«EL PRESIDENTE BLANDENGUE»

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«El presidente blandengue»

Agustín Martínez -Periodista-

El hombre blandengue, tan de moda en estos días por la fantástica campaña puesta en marcha por el ministerio de Igualdad, fue una creación del inefable «Fary», que en una entrevista realizada hace casi 40 años, bautizaba con tan significativo término, a los hombres que entonces empezaban a corresponsabilizarse de algunas ínfimas tareas domésticas.

En ese tiempo, no tan lejano, el hombre como Dios manda, tenía que reunir todas las «virtudes» de machismo hispánico: tratar a las mujeres, empezando por la propia, como sirvientas y seres inferiores, administrar su patrimonio, decidir su vestuario, soltarle una bofetada de vez en cuando, afeitarse con una navaja cabritera, bañarse en Varón Dandy, desayunar un carajillo de Soberano antes de encender un Farias, hablar siempre a voces y hostiarse con cualquiera por un quítame allá estas pajas…

Parece que cuatro décadas después, el hombre «blandengue» no es del gusto de las mujeres de las derechas patrias, no al menos de su heroína y modelo, Isabel Díaz Ayuso, quien con su «gracejo habitual», ha bautizado así al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, provocando las carcajadas ostentóreas y los golpes con mano abierta sobre las mesas de las tabernas, de los  muy hombres y mucho hombres del PP… Es lo que tiene ser más machista que el Fary, e Isabel «la Caótica» lo es.

Pero miren ustedes por donde, resulta que el hombre blandengue, al menos en materia política, es Juanma Moreno, quien como fiel lacayo seguidista de Isabel y como todo cateto que se precie, ha decidido hacer en Andalucía lo mismo que ella en Madrid y arramblar con buena parte de los impuestos que pagan los andaluces que más tienen, para hacer frente a las necesidades de los andaluces que más necesitan de los servicios públicos que se financian con esos impuestos.

No es verdad, como dice el «presidente blandengue», que el dinero que no se cobra en impuestos se queda en el bolsillo de los contribuyentes, y no es verdad, porque los impuestos que se eliminan, los acabamos pagando con creces en seguros de salud, educación privada y en todos aquellos servicios que las administraciones que los dejan de cobrar, no pueden prestar en las condiciones de calidad que merece la ciudadanía.

El presidente blandengue, es el que con sonrisa meliflua, elimina impuestos en su tierra, el mismo día en que su capataz en Génova, exige que el Estado aporte más fondos a las CCAA, para hacer frente a los gastos extraordinarios derivados de la crisis en los terrenos educativos y sanitarios.

Primero fue la eliminación del impuesto de sucesiones y donaciones y ahora la del de Patrimonio y la «deflactación» (vaya mierda de palabro) de un 4% del IRPF, con todo ello, la Junta de Andalucía, ha dejado de ingresar mil millones de euros al año, mientras que, al igual que su admirada Madrid, seguimos ocupando los dos últimos puestos del país en inversión pública por habitante en materias tan sensibles y necesarias para el ciudadano, como la sanidad y la educación.

Con esta medida, anunciada esta semana con fanfarrias varias, Juanma se convierte en el auténtico «presidente blandengue», porque lo es con quienes más tienen, en perjuicio de los más débiles. Para ser más exactos, «blandengue» con el 0,2% de los andaluces que dejarán de pagar 105 millones de euros al año, en detrimento de los servicios que recibimos el 99,8% de los andaluces que no disponemos de un millón de euros de patrimonio, pero que sí que necesitamos  de una sanidad y una educación públicas y de calidad, que al igual que otros servicios que tiene la obligación de prestar la administración autonómica, solo se pueden pagar con los impuestos recaudados.

Juanma Moreno es el auténtico «presidente blandengue», porque solo un blandengue gobernaría para beneficiar a 17.000 personas y perjudicar a casi ocho millones y medio… Blandengue y cateto, porque solo un cateto acomplejado copiaría como un mal estudiante, lo que hace la «lista» de la clase del PP y por supuesto lo que se hace en la capital.

Bonilla ha demostrado ser un blandengue lacayo de Ayuso y un cateto, además de convertirse en el hazmerreír de este país, al pretender que los empresarios catalanes se muden a Andalucía. «Esta es vuestra tierra», les dijo el martes. ¿Se acuerdan cuando Madrid ficho a Daniel Lacalle, para captar a empresas radicadas en Londres tras el Brexit y años después no ha venido ni Perry? Pues algo así me parece que va a ocurrir con esto de Bonilla y las empresas catalanas.

Juanma es el auténtico presidente blandengue, lacayo, cateto, objeto de hazmerreír patrio y además todo un cínico que saca pecho de una bajada de impuestos en una comunidad que, como Andalucía, es perceptora neta de recursos del Estado para paliar su desfavorable situación con respecto a la media de España y donde la inflación se sitúa cuatro puntos por encima de la registrada en el país, mientras su crecimiento económico está cuatro puntos por debajo.

El «presidente blandengue», es también un inmoral, porque solo a un gobernante inmoral se le puede ocurrir bajar los impuestos a los más ricos, en un momento de crisis generalizada, en el que la mayoría de la sociedad necesita unas administraciones bien armadas económicamente que puedan hacer frente a las dificultades que se nos avecinan.

Pero es que además de todo lo anterior, el «presidente blandengue» miente para beneficiar a los más ricos, asegurando que la supresión del impuesto sobre el patrimonio atraerá a las fortunas que se han fugado a comunidades autónomas como Madrid. Sin embargo, con los datos en la mano, en los últimos cinco años las regiones que cobran el Impuesto de Patrimonio, esto es, Cataluña, Valencia y Andalucía, han conseguido atraer y retener a más fortunas que Madrid, que no recauda por esa vía.

Solo una cosita más, con los 100 millones de euros que el «presidente blandengue» va a perdonar a los ricos andaluces se podrían construir, 20 colegios y 25 centros de salud y contratar  a 500 médicos y pediatras, 1000 enfermeras/os, 1000 celadores y otorgar 400.000 ayudas de residencia para mayores. Es cierto que ninguno de estos servicios serán utilizados por los 17.000 amigos ricos del «presidente blandengue», pero todos ellos son fundamentales, para los casi 8,5 millones de andaluces que no tenemos tanta suerte.

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