el del Príncipe otras obras posteriores, más maduras, de Manuel Fernández y González.

 

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