MIGUEL DEL PINO PALOMARES (1940-2022). MEMORIA DE ANIVERSARIO (I)

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Domingo A. López Fernández

Cronista Oficial de la ciudad de Motril

MIGUEL DEL PINO PALOMARES (1940-2022). MEMORIA DE ANIVERSARIO (I)

Miguel del Pino…

El pasado seis de marzo se cumplía el primer aniversario del fallecimiento de un “torreño” de pro, Miguel del Pino Palomares, hombre sin igual, autodidacta y hecho a sí mismo, que a lo largo de su trayectoria vital supo luchar incansablemente por los intereses agrícolas de la Costa Granadina. Y con ella, los de España entera, de los que fue abanderado y defensor a ultranza en el movimiento cooperativista que tan buenos resultados ha dado en la gestión empresarial de las innumerables sociedades y comercializadoras que se encuentran ligadas al agro español. Este voluntarioso hombre de campo, sin apenas recursos, pudo adquirir una pequeña finca agrícola e integrarse con ella en el entonces llamado Grupo Sindical de Colonización “La Palma”, para gestionar la salida de sus productos y rentabilizar así su trabajo. Eran tiempos duros y la cooperativa pasaba por malos momentos, hasta el punto que casi llega a desaparecer, con lo que hubiera llevado a la ruina a sus asociados. Surgirá entonces la figura proverbial de Miguel del Pino Palomares, para erigirse en su cabeza visible y reflotar su gestión empresarial. Bajo su dirección, “La Palma” se convierte en un modelo de SAT que innova productos agrarios, los comercializa internacionalmente y obtiene muy buenas rentas agrarias para sus socios.

Aparte de un sinfín de cargos y realidades en las que pudo poner en juego su propio patrimonio y “condenas” por su activismo agrario, Miguel del Pino fue, igualmente, colaborador de EL FARO. En el inicio de los años 80 comenzó a firmar artículos en defensa del agro motrileño, la gestión y comercialización de sus productos y numerosos temas más. El día de su fallecimiento, acaecido el día 6 de marzo de 2022, quien fuera director del medio, Vicente Fernández Guerrero, hacía un pequeño editorial recordando su figura, comentario que se quedaba corto para referir una vida tan fructífera, tan aleccionadora y, sobretodo, bienhechora para Motril y su comarca. Esa actividad, a veces combativa de un hombre de campo, sin más, ha dado lustre y nombradía a Motril y la Costa Granadina  en las excelencias de sus productos agrícolas, aspecto que ha sido tenido muy en cuenta por la institución municipal para otorgarle la Medalla de Oro de la ciudad en el pleno que se celebró el día 27 de enero de 2023, reconocimiento que le será entregado públicamente a la familia el día 3 de junio, fecha conmemorativa de la efeméride en la que Felipe IV, en el año de 1657, concede a Motril el título de ciudad.

Sirva, pues esta semblanza biográfica para dar, desde EL FARO, el sentido homenaje a un hombre que por sus propios méritos y sin ningún tipo de alarde ni envanecimiento, ha pasado a la galería de personajes ilustres que tanto han dado por la ciudad y el lugar que le vio nacer. Dada la extensión de su biografía, ésta obligada memoria de aniversario va a aparecer en dos entregas, y el próximo domingo, como continuación a este homenaje, EL FARO reeditará igualmente una entrevista que Miguel del Pino concedió al semanario en el año de 1983, tras acaudillar el movimiento de protesta ante la embajada francesa en Madrid, acto que personalmente le pudo infringir una importante sanción económica e, incluso, su ingreso en prisión, aunque afortunadamente quedaría en nada.

He aquí, pues la vida de un hombre de bien, Miguel del Pino Palomares, que supo sacar adelante una pequeña cooperativa, “La Palma”, que hoy es una de las empresas más pujantes de la comarca y que desde sus orígenes va ligada al nombre de Motril allá donde va. Desde EL FARO, igualmente agradecemos a la familia, particularmente a su hijo David, la cesión de parte de los datos y fotografías  que conforman este artículo.

MIGUEL DEL PINO PALOMARES

(1940-2022)

(I)

Miguel del Pino Palomares nace el día 25 de diciembre de 1940 en Torrenueva, por aquel entonces anejo motrileño que en el año de 2018 consigue de forma oficial su independencia. Lo hace en el seno del matrimonio formado por Miguel del Pino Melero y Custodia Palomares Casares, familia de origen humilde que dedica su actividad a las labores agrícolas. Miguel es asentado en el registro civil el día 1 de enero de 1941, y ocupa el segundo lugar de los hijos habidos en el matrimonio, tras Miguel, de igual nombre, fallecido a tierna edad en la ciudad de Almería y, ya tras él, Custodia y Francisco. Las circunstancias derivadas de la guerra civil española han marcado por este tiempo la trayectoria familiar, pues sus padres se vieron obligados a marchar hasta la capital almeriense en la célebre “desbandá”, ante la inminente caída de Motril en manos de las tropas nacionales. Fue aquella huida un acto de supervivencia básica o, más bien, de sensatez, pues parte de sus familiares se encontraban movilizados en el ejército republicano y podrían derivarse con ello posibles represalias en todo su entorno. El regreso será rápido y como bien dice la familia, pertenecer al bando perdedor de la guerra “será un estigma social que les marcará durante muchos años con sus convecinos”.

Aquel pequeño infante de pelo rubio muestra una gran inquietud en sus años jóvenes, además de ser impulsivo y travieso, circunstancias que le acarrean numerosas reprimendas familiares, sobre todo las derivadas de la atención escolar. En su descargo queda que la escuela donde aprende, sin más, a leer y escribir, está regentada por un sargento del ejército que practica el célebre dicho de “la letra con sangre entra”. Pero de nuevo, las circunstancias familiares inciden directamente en su formación básica, ya que se ve obligado a abandonar el colegio ante la incapacidad laboral de su padre. Su formación quedará, pues incompleta, rémora que le va a acompañar durante toda su vida. Cuenta la familia que todavía, “al momento de su fallecimiento, no sabía escribir algunas letras en mayúsculas y las sustituía por el mismo trazo que las minúsculas pero con un tamaño mayor”. El joven Miguel es consciente de esta carencia en su formación, lo que le induce a ser persona autodidacta en todas las disciplinas del saber. Siempre decantó sus intereses hacia el conocimiento y la cultura, labor que consigue con su gran afición a la lectura y a ese don especial que le hace conectar perfectamente con las personas mayores que le pueden abrir su mente a las complejas circunstancias del vivir contemporáneo.

En el mes de octubre de 1952, cuando cuenta once años de edad, el entonces niño sufre un grave accidente al saltar una tapia y seccionarse los tendones de la mano izquierda,  por lo que tendrá que ser operado en el hospital de San Juan de Dios. Este hecho le va a marcar durante toda su vida, pues esa mano carecerá de la fuerza y movilidad que sería de desear en el normal desenvolvimiento de su día a día. Como ha quedado dicho, a los 13 años la enfermedad de su padre le obliga a erigirse en el puntal de la economía familiar, de forma que ayuda en las labores del campo y trabaja como bracero agrícola para ganarse el sustento. Afirma de nuevo la familia que “su fuerza interior le llevan a aceptar trabajos de gran dureza, tales como cargar arena de la playa en burros en los que la brutal exigencia física le permitía cobrar “50 duros”, el doble del jornal habitual”. Se hace indicativo señalar también su profunda religiosidad, aspecto en el que su familia tiene mucho que ver y donde le va a nacer su vena solidaria y de compromiso comunitario, hecho que va a poner de manifiesto, tiempo después, en la gestión comercial de la cooperativa La Palma.

AFRONTANDO RETOS

Miguel del Pino cumple con el deber de la patria en la plaza de Artillería de la ciudad de Melilla. Conseguida la licencia militar, regresa a su tierra, donde compatibiliza el trabajo en las tierras de propiedad de la familia y las oportunidades que le ofrece el mercado laboral de forma ocasional. En su afán de mejorar su situación, realiza unos cursos de formación que le capacitan en la rama eléctrica, aspecto que va a poner en práctica, por ejemplo, en la primera electrificación de la iglesia de Gualchos. Aun así, sigue realizando trabajos esporádicos tales como el de camarero, ganadero, la venta de vinos para las Bodegas Espinosa o mantelerías y colchas de China que hace puerta por puerta en toda la comarca.

Miguel del Pino Palomares contrae matrimonio con Carmen Rodríguez Sánchez el día 29 de enero de 1967, enlace del que nacerán dos hijos, David y Miguel Francisco. Curiosamente, nuestro personaje rompe aquí la tradición familiar de llamar al primogénito con el nombre de su padre, aspecto que solventará con su segundo vástago, que curiosamente será bautizado con el nombre de sus dos abuelos.

A finales de los años sesenta, en un local familiar del anejo torreño, Miguel del Pino monta con su esposa un bar conocido como “La Gamba de Oro”. En realidad no es éste su mundo ni su meta, de forma que tras el nacimiento de su hijo David, abandona la hostelería y consigue trabajo en la empresa Progesa, dedicada a los suministros agrícolas, en la que va a permanecer nueve años. En verdad, este trabajo si le llena y sugestiona, volviéndole a conectar con el mundo de la agricultura, la que es su auténtica pasión.

Tras años de trabajo en Progesa, Miguel del Pino decide comprar con dinero prestado una pequeña finca agrícola y convertirse, como bien decía, en “destripaterrones”. Se ubica ésta junto a la carretera de Motril-Torrenueva y, gracias a sus conocimientos, siembra un cultivo de calabacines al aire libre que logra una extraordinaria cosecha. Al momento es consciente del futuro que puede alcanzar y decide proseguir en el sector. Años después, vende esa primera finca y adquiere una de mayor extensión que se ubica en los llanos de Carchuna, operación que, sin saberlo, marcará para siempre el que ha de ser su futuro laboral y profesional.

SINDICALISMO Y ASOCIACIÓN

En el año de 1973, un número cercano al centenar de labradores de los anejos de Carchuna-Calahonda y Torrenueva, deciden unificarse en el llamado Grupo Sindical de Colonización “La Palma”, y dar ellos mismos salida práctica y económica a sus productos agrícolas. Inauguran una  nave de trescientos metros cuadrados en la que faltaba casi de todo y, como bien recoge EL FARO, “nadie sabía cómo se iba a manejar todo aquello”. La cooperativa sigue el modo de explotación de las antiguas “corridas”, en las que se verifican subastas de productos de su propia cosecha que se venden en pilas y donde corredores de la zona pujan a la baja para conseguir los frutos al mejor postor. Con más ilusión que eficacia, funciona “a retrancas” y, como pueden, llegan al año de 1981 “con una losa sobre sus espaldas” que prácticamente les está abocando a su desaparición. La deriva de la cooperativa es consecuencia de las múltiples dificultades económicas que se encuentran en el camino, tales como la falta de medios técnicos, de conocimientos en la organización, de los problemas derivados del transporte y la venta de los productos agrarios…, etc.

Como agricultor, Miguel del Pino se adhiere a la cooperativa en 1976, donde pasa a formar parte del consejo rector en calidad de secretario. La realidad es bastante compleja, pues como hemos dicho, en estos momentos la entidad pasa por grandes dificultades en su gestión empresarial al acumular deudas que lastran su propia supervivencia al superarse los sesenta millones de pesetas de la época. Es tal la gravedad de la situación, que en el año de 1982 se convoca una asamblea de socios que, con mucha controversia, culmina en la elección de un nuevo presidente, cargo que recae en la persona de Miguel del Pino. En los meses venideros, el nuevo presidente no es capaz de poner freno al desaliento de los asociados, pues de los más de cien labradores integrados, solo quedan afiliados doce, más él. Todos, incluido su presidente, creen en la viabilidad de la cooperativa y luchan por mantenerla a flote, para lo que no dudan en hipotecar sus patrimonios y solicitar un crédito financiero que solo una entidad ligada al sector, Caja Rural de Granada, se atreve a concederles.

El nuevo presidente opta ahora por una nueva estrategia en la dirección empresarial que es diametralmente opuesta a la que hasta ahora se ha estado llevando a cabo. Miguel del Pino reestructura todo, principiando por la supresión de la subasta al mejor postor. Su idea pasa ahora por enviar los productos agrícolas normalizados, tanto al mercado interior como al internacional. Y, a remanso de ello, se emprenden campañas para la información y formación de los agricultores con el objetivo de obtener un mayor rendimiento a sus productos y mejorar su calidad. Su gestión es óptima y se abren nuevos mercados, no solo el europeo, sino, incluso, también en EEUU.

A la vista de los resultados, se puede decir que Miguel del Pino fue un visionario del movimiento cooperativista y de su futuro esperanzador, tal y como se puede ver hoy en día. Así lo hacía ver en un artículo publicado en EL FARO en el año de 1981, donde exponía que “está claro que las cooperativas y agrupaciones de agricultores de la zona no funcionan todo lo bien que sería deseable, pero también está claro que están sirviendo de pleno a muchas especulaciones que hasta el momento benefician más al campo en general que a los mismos asociados, además, están sometidos a un juego al que los hombres del campo no estamos acostumbrados, juego que cuesta muchas veces fracasos y dineros”. Es más, Miguel del Pino ponía sus ideas claras sobre el cooperativismo con un ejemplo clarificador: “recuerdo una lección que un comerciante de la zona les dio a un grupo de agricultores: eran las fechas de los pimientos y estaban baratos; estos agricultores hicieron gestiones en Francia, y con toda su buena fe cargaron un frigorífico y lo mandaron; cuando el camión iba por el Azud de Vélez, un turismo se pone por delante y le dice que pare, le entrega dos mil duros y le dice que desconecte el frigorífico. Cuando los pimientos llegaron a Francia, estaban podridos”. Era, pues, el gran defensor del lema “la unión hace la fuerza” y de la necesidad y viabilidad del cooperativismo.

Con una visión rememorativa, Miguel del Pino, el adalid defensor de los intereses de los agricultores, llegó a decir en una entrevista dedicada a EL FARO con motivo del otorgamiento de EL FARO DE ORO a “S.A.T. La Palma”, en el año de 1990, que “nuestros agricultores son de lo mejor preparado que hay en esta Costa y ellos tienen la satisfacción por las mejoras obtenidas gracias a la preparación y el nivel técnico conseguido”.

COLABORADOR DE EL FARO

A nivel personal, en 1981, la vida depara a Miguel del Pino un desagradable momento, pues sufre un grave accidente de circulación del que va a ser tratado en el Hospital Clínico de Granada y del que afortunadamente se recupera satisfactoriamente. Por estos años, comienza igualmente a colaborar con el semanario EL FARO en una sección que dedica a la realidad del sector agrícola comarcal y los medios para su desarrollo e innovación. Miguel del Pino solía acudir a la redacción sin ningún artículo diseñado. Departía breves minutos con el director, Vicente Fernández Guerrero; de seguida, pedía papel y lápiz y, en poco tiempo, concluía el artículo que luego tenía que ser pasado al ordenador para su inserción en el medio escrito. Otras veces, cuando el tema era candente y de mayor actualidad, acudía ya con él escrito por la meditación propia que  le suponía, labor en la que sus hijos le ayudaban a pasar su contenido al ordenador. Miguel del Pino llegó a escribir cerca de doscientos artículos reivindicativos de un agro que necesitaba de la atención de las instituciones públicas y de los propios agricultores para proyectarse en el sector y generar riqueza y excelencias para los productos que ostentaban la marca específica de Motril y la Costa Granadina.

EL FARO fue, pues el medio de divulgación preciso para unas ideas y unas reivindicaciones que tuvieron su lógica repercusión en los estamentos a los que iban dirigidas, algo de lo que Miguel del Pino se sintió profundamente agradecido, reconociendo con ello el apoyo y la fuerza del medio decano de Andalucía Oriental. Es más, como halago, en uno de sus artículos publicados, reconocía que  “el semanario, además de llamarse EL FARO, es faro de inquietudes y proyectos de nuestra zona”. Ese agradecimiento personal se lo hizo saber en numerosas ocasiones al entonces director, Vicente Fernández Guerrero, incluso, en una conversación telefónica mantenida escasos meses antes de su fallecimientos. Ni que decir tiene que EL FARO se sintió igualmente privilegiado de contar entre sus colaboradores con una persona de su talante y de una claridad de ideas que sorprendía por su proyección y sapiencia en ese campo motrileño del que fue un auténtico adalid. Se hace preciso destacar que, en ocasiones, su colaboración no estaba exenta de polémica por sus contenidos. Uno de esos artículos es bastante significativo para conocer su enorme proyección en el más allá de sus pensamientos con relación al ingreso de España en la C.E.E. En el artículo en cuestión, publicado el día 6 de febrero de 1981, expone su visión clarividente del agro español y, por ejemplo, reconoce “que la agricultura –y no toda- es lo único que podemos llevar a Europa. Y para ello hay que estar preparados. El hecho de entrar en la Comunidad  no nos va a permitir mandar lo que nosotros queramos; allí se comerán lo que ellos quieran y si no tenemos nosotros, lo buscarán en otro sitio…Aquí se piensa y se actúa como si el campo fuese una actividad de países pobres, de subdesarrollados. Y eso es mentira. Ahí está la política agraria que hacen los países industrializados, con un nivel de vida superior al nuestro…”.  Sus escritos, muchas veces, no estaban exentos de polémica tal y como lo refleja el titulado: “Motril: centro geográfico”, donde textualmente expresa que “se dice que Motril es el centro geográfico de una comarca privilegiada, debido a su clima; llamada a ser en su día un enorme surtido de vitaminas y proteínas que viajarán a media Europa, con lo que esto supone de riqueza, de trabajo”. Correcto en su predicción, pero su espíritu crítico y veraz con lo que no cuadraba en sus pensamientos le hacía verter en sus opiniones aspectos que podían no caer bien entre el personal. Así, continuaba expresando “que sin negar cierto progreso en el plano agrícola y comercial, tenemos que afirmar que las iniciativas y el horizonte del hombre del campo no va más allá de los mojones de su parcela. Las cantinelas de cada año en las fechas de la recolección lo demuestran bien claro. Mientras las papas y las hortalizas se venden a un precio medio rentable, todo va bien; pero cuando se vienen al suelo, ya oímos la vieja y archiconocida canción: “esto no puede ser, todo cuesta mucho…, lo que nosotros vendemos a nada, si vas a comprar te cuesta un dineral”. Tan candente como hoy en día, y han pasado ya cuarenta y dos años de su reflexión personal.

Con la certeza de hombre cabal y justo, reconocía en el artículo que  “yo aplaudo a los que así saben sacarle provecho a su trabajo y me enfadan y molestan los que se dejan en manos de los demás”. Y por eso continuaba afirmando que “está claro que en nuestro agro hay muchísimas personas que tienen la romántica idea de que los demás le van a sacar las castañas del fuego y eso, hombre del campo, tu sabes que no es así, ni ha sido, ni lo será nunca”. (Continuará).

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