Gestación, nacimiento y muerte de La Pepa

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Miguel Aguado Hernández

Hace un año, en el escrito ‘Pepa, la hija del cura’, en el que hacía una pequeña apología de unos los padres de la Constitución de Cádiz -el cura extremeño Muñoz Torrero-, me comprometí a volver a hablar de la Pepa antes de la celebración de su Segundo Centenario. Pues a ello voy.

Después de una gestación de 12 meses –el tiempo transcurrido desde la primera reunión de la Comisión encargada de su redacción– el 19 de Marzo de 1812 nacía la Pepa. Durante este tiempo se sucedieron interminables jornadas en el Oratorio de San Felipe Neri, con intensos, y la mayoría de las veces estériles, debates. Se formaron dos grupos: por una parte los liberales, fervientes defensores de una constitución inspirada en la francesa (pero cuidando mucho que no lo pareciera: era el enemigo), y los llamados serviles, defensores del antiguo régimen de monarquía absoluta.

Triunfaron los primeros y la Constitución liberal de Cádiz, la Pepa, nació el 19 de Marzo de 1812, siendo recibida en loor del pueblo gaditano que resistía heroicamente el asedio francés.

La niña traía en sus brazos una especie de árbol de Navidad con atractivos regalos para el pueblo español: el más llamativo era el de la Soberanía Nacional que desde aquel momento residiría esencialmente en la nación española, entendida como la reunión de todos los españoles de ambos hemisferios. Así mismo establecía que «la Nación española es libre e independiente, y no es ni puede ser patrimonio de ninguna familia ni persona». Pero del árbol colgaban más obsequios: separación de los poderes legislativo, ejecutivo y judicial; derecho a representación; libertad individual; libertad de prensa; igualdad ante la ley…

La Pepa empezó andar ante el asombro de toda Europa, pero sus padres y tíos, liberales y serviles, mantenían una lucha fratricida por acabar con el contrario y de ese modo salvar o matar a la niña. Los más escépticos asistían desconcertados sin saber que partido tomar. De esto da buena muestra estos versos publicados en 1813: «Si consiste el servilismo / en negarse a la razón / y preferir su opinión / a toda verdad sutil, / yo detesto ser servil. / Pero si el liberalismo / consiste en agenciar / cómo descatolizar / a un pueblo justo y leal, / detesto ser liberal».

La niña corría grave peligro y la situación empezó a tener pronóstico fatal cuando el 12 de abril 1814 un grupo de 69 serviles, diputados a Cortes, redactó el histórico ‘Manifiesto de los Persas’ en el que pedían a Fernando VII, la vuelta al Antiguo Régimen. El día 4 de mayo la niña Pepa, la Constitución liberal, moría violentamente víctima de un decretazo de su majestad Fernando VII que el día 10 entraba en Madrid vitoreado por una muchedumbre exaltada y que al grito de ‘Vivan las caenas’ desengan-chaba los caballos de la carroza real para ponerse en su lugar a arrastrar al Rey Felón

A partir de ese momento España vive el resto del siglo inmersa en luchas internas que la van carcomiendo. Varias guerras civiles dejan al país en la miseria con el colofón en el 98 de la pérdida de de Cuba, Puerto Rico y Filipinas. La Nación española que se pavoneaba en el pequeño grupo de naciones mas avanzadas de Europa (del mundo) en 1812, llegaba a la meta final del siglo a la cola del pelotón y fuera de control.

Hoy estamos en una encrucijada histórica que no es igual que la de 1812 pero se dan unas circunstancias que no conviene perder de vista. España, sitiada no por el francés y si por la ruina económica, vive unos momentos dramáticos y trata de salir con una profunda renovación. Muchas medidas van a ser dolorosas y se van a producir muchas protestas. Entra dentro de lo razonable. Pero hay quiénes van a utilizar el barullo y la violencia callejera para lograr no sabemos que fines. Esto último me ha hecho recordar el inicio del ‘Manifiesto de los Persas’ dirigido a Fernando VII: «Señor, era costumbre en los antiguos Persas pasar cinco días en anarquía después del fallecimiento de su Rey, a fin de que la experiencia de los asesinatos, robos y otras desgracias les obligase a ser más fieles a su sucesor». Por supuesto que las algaradas callejeras de hoy no llegarán a esos extremos (espero), pero me pregunto: ¿Estos días, o meses, de alteraciones del orden son una estrategia del gobierno para que los ciudadanos se acojonen y sean fieles a su autoridad? ¿O son una autentica revolución primaveral en la que algunos jalean a los exaltados para que al grito de ‘vivan los siete años pasados’ se enganchen a la carroza que trae de vuelta al zapaterismo? No creo lo de los primeros, no los veo tan astutos como los persas. No lo espero de los segundos porque sería revivir, en solo tres o cuatro meses, la gestación, nacimiento y muerte prematura, en este caso, del marianismo, con imprevisibles consecuencias.

Brindo, aunque peque de ingenuo, por que en el Segundo Centenario de la Constitución liberal de Cádiz, hagamos bueno su utópico artículo 6: «El amor a la patria es una de las principales obligaciones de todos los españoles, y así mismo el ser justos y benéficos». ¡Viva la Pepa!

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