⚫Obituario
José Manuel González/EL FARO
Natural de la localidad granadina de Laroles, fue nombrado Hijo Adoptivo de la Ciudad de Motril en 2020

Ha fallecido a la edad de 91 años el párroco D. Ignacio Peláez Pizarro (Nacido en Laroles, municipio de Nevada en 1934). Una persona que siempre destacó por su labor en favor de los más necesitados de la sociedad, esfuerzo y dedicación que le hizo acreedor al título de Hijo Adoptivo de la Ciudad de Motril en 2020.
De Ignacio Peláez se pueden poner en valor muchos aspectos, entre ellos, su destacada actividad social y solidaria, que suponía un ejemplo a seguir en el plano religioso y social, su cariño, empuje, entrega y servicio a los demás, sin exclusión, aunque con mayor preferencia hacia el débil o más necesitado”. Igualmente, fue miembro del grupo HOAC de Motril y representante de Proyecto Hombre en la Costa Tropical, tras su jubilación. Sin olvidar, que fue fundador de la Cooperativa Comotrans de Transportes.
Su cuerpo está siendo velado en la Sala 2 del Tanatorio Granasur de Motril.
La misa de corpore insepulto será mañana 2 de diciembre, en la Iglesia de la Divina Pastora -donde ejerció buena parte de su ministerio-, a las 12:00 h. También fue párroco de la parroquia de San Cecilio en La Garnatilla, desde 1999 hasta septiembre de 2009; y ejerció su sacerdocio en La Herradura y en el Santuario de la Virgen de la Cabeza de Motril.
Desde EL FARO trasmitimos nuestro más sincero pésame a familiares, amigos y conocidos de D. Ignacio.
Descanse en paz.
Comunicado de condolencia de la Archidiócesis de Granada
Fallece el sacerdote diocesano, que, además de distintas parroquias, estuvo vinculado al Tribunal Metropolitano Eclesiástico de Granada
El sacerdote D. Ignacio Peláez Pizarro, natural de Laroles, falleció ayer domingo día 30. Nacido el 30 de agosto de 1934 y ordenado el 30 de marzo de 1958, inicio su presbiterado en la parroquia de la Asunción de Nuestra Señora de La Zubia, donde fue párroco coadjutor durante un año, tras el cual pasó a la Encarnación de Lanjarón, también como párroco coadjutor.
Desde entonces, entre 1960 y 1999, estuvo de párroco en las parroquias del Cristo de la Luz de Mairena, de San José en la Herradura, de Nuestra Señora de la Cabeza en Motril y de la Divina Pastoral, también en Motril, lugar de donde también fue arcipreste. Precisamente, en esta localidad de la costa granadina D. Ignacio recibirá sepultura en su cementerio, mañana martes día 2. El velatorio está instalado en el tanatorio de Motril y la eucaristía-funeral será el día 2, a las 12 horas, en la parroquia Divina Pastora.
Entre 1994 y 2011, D. Ignacio Peláez Pizarro fue consiliario de la HOAC, responsabilidad que volvió a retomar entre 2016 y 2019, cuando se jubiló.
Durante un año, del 20 de julio de 1999 hasta el 29 de septiembre de 2000, fue párroco de la parroquia de San Cecilio de Garnatilla-Puntalón.
D. Ignacio estuvo vinculado a la Curia Metropolitana con cargos de responsabilidad, a través del Tribunal Eclesiástico Metropolitano, donde fue juez diocesano entre el año 2000 y el año 2008, año a partir del cual fue Vicario judicial adjunto del Arzobispado, hasta 2018. Asimismo, entre 2015 y 2018 fue Asesor de la Vicaría judicial del Arzobispado.
Descanse en paz. Rogad al Señor una oración por su alma.
En EL FARO recordamos uno de los artículos publicados en este diario en el año 2011
Como gigantes con pies de barro
Creo que todos estamos consternados ante la catástrofe ocurrida en Japón: un terremoto de nivel 9 en la escala Richter y un tsunami desolador, que ha arrasado y catapultado todo lo que encontraba por delante. Y por si fuera poco, el problema en las centrales nucleares, también inducido por las fuerzas de la Naturaleza, que amenaza con la desolación, el cáncer y la muerte.
Un manto de dolor, de negro silencio y de muerte se ha extendido sobre el pueblo nipón, que no es la primera vez que sufre un desastre nuclear, producido en esta ocasión por las fuerzas imparables naturales.
De todos es conocido que Japón es un pueblo laborioso, unido y con tesón, que logrará salir de esta catástrofe como salió de la de Hiroshima y Nagasaki.
Pero este desastre natural y sus consecuencias en la industria humana nos plantea, a mi modo de ver, un serio problema y un cúmulo de preguntas, que se alzan ante nosotros de forma insistente.
Porque Japón es uno de los países más avanzados en la ciencia y en la tecnología, hasta conseguir hacer frente al problema de los terremotos sin que sus edificios se vengan al suelo. Un terremoto en cualquier otro país causa cien veces más víctimas que en Japón. Pero, a pesar de su espectacular desarrollo tecnológico, no ha logrado dominar el mar bravío, ni impedir que éste se lleve por delante todo lo que se opone a su paso.
Y aquí empiezan las preguntas: ¿es que la ciencia y la técnica no pueden dominar a la Naturaleza? ¿o será sólo cuestión de tiempo? Porque en la historia de los avances tecnológicos y científicos vemos que lo que en un tiempo era invencible, tiempo después terminó siendo vencido. ¿Ocurrirá lo mismo con todo? ¿llegará el día en que el hombre, guiado por su razón, <omnisciente y omnipotente>, podrá dominar todas las fuerzas de la Naturaleza? ¿es ilimitado el progreso?.
Estas cuestiones nos plantea la catástrofe de Japón. Pues si el progreso es ilimitado, el hombre podrá llegar a dominar del todo a la Naturaleza: el agua, el viento, el sol, los movimientos de la tierra, etc.
O por el contrario, ¿tendrá el progreso unos límites infranqueables? Vemos que a nuestro derredor todo tiene un límite: un árbol no crece y crece sin parar; nuestro cuerpo se desarrolla hasta un límite; y cualquier fruta lo mismo; y la rotación y traslación de la Tierra;…
¿No tendrá la Naturaleza un halo intangible, casi sagrado, como obra de Dios? Los pueblos que llamamos, con algún menos-precio, «indígenas», tienen para con la Naturaleza, con la Madre Tierra, una actitud de respeto, de veneración. Pero el hombre occidental, con su razón instrumental y tecnológica, la ha reducido a un objeto de estudio, dominio y explotación. ¿No se revolverá la Naturaleza contra un tratamiento así?
El hombre es limitado; eso es algo evidente. Y algo limitado ¿podrá generar algo ilimitado, como sería un progreso permanente y sin final?. ¿No sería más razonable que el hombre adoptara una actitud de respeto y humildad ante la Naturaleza, de la que somos parte? ¿no seremos como gigantes con pies de barro?
Si, como dijo Martín Heidegger, «el preguntar es la piedad del pensar», hagámonos preguntas. Quizá así nos hagamos mejores y todos ganaremos.
Quizá la imagen de un soldado japonés en actitud de oración ante el cadáver de un compatriota, sea un buen ejemplo de la actitud que el hombre debería adoptar ante la Naturaleza: una actitud de humildad y menesterosidad.





