El primer cigarrillo del día

0
936
Francisco Javier Martin Franco. (Franjamares)

Entra en el coche

¡No me lo pongo, que se jodan! Dice dejando el cinturón en su sitio, aunque sabe perfectamente que quien se puede joder no es otro sino él.

Ha encontrado un hueco en la zona azul que hay junto a la cafetería. El aparcamiento le sale a la primera. Saca en la máquina el ticket mínimo, 40 centimos, un nuevo impuesto que habrá que sumarle al café. Entra en la cafetería, va para la barra y echa mano del paquete de tabaco para liar y encender un pitillo. Una nueva prohibición, ahora por la seguridad del cuerpo, por su salud y la de la gente que lo rodea, eufemísticamente llamados fumadores pasivos, que además no compran, la canta la camarera.

–¿No te has enterado de que a partir de hoy no se puede fumar en ningún sitio público interior?

– ¿No jodas?

–Y tampoco en los parque infantiles ni a cien metros de las escuelas.

–y como van a medir eso de los metros a pasos, o van a llevar los guardias una cinta…

–No sé, pero como te quieran multar te multan.

–Eso, para completar su cupo de «quinielas». Al menos podré liarlo aquí dentro.

–De eso no dice nada la ley.

Se toma el café más rápido de su vida, y sale a la puerta de la calle para fumarse el primer cigarrillo del día. Soltando la primera vaharada, de humo y de aliento, descubre a otros tantos compañeros de vicio a lo largo de la acera. Han salido en busca del cigarro ansiado, de la seguridad incinerada, de la ley acatada, del tiempo perdido, y amortizado, antes de fichar en su puesto de trabajo. El que lo tenga.

–No, si al final van a conseguir quitarme de fumar –comenta una fumadora, compañera de tranco.

–No, la cuestión siempre es la misma: manipular a la gente, decirnos lo que tenemos que pensar, que hacer, y que querer…

–Dicen que hay un médico que te quita del tabaco hipnotizándote.

–Eso, nos quitamos una adicción física y sabe dios si el tal doctor no te deja alguna orden subliminal, colgada de las neuronas… Además, bastante hipnotizados andamos ya por este mundo. No, por ahora no me quito. Me gusta este cilindro maloliente; además, cuando me fumo el primero del día, en la calma chicha de la mañana, con el café recién bebido, es que me siento plenamente feliz, siento amor, desaparecen las limitaciones, los problemas, en ese momento todo es posible…

–Sí, como ahora mismo. Lástima que se quemen tan aprisa, seguro que le echa algo para que ardan más rápido.

–Lo mismo no es el tabaco sino un instante mágico de interiorización, otra manera de ver el mundo, me siento creativo, incluso hago roscos de humo, que ascienden ingrávidos y crecientes, hasta que se desvanecen en el aire, como las tensiones acumuladas en la lista de débitos de la vida moderna. Incluso se me ocurren ideas ingeniosas, donde no existen ni límites ni pegas, que luego, en la vorágine de la rutina, ni parecen tan buenas, y acaban evaporadas entre la charla del último chafardeo de la gente del pueblo o de la televisión. Creo que es el falso cristal por el que miramos lo que nos hace tan patéticos y vulgares.

–¿Oye, tú que tabaco fumas?

–Picadillo de este, y no lo mezclo con nada; mi padre que era de la Alpujarra, que en gloria esté, le echaba al suyo un parte de matalauva. Mira, El poder se queda con nuestros conceptos, con la esencia de nuestro potencial humano, nos vuelve opacos para que la luz no resplandezca en nuestras células. El ajo, por ejemplo, limpia la sangre y nos ayuda a ser más traslúcidos. Por eso no les gusta a los vampiros de lo establecido. Dicen los científicos cuánticos, los que religan ciencia y espíritu, que hemos aprendido a entender que la realidad es la consecuencia de lo que creamos con nuestros pensamientos, y que la consciencia es la toma de control de la conciencia. Somos luz y nuestras células generan biofotones, sintonizados en nuestras vibraciones de amor, que negocian con los rayos gamma del sol, porque todos los soles están conectados al gran centro del cosmos, al gran agujero negro que une todas las dimensiones, manifestadas o no… A la Fuente que es la Nada y  lo Absoluto a la vez…

–Bueno, el matalauva, no lo sé, amigo mío, pero el alquitrán de tanto cigarro no nos hará más opacos a esa luz divina.

–Eso es lo de menos, créeme. Es más importante y menos contaminante la libertad individual de poder fumar donde siempre se ha fumado, si uno lo desea, que toda la nicotina del cigarro. Con las prohibiciones nos programan a su manera. Empiezan desde el nacimiento, con las vacunas, los planes educativos, la sociedad de consumo, donde nos venden lo lícito y lo prohibido a la vez… En resumen: nos roban la fantasía, para mermar nuestra libertad de crear… Por eso ahora el mundo moderno, ejemplo de inercia y materialidad, parece que se derrumba. Se les acaba el tiempo. Tras la densidad máxima viene irremediablemente la disolución, y con ella, el recuerdo siempre latente de nuestra esencia humana, del patrón de funcionamiento de la vida, del conocimiento, el amor absoluto.

–A partir de mañana me cambio a tu tabaco.

 y gira la llave de contacto. Retrovisor, marcha atrás, primera, intermitente… Viene una furgoneta lejos y se incorpora a la calzada pensando en cambiar el CD que suena ya repetido, como la banda sonora de La venganza del Ajo. A él le gusta bastante el ajo, por su sabor y sus propiedades, pero coge otro disco al azar y lo mete en la raja. Esto suena mejor, la guitarra flamenca y el ¡ay! profundo del cantaor, a medio volumen, le otorga un brillo distinto al paisaje urbano bañado por la última llovizna de la madrugada. Le falta algo muy importante que hacer y aún no lo ha hecho. Incluso hay un chivato encendido en el tablero de mandos, al que nunca hace caso cuando circula por las calles familiares de su barrio y de su pueblo. El cinturón de seguridad permanece en su mecanismo colgado a su izquierda, y la amenaza de una multa colgada de sus neuronas memorísticas. Ya lo dijeron en la radio, en la tele… y en la prensa escrita y en la cafetería y en la cola del paro… después de la huelga de bolis caídos de los números de la guardia civil de tráfico, y la sustanciosa merma en la recaudación del ministerio, las autoridades, que siempre velan por nuestra seguridad, han dictado una nueva norma retributiva para los guardias. Todo aquel que no cumplimente un mínimo, bastante rollizo para ser mínimo, de multas al mes, una fracción de los complementos del sueldo le será sustraída. Sin embargo, detrás de esta amenaza de la multa que siempre existió, el asunto de la seguridad huele mal, como si tuviera una alcantarilla más profunda. Con tantas coerciones, con el miedo siempre latente, ya sea al tráfico, a los virus, al terrorismo, al Co2, al paro, incluso a tu propia pareja, todo ello por mor de la seguridad, el poder establecido nos hace creer continuamente inseguros, a merced de la jungla violenta y competitiva en que nos manejamos. Y que además han dogmatizado científicamente a través de un absurdo darwinismo de tentáculos: social y genetista.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor, introduce tu comentario
Por favor, introduce tu nombre aquí