Atardecer en el cortijo

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Está atardeciendo. Desde la portada del cortijo, mi mirada sobre los campos, llega hasta el azul del mar. A mi lado,Tom, mi perro fiel. ¿Qué pensarán los perros? Me mira y mueve el rabo, lentamente. Siempre tiene los ojos tristes, enrojecidos, como si hubiera llorado. ¿Llorarán los perros? Las copas de los árboles, los geranios y los rosales del huertecillo, sin viento. El trigal, verde, prieto, saludable, soldados frágiles en formación militar. Dicen que los trigales son mares en balanceo. Ya tiene, espigas señaladas. Hay promesa de trilla, y de alacena.

Atardece. Silencio mágico. En un rincón del huertecillo, un pino grande, verde, tupido. Junto al pino, un limonero que todo el año, es perfume. Van llegando los pájaros al piñonero. Se acomodan entre su verde. Y se oye el tintineo de las campanillas de la manada de ovejas calmosas, tozudas que buscan el corral. El pastor lleva en sus brazos un borreguillo cual niño recién nacido. Y tras el mulero, llega la yunta sudada con la zarreta vacía. A esa yunta la veo diariamente haciendo besana sobre los cerros. Su arado abre surcos y tras el surco va la recelosa pajarita de las nieves, el confiado cardelero y el tímido pechuguita, buscando al gusano y aluica que la herida del arado hizo sobre la tierra. Algunos días oigo cantar al mulero. Su voz llega entrecortada, intermitente, mecida por el viento, entretenida entre los barrancos. Cantares sin autores, nacidos sobre la mancera: «Madres que murieron jóvenes, esposas que se fueron con otros después de mantilla e Iglesia; novias que en ventana de rejas juraron, bajo la luz de la luna, amor eterno y de madrugada saltaron tapias y se fueron con otros. Y romances de sabor añejo, que canta al hijo muerto, al soldado que quedó en la trinchera, al amigo que trapuso mares buscando fortuna.¡Que dolor abandonar su patria!»

Sigue atardeciendo. Hay algarada en los pájaros, que buscan acomodo. Les espera la noche larga y fría. Y llega el borriquillo, con los cántaros, sobre las cantareras. Viene de allá arriba, del nacimiento que surte de agua al cortijo. Es agua dulzona, blanda, con sabor a hojas de almendro. Y, junto al cortijo, hay un molino, en el que más de una noche fui molinero.¡Qué cansancio, qué somnolencia en la madrugada! ¿Por qué, al alba, el cuerpo y el alma siempre tienen frio?

Se ha hecho la noche. Ya no se ve el pino, donde duermen los pájaros, ni el limonero, que da buen perfume; ni el rosal, ni el geranio. El trigal se ha ido. La mar es negra. Soólo se ve la luz del molino, donde fui molinero. Tom, mi perro fiel, espera firme mi orden. En mi cama con luz tenue leeré libros de amores y aventuras, que mi mente joven engrandecerá. El runrún de las piedras del molino, me servirá de nana. Esas piedras dentadas triturarán el trigo, que será harina, que amasada a puño en artesa vieja y cocida en horno pequeño con romero y bolinas, serán pan casero y Altar. Y por los alrededores del cortijo habrá perfume a pan caliente, a decencia. Mañana, cuando me levante, los pájaros y los hombres del sudor se habrán ido. Al atardecer, volverán

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