EFEMÉRIDES DE FIN DE SEMANA

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Antonio Gómez Romera

Domingo, 28 de abril de 2024

En el DXXI aniversario de la batalla de Ceriñola al mando de Gonzalo Fernández de Córdoba, el gran capitán

Croquis del campo de batalla de Ceriñola.

Hoy domingo, 28 de abril, festividad de San Pedro Chanel (1.803 – 1.841), misionero francés y primer mártir de Oceanía, en la decimoséptima semana de 2.024, se cumplen 521 años (1.503), de la batalla de Ceriñola (Apulia – Segunda Guerra de Nápoles), en la que las tropas españolas de Gonzalo Fernández de Córdoba (1.453 – 1.515, el “Gran Capitán”), Capitán General de mar y tierra, derrotan a las francesas de Luis de Armagnac (1.472 – 1.503), conde de Guisa, duque de Nemours y virrey de Nápoles, consolidando los derechos de Fernando el Católico (1.452 – 1.516) al Reino de Nápoles y otorgándole la soberanía.

Antecedentes

La firma del Tratado de Granada (14 septiembre 1.500), pone aparentemente fin a las disputas entre España y Francia por el territorio de Nápoles. Ambos países se reparten el Reino: la zona Norte corresponde a Francia, mientras que Apulia y Calabria pasan a formar parte de la corona de Aragón como ducados. Se alegan dos excusas para justificar este reparto: La primera, que Don Fadrique II de Nápoles ha concertado una alianza con los turcos en contra del Papa, de Francia y Venecia. La segunda, que el rey Fernando el Católico tiene más derechos dinásticos para la corona de Nápoles que Don Fadrique.

Disposición de las tropas españolas y francesas durante la batalla.

Tras la inesperada ruptura por parte de los franceses del Tratado de Granada, el duque de Nemours fuerza a las huestes de Gonzalo a batirse en retirada y refugiarse en la ciudad de Barletta (1.502), plaza fuerte del Adriático, con lo que el ejército francés cerca la ciudad. A la espera de refuerzos, las tropas españolas se dedican a practicar duelos en retos y desafíos entre caballeros, 11 contra 11, con resultado favorable a los caballeros españoles, y hacer acciones relámpago: emboscadas y salidas nocturnas, táctica heredada de la Guerra de Granada, que sorprende a los franceses minando su moral, pues no están acostumbrados a ese tipo de enfrentamientos.

Tras la victoria de la escuadra española del almirante Juan de Lezcano sobre la francesa del almirante Pregent de Bidoux (1.468 – 1.528), caballero de Rodas, también conocido como Perijuán, en la batalla de Otranto, Gonzalo puede reforzar el ejército con 2.000 lansquenetes alemanes enviados por el emperador Maximiliano I de Habsburgo, (1.459 – 1.519) y se lanza a la ofensiva en la primavera de 1.503.

Dibujo de la batalla de Ceriñola.

El 27 de abril se dirigen hacia Ceriñola, pequeña villa situada sobre un cerro con sus laderas cubiertas de viñedos en el “talón” de la península italiana, en la cara norte de las estribaciones de los Apeninos napolitanos y orientada hacia el mar Adriático, del que dista 35 kilómetros. Los lansquenetes son mercenarios alemanes, reclutados en las tierras altas de Austria y del sur de Alemania de las zonas de Alsacia, Baden, Wutenberg y el Tirol, territorios con una alta natalidad y una baja producción agrícola. Su nombre procede de la palabra “landsknecht”: “servidores del campo”. Su arma principal es la pica y la secundaria la “katzbalger” (“destripagatos”),una pequeña espada de entre 70 y 80 centímetros, con una guardia de dos gavilanes en forma de «S»

Para avanzar con la mayor rapidez posible, Gonzalo ordena que cada caballero transporte en la grupa de su caballo a un infante, lo que dado el sentido del honor de la época, provoca un aluvión de protestas. Gonzalo acalla inmediatamente las quejas dando ejemplo él mismo, montando en la grupa de su caballo a un alférez alemán. Gracias a ésta acción, inaudita en aquella época, el Ejército logra alcanzar la pequeña villa de Ceriñola con tiempo suficiente para preparar cuidadosamente la defensa y definir una estrategia.

El Gran Capitán contempla el cadáver del duque de Nemours.

Durante 6 horas los zapadores fortifican la posición: un profundo barranco discurre por el fondo del cerro, sirviendo como foso natural donde colocan estacas puntiagudas para impedir el paso de la caballería, y mueven la tierra de los bordes para que se hunda con el peso de un hombre. Los laterales del foso son prolongados y sólo queda al descubierto el flanco izquierdo. Gonzalo rápidamente ordena cavar un foso y con la tierra extraída, levantar un parapeto sobre el que se afianzan empalizadas de afiladas estacas. Y, delante del foso, se cavan varias trincheras. Al caer la tarde los jinetes de Fabricio Colonna (1.450 – 1.520) traen la noticia de la llegada del ejército francés.

La Batalla de Ceriñola

Las fuerzas españolas están formadas mayoritariamente por infantería, compuesta por arcabuceros, espingarderos, ballesteros, coseletes y piqueros, en total 5.000 hombres. La caballería a la gineta o ligera y la pesada, son escasas, unos 600 hombres de armas. La artillería consta de unas 13 piezas dispuestas en la pequeña colina que se eleva tras el foso y el parapeto que protege Ceriñola.

Los arcabuceros y espingarderos, situados en primera línea, tras el talud que sigue al foso excavado y en varias trincheras situadas delante del foso, están dispuestos en 2 grupos de unos 500 hombres cada uno, al mando de Diego García de Paredes (1.468 – 1.533) de Cristóbal de Zamudio ( / – 1.512), de Francisco Pizarro (1.478 – 1.541) y de Cristóbal Villalba (1.475 – 1.516). Tras ellos, y en el centro, se agrupan unos 2.000 piqueros alemanes. A ambos lados de los piqueros se han situado sendos grupos de unos 2.000 coseletes y ballesteros cada uno. Tras los coseletes y hacia los flancos, se colocan los 2 grupos de unos 400 hombres de caballería pesada mandados por Próspero Colonna (1.452 – 1.523) y Pedro de Mendoza. En la colina en la que se encuentra la artillería, mandada por Pedro Navarro (1.460 – 1.528), se sitúa un grupo de 850 hombres de la caballería ligera, dirigidos por Fabricio Colonna y Pedro de Paz, ambos bajo mando inmediato de Gonzalo, que tiene desde allí una visión completa del campo de batalla. La misión de la caballería ligera es evitar que las tropas francesas copen a la infantería española en caso de conseguir romper las defensas y atravesar el talud.

El Gran Capitán recorriendo el campo de batalla de Ceriñola.

Las fuerzas francesas, mandadas por el duque de Nemours, virrey de Nápoles, siguen manteniendo un concepto de batalla casi feudal, con preponderancia de las cargas de caballería pesada, y con un alto número de mercenarios suizos, pero, al mismo tiempo, cuentan con más artillería que los españoles. Se agrupan en 4 grandes bloques. En vanguardia, está la caballería pesada, separada en 2 grupos de unos 1.000 jinetes cada uno. En ella, al mando inmediato, se encuentra el propio duque de Nemours. Tras ellos se sitúan 3.000 piqueros mercenarios suizos, mandados por el coronel Chaudieu. Inmediatamente después, en otro gran grupo de 3.000 hombres, se sitúa la infantería gascona. Al frente de la infantería se sitúan las 26 piezas de artillería de las que disponen.

Finalmente, la caballería ligera, 1.500 jinetes, mandada por Yves d’Allegre (1.450-1.512), aguarda tras todos ellos, orientada hacia el flanco izquierdo en el sentido de avance de las tropas.

Gonzalo, conocedor de la “querencia” de los franceses por las cargas de caballería pesada, ha ideado una estratagema que consiste en provocar una carga y atraer la caballería francesa hasta el alcance de la artillería y los arcabuceros y espingarderos españoles, para infligir desde el primer momento el mayor daño posible al enemigo con el mínimo coste. De este modo, cuando la tarde empieza a caer, la caballería española sale a campo abierto y simula una carga contra los franceses. El suelo retumba al aproximarse la caballería pesada francesa. Dos mil bestias acorazadas son dirigidas por sus jinetes hacia la línea central del ejército español. Son imparables, y lo saben, así que espolean a sus monturas confiados en que el choque será brutal, y la victoria, sencilla. Tras una breve escaramuza, los españoles fingen la retirada, perseguidos por la caballería pesada francesa, que antes de llegar al foso y el talud, se encuentran inesperadamente con las trincheras de vanguardia en las que se agazapan parte de los arcabuceros y espingarderos, que inmediatamente abren fuego, al igual que la artillería. Esto provoca un retroceso momentáneo de la caballería francesa, que se lanza entonces en paralelo al talud y hacia la izquierda, tratando de buscar una vía de entrada a los parapetos del flanco derecho español. Durante ese trayecto, la caballería francesa es destrozada por el fuego de los arcabuceros y espingarderos españoles, colocados en filas de 3 en fondo, muriendo en ese momento el duque de Nemours, que es alcanzado por 3 disparos. Todo el Ejército francés se lanza entonces a la batalla, emplazando su artillería en vanguardia de la infantería y disponiéndose los 3 grandes bloques restantes en posición diagonal con respecto al foso y al talud que protegen a las tropas españolas. En plena batalla, la artillería española queda inutilizada al explotar accidentalmente varios carros de pólvora. Gonzalo, testigo del desastre, anima inmediatamente a sus tropas diciendo: « ¡Buen anuncio! ¡Estas son las luminarias de la victoria! ¡En campo fortificado no necesitamos cañones!».

Grabado de la batalla de Ceriñola.

La infantería francesa entabla combate entonces con las tropas españolas, pero son diezmados por el fuego incesante de los arcabuceros. El jefe de los piqueros suizos, Chaudieu, cae también muerto. Cuando la proximidad de la infantería francesa es demasiado peligrosa para los arcabuceros, Gonzalo les ordena retirarse a la vez que ordena avanzar a los piqueros alemanes, que se enfrentan en combate cerrado a los suizos y gascones, que finalmente retroceden ante una muralla de picas infranqueable.

Por último, y ante el desastre francés, Gonzalo ordena a todas sus tropas abandonar las posiciones defensivas y lanzarse al ataque. La infantería francesa es rodeada entonces por los ballesteros, arcabuceros, coseletes y por la caballería pesada española, sufriendo un gran número de bajas. La caballería ligera española se lanza a su vez contra la caballería ligera francesa, al mando de Yves d’Allègre, que se ve obligado a huir. Ante esta circunstancia, la caballería ligera española también carga contra la infantería francesa. Las tropas francesas, ante el tremendo castigo que están sufriendo, acaban por rendirse. Luis de Ars logra refugiarse en Venosa, perseguido de cerca por Pedro de Paz, e Ivo d’Allegre huye a Gaeta con sus jinetes sin entrar en combate. Aquella noche, Próspero Colonna y otros capitanes españoles cenan en la tienda del duque de Nemours.

Las pérdidas francesas fueron de más de 3.000 hombres, toda su artillería y equipaje, y la mayor parte de sus banderas. Los españoles solo sufrieron unos 100 muertos. Durante la batalla, los arcabuceros españoles efectuaron un total de unos 4.000 disparos.

Entre los cadáveres se recoge el del duque de Nemours, al que reconocen por los anillos que luce en sus dedos. Gonzalo, para honrarle, dispone que se le embalsame y se le conduzca en andas hasta Barletta con un séquito de 100 hombres de armas con hachas encendidas y una escolta de una compañía de soldados. En Barletta se le entierra en el monasterio de San Francisco.

Cómic de la batalla de Ceriñola.

Colofón

Una de las características más sorprendentes de la batalla es la extrema rapidez con la que se desarrolla. Desde la primera carga francesa hasta su rendición, apenas transcurre 1 hora. Por primera vez en la historia, una infantería provista de arcabuces logra derrotar a la caballería en campo abierto. Gonzalo aplica un sistema de contención – contraataque, fundado en la utilización de las armas de fuego para fijar y perturbar la carga de caballería francesa, añadiendo una acertada elección de la ocasión y el terreno, incluyendo su preparación donde presentar batalla. Demuestra que un ejército formado por unidades más pequeñas e independientes proporciona «una movilidad que supone una ventaja determinante en batalla con respecto a ejércitos agrupados en bloques más numerosos».

A pesar de que hasta entonces los ejércitos españoles, al igual que los de otras potencias europeas, están basados en el uso masivo de la caballería, herencia de las Guerras de la Reconquista, ésta nueva infantería está estructurada en unidades creadas por Gonzalo, llamadas “Coronelías”, las cuales, una vez probada su gran eficacia en batalla, van a ser la semilla de los célebres “Tercios Españoles” durante las décadas siguientes. Cien coseletes, piqueros con armadura, 100 rodeleros y 50 arcabuceros forman una compañía de 250 hombres al mando de un capitán. La unión de 3 compañías forma una bandera de 750 hombres y dos banderas una coronelía de 1.500 hombres.

La derrota francesa en Ceriñola, junto con la batalla de Seminara ocurrida la semana anterior, en la que las tropas españolas de Fernando de Andrade (1.477 – 1.540) y Hugo de Cardona (1.470 – 1.503) vencen al ejército francés de Bérault Stuart d’Aubigny (1.452 – 1.508) en Calabria, supone un giro a la situación de la Guerra en Nápoles. A partir de este momento, son las fuerzas españolas quienes toman la iniciativa en el transcurso de la Guerra, haciendo retroceder a los franceses hacia el Norte.

Ceriñola marca el inicio de la Era de la Infantería, que se va a mantener como la fuerza preponderante en cualquier ejército de Europa durante más de 4 siglos, hasta bien entrada la Primera Guerra Mundial.

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