RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

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EL FARO

DATOS SOBRE EL SEXENIO REVOLUCIONARIO Y LA REPÚBLICA INDEPENDIENTE DE MOTRIL QUE NUNCA EXISTIÓ EN 1873

Manuel Domínguez García -Historiador y Cronista Oficial de la ciudad de Motril-

El proceso comenzó en Cádiz el 18 de septiembre de 1868 con la sublevación de la flota al mando del almirante Topete, pronunciamiento en el que, además estaban implicados, entre otros, los generales Prim, Serrano, Dulce y los políticos progresistas Práxedes Mateo Sagasta y Manuel Ruiz Zorrilla. Al día siguiente se leyó un manifiesto en el que se justificaba el golpe de estado y que terminaba con el célebre grito ¡Viva España con honra!

En los siguientes días el alzamiento se fue extendiendo desde Andalucía por el resto del país y el 28 de septiembre las tropas fieles a Isabel II fueron derrotadas en la batalla de Alcolea. El Gobierno dimitió y la reina, que se encontraba en San Sebastián, tuvo que abandonar el país exiliándose a Paris el día 30.

Esta revolución, llamada “La Gloriosa”, inaugura en España el “Sexenio Democrático”, intentándose crear en esos seis años un nuevo sistema político. Inicialmente el general Serrano es nombrado Regente, mientras se elaboraba una nueva constitución y se buscaba un nuevo rey, triunfando la tesis de Prim e instaurándose una monarquía de nuevo cuño en la persona del Amadeo de Saboya en 1871.

El marco revolucionario de 1868 en España viene encuadrado por tres crisis conjuntas. La primera es una crisis política monárquica determinada porque la Corona se queda sola tras la muerte del general O’Donnell, su principal valedor, y porque los políticos del Partido Moderado en el gobierno, fueron incapaces de aceptar una alternancia en el poder con los progresistas. La segunda es una crisis espiritual simbolizada por la pérdida de los valores intelectuales que la Monarquía parecía simbolizar, influidos por la impopularidad de la reina Isabel II al rodearse en la Corte de personajes pintorescos, su confesor el padre Claret, sor Patrocinio, monja milagrera con llagas o estigmas, y de amigos del rey consorte Francisco de Asís.

Por último, una crisis económica de gran alcance que, desde 1866, dio al traste con el sistema financiero, agrario e industrial español.

Toda esta serie de factores produjo una situación explosiva que no tardaría mucho en estallar.

Ya en 1866, en la ciudad belga de Ostende, los progresistas, demócratas y la Unión Liberal habían sentado las bases de un pacto cuyo fin era derrocar a la reina y a su régimen y el establecimiento de unos derechos fundamentales, entre los que destacan el sufragio universal, inspirado por los demócratas. Una vez conquistado el poder se formarían unas Cortes constituyentes que establecerían la forma de gobierno desde entonces: monarquía o república.

La ciudad de Cádiz, como decíamos, volvía a ser el origen de una revolución, ya que el 18 de septiembre de 1868 el brigadier Topete encabezó un alzamiento tras ponerse al mando de la flota fondeada en Cádiz. Los sublevados difunden un manifiesto titulado «España con honra«, en el que exponían las razones de su levantamiento, que no eran otras que la demanda de reformas políticas. En el manifiesto se pedía que tras exiliarse la reina se fundara un nuevo gobierno sin exclusión de partidos.

A continuación el general Prim se unió a Topete y ambos se hicieron con el control de Cádiz. Luego buscaron el apoyo en otras ciudades como Sevilla, Córdoba, Barcelona, Huelva, etc. Se formaron Juntas Provinciales que se encargaron de movilizar a la población mediante promesas de sufragio universal, de eliminación de impuestos, del fin del reclutamiento forzoso y de una nueva constitución. En las ciudades y pueblos, las Juntas revolucionarias, formadas por demócratas y progresistas, asumieron el poder.

Motril, al que le había afectado mucho la crisis de 1866 debido al hundimiento de la industria textil catalana que era la única compradora del algodón de nuestra vega y arruinado, apenas en dos años, a la mayoría de los pequeños y mediados labradores y dejado en el paro a miles de jornaleros; se pronunció a favor de la Revolución el día 28 de septiembre bajo el liderazgo de los políticos republicanos y progresistas locales.

Desde la tarde anterior comenzó a correr por la población la noticia del levantamiento y empezaron a formarse grupos en la plaza Mayor, hoy de España, y calles próximas en actitud pacífica y dando gritos y vivas a la libertad.

Por la mañana del 28 el representante del Gobierno, acompañado por algunos guardias civiles, inspectores, celadores y vigilantes, pidieron al público que se retiraran a sus casas, pero como los grupos iban creciendo, llegó una sección de la Guardia Civil que intentó despejar la plaza. La gente se enfrentó a los guardias y se inició un combate en la plaza y calles aledañas, logrando los revolucionaros tomar el Ayuntamiento sobre el mediodía.

Esa tarde se formó una Junta Revolucionaria Provisional presidida por Joaquín Gallardo, que había tenido una distinguida actuación en los altercados de la mañana, e  integrada, como vocales, por Antonio Aguayo, sacerdote republicano, Antonio Hernández Martín, Guillermo Avancini, Francisco Ravassa, Bernardo Herrera, Francisco Garvayo, José Ocete y Juan Cervera.

La primera actuación de esta Junta fue la de crear una milicia ciudadana, “Los Voluntarios de la Libertad”, formada por hombres pertenecientes los partidos republicano y progresista, con el fin de garantizar el orden público en la ciudad. Al día siguiente, 29 de septiembre, Melchor Almagro Díaz, crea el Comité Republicano de Motril, quizá el primero que se funda en España.

A medida que transcurren los días, la situación política parece estabilizarse y el 3 de octubre se formaría un nuevo Ayuntamiento para regir la ciudad, de acuerdo con la nueva normativa emanada del gobierno provisional de España, dirigido por el general Serrano, que decretaba la disolución de las juntas y que permitía que sus miembros se designasen a sí mismos concejales con carácter interino de los nuevos ayuntamientos, hasta que se celebrasen elecciones municipales. El nuevo Ayuntamiento revolucionario, presidido por Francisco Hernández Martin, enviaba un telegrama a Madrid felicitando a “los ilustres caudillos y al gobierno provisional que gloriosamente proclamaron en Cádiz la libertad y la soberanía nacional”.

Así entraba nuestra ciudad, al igual que toda la Nación, en un proceso histórico en el que la burguesía liberal intenta un nuevo ensayo político con el fin de lograr resolver los problemas seculares de España.

De todas maneras los problemas políticos fueron muy importante y en estos años Motril se vio sacudido por numerosos enfrentamientos entre las diversas facciones políticas existente en el municipio. En los meses finales de 1868 en Motril se vivía en estado de alarma por los continuos altercados entre republicaos y monárquicos, en los que tuvo que intervenir varias ocasiones la fuerzas de orden público, acusando los monárquicos al alcalde de arbitrariedades y abusos de poder, ya que había ordenado algunas detenciones de contrarios políticos. En diciembre de 1868 se celebran elecciones municipales y desde unas noches antes, según el periódico granadino monárquico “La Política” cuyo propietario era el motrileño Antonio Mantilla de los Ríos y Burgos, grupos republicanos disparaban a las ventanas de las casas los monárquicos y que por orden del alcalde habían sido encarcelados una veintena de electores de esta ideología y que, por los tanto, el partido de la Unión Liberal de Motril había decido no presentarse a las elecciones. Antonio Mantilla, que ya había sido diputado desde 1857, es el líder de la conservadora Unión Liberal de la provincia de Granada, con formidable influencia política en Motril. En 1878 Alfonso XII le concedería el título de marqués de Villamantilla.

En junio de 1869 se constituye un nuevo Comité Republicano de Motril, presidido por Antonio Aguayo García; como vicepresidente, Manuel García Garbías. Vocales: Luis Suarez García, José López Pabón, Francisco de Paula Decó. Juan Herrera, Antonio Alonso e Ignacio Ruiz de Morales; como secretarios: Juan de Dios Rodríguez y José Velarde.

A primeros de octubre de ese año de 1869 se produce un levantamiento republicano. Los republicanos federales motrileños ocupan el Ayuntamiento y se constituyen como corporación municipal, siendo elegido alcalde Francisco Hernández, pero el día 9 el gobernador civil de Granada, Gregorio Alcalá Zamora, ordena su destitución; argumentando que el Ayuntamiento federal se había extralimitado políticamente y que no había salvaguardado el orden público y la seguridad individual y envía al Ayuntamiento al comandante de Carabineros para disolver la Corporación. De nuevo se viven momentos de mucha tensión en la ciudad, se teme una nueva revuelta de los federales, pero al final deciden presentar una denuncia al juez por lo que creen una arbitrariedad del gobernador, alegando que durante la revuelta los federales se habían propuesto conservar el orden a todo trance y para ello convocaron una junta donde estuvieron presentes el Ayuntamiento, autoridades civiles y militares, vecinos acomodados, jefes y clases de las fuerzas ciudadanas y donde todos se comprometieron a sostener el orden, respetar las leyes y asegurar la tranquilidad en Motril.  Los firmantes de esa denuncia y miembros de esta primera corporación republicana federal eran: Francisco Hernández Martín, Antonio Aguayo, José Puig Vilá, Francisco de Paula Decó, Juan de Dios Rodríguez y Sancardo, José Tomás Trujillo, José Martín Chica. Tomás Blanco Miró, Antonio Martín Chancón, Antonio Alonso, José García, Juan Montero y Juan Herrera.

Unos días después el ayuntamiento republicano es sustituido por una corporación de carácter conservador, cuyos miembros pertenecían a la Unión Liberal, y nombrado alcalde Francisco Herrera Burgos, primo de Antonio Mantilla, con el consiguiente disgusto de republicanos, demócratas y progresistas motrileños.

Se inicia 1870 con gran tensión y enfrentamiento las diversas facciones políticas existentes en Motril, menudean las detenciones, peleas y enfrentamientos verbales, aunque a lo largo del año parece que el alcalde Herrera Burgos consigue mantener las cosas dentro de un cierto orden. En marzo año se publicaba un libro del motrileño Francisco Granados titulado “La verdad sin consideraciones, o sea Manual del Republicano Federal”. Curiosamente algunos periódicos citan que en ese mes de marzo de este año había en Motril un gran entusiasmo por la causa carlista y que los moderados motrileños se habían pasado al Carlismo. En abril se recibió la visita del ministro de Fomento que recorrió la vega de cañas y las fábricas de azúcar. De nuevo en mayo la elección parcial de un diputado a Cortes por la circunscripción de Motril desata la batalla política, donde Antonio Mantilla, desde su periódico, abogaba por el candidato conservador Antonio de Borbón, del que decían los republicanos motrileños que era un “diputado de ultratumba”. Los monárquicos católicos presentaban como candidato al carlista Carlos Calderón y Vasco y los monárquicos liberales a Federico Balart, que es quien gana las elecciones con una mayoría aplastante. Terminadas las elecciones se calma un poco la situación política, pero en junio fallece el diputado por Motril Francisco de Paula Villalobos y de nuevo elecciones. La prensa de octubre recoge que en Motril, con motivo de la elecciones, “se estaban produciendo abuso y excesos incalificables, Por el momento y como represalias de resentimientos producidos por dicha cuestión seis individuos han asesinado a otro. Hallándose presos dos de los agresores. Cuadrillas de apaleadores u otra cosa peor, tratan de imponer su voluntad a los electores y la población se haya invadida por una nube de gentes de mal vivir y peor historia que comenten mil atropellos sin que las autoridades locales tengan suficiente fuerza para reprimir”. Tuvo que venir el gobernador civil con la Guardia Civil a poner orden y permitir que los electores republicanos no fuera avasallados. Las elecciones dan la victoria al candidato demócrata Miguel Cuevas Hernández. A mediados de noviembre el ministro de la Gobernación, Nicolás María Rivero, destituye al Ayuntamiento. Y se nombra, para sustituirlo a los señores que conformaban el ayuntamiento anterior a los sucesos de octubre de 1869. Terminaba el año con la ciudad en un preocupante estado de agitación política, con la noticia del asesinato de general Prim presidente del Gobierno de la Nación y la llegada Cartagena del nuevo rey Amadeo de Saboya.

El año de 1871 comenzaba con varios días de nevadas en enero que perjudican mucho a los cultivos cañeros de la costa. El 7 de marzo el gobernador civil destituye de nuevo al Ayuntamiento si motivo ni pretexto alguno, probablemente porque no apoyaban al candidato del Gobierno en las elecciones a Cortes que se celebraban al día siguiente. Ese día 7 el candidato del gobierno Sr. Mingo se presenta de madrugada en Motril con un delegado del gobernador civil llamado José María Iturralde. El delegado citó al Ayuntamiento en la Casa Capitular al mediodía y se presentó con la Guardia Civil y los Carabineros, comunicándole a la Corporación su disolución y su remplazo por el Ayuntamiento anterior, disuelto por al Capitán General en la última insurrección republicana. El alcalde, Francisco Herrera Burgos, y los concejales se resisten y el delegado los amenaza con ponerlos en la calle a “bayonetazos”. Al final no lo consiguió ante la resistencia de los concejales y que vino a Motril desde Orgiva Antonio Mantilla de los Ríos que era el candidato a diputado por los conservadores de la Unión Liberal y familiar del alcalde. En la plaza de la Constitución se agolparon numerosos partidarios de Mantilla y, también, muchos republicanos. Seguramente para evitar el enfrentamiento, Iturralde decide parar la decisión de destituir a Ayuntamiento. Mantilla ganaría las elecciones. Pero curiosamente el día del escrutinio, 14 de marzo, el delegado de Gobernador volvería a disolver el Ayuntamiento y sustituirlo por una corporación republicana. Esa medida generó gran excitación en la ciudad, se decía que 3.000 hombres de las zonas rurales se dirigían armados hacia Motril para oponerse a las medidas del delegado Iturralde.

En abril es repuesto el Ayuntamiento destituido por orden del Gobierno con el consiguiente enfado de los republicanos. En mayo el presbítero republicano Antonio Aguayo comenzaría a publicar un nuevo periódico local llamado “La Republica”. En julio es apaleado por la “Partida de la Porra” Juan Fernando Garvayo, cuñado de Antonio Mantilla, los rumores que corrían por la población eran que el atentado se había producido por el enfrentamiento entre personas pertenecientes a la Unión Liberal y al Partido Demócrata por el arriendo del impuesto de los consumos. En septiembre la Diputación Provincial, en ausencia del gobernador civil, suspende al Ayuntamiento de la Unión Liberal, sustituyéndolo por uno republicano federal, En octubre el Gobierno ordena la restitución del Ayuntamiento inhabilitado, efectuándose el día 25 por la tarde. Terminaba el año con un enorme lio político difícil de resolver.

A primero de 1872 el poder en Motril estaba en manos de Antonio Mantilla, su pariente el alcalde Herrera Burgos y de Ricardo Rojas Garvayo; líderes del partido Unión Liberal en Motril.  Un diario nacional decía: “En Motril, hoy por hoy, no hay más Dios que Mantilla y el alcalde su profeta”. Otro periódico “La Esperanza”, recogía en sus páginas la siguiente carta desde Motril: “Se convierte el jabón en un artículo de comer, o de beber o de arder; se incautan de leña que ni aun por la puestas pasa; se decomisan géneros en la calles de la población, y hasta se han dado casos de entrar en habitaciones y romper vasijas y derramar líquidos, porque a los empleados del Ayuntamiento les parece bien. Los moros de Riff gozan de una administración infinitamente mejor, que la de esta desgraciada ciudad”. El 28 de enero a las 2.30 de la tarde un importante terremoto con fuerte ruido y de duración de unos 8 segundos sacude Motril. Se cayeron seis o siete casas y mucha tuvieron que ser apuntaladas. No hay datos de víctimas. En marzo, Juan Fernando Garvayo, cuñado de Mantilla, se presenta a le elección de Diputado a Cortes, el partido Radical apoyaba a Manuel Hernández, por los Moderados a José Martínez Mantecón, aunque después se retirará de la contienda electoral y los Conservadores Nicolás María Rivero que, también, renunciaría. El día de las elecciones, celebradas en 13 de agosto se produjeron muchos incidentes, enfrentamientos y escándalos. En el colegio electoral establecido en la Casa Capitular, el presidente de la mesa Francisco Ortega, rompió y quemó las papeletas, con la consiguiente irritación y protesta de los electores republicanos a los que el alcalde Herrera Burgos amenazó con meterlos en la cárcel. En el colegio de Capuchinos, el presidente Antonio de la Torre, no consentía que votasen los republicanos y en el colegio de la Aurora, los interventores republicanos descubrieron al presidente de la mesa electoral, José Iluminati, metiendo en la urna papeletas falsas. El cabo de serenos le dio una paliza a un elector republicano y muchos de ellos no fueron a votar por miedo, ya que la noche antes habían recibido en sus casas “la visita” de Joaquín Domínguez, celador de Vigilancia del Ayuntamiento.  El embrollo y el enfrentamiento político en Motril eran tremendos.

El nuevo experimento político de la monarquía de la Casa de Saboya no duró mucho tiempo y por diversas razones, la más importante el asesinato del general Prim, su principal valedor, Amadeo I abdicó en febrero de 1873 y la República iba a irrumpir con fuerza en la Historia de España.

Así el 11 de febrero de este año de 1873 el Congreso y el Senado constituidos como Asamblea Nacional aprobaban por mayoría la siguiente proposición: “La Asamblea Nacional resume todos los poderes y declara como forma de gobierno de la Nación la Republica”, pero sin definir si se trataba de un sistema unitario o federal, que quedaría a posterior decisión de las Cortes Constituyentes.

La I República Española fue un ensayo más en un siglo donde predominaron en nuestro país una serie de tentativas políticas con las que se intentaba remediar una situación secular de deterioro socio-económico y político y su historia es el testimonio del fracaso de la federación desde el Estado.

El pueblo español creía poder encontrar la felicidad social en el Estado Federal, pero la tendencia descentralizadora de los regionalismos periféricos, las aspiraciones del naciente Movimiento Obrero y los ideales democráticos de la burguesía de agitación; sintieron un enorme desencanto al ver como la Republica no respondía con la rapidez suficiente a sus pretensiones y la conciencia de la federación desde abajo condujo, en el verano de 1973, al movimiento  revolucionario cantonalista que se propagó con rapidez por muchas regiones españolas formando comités de Salud Pública en muchas ciudades y pueblos. De nuevo el fenómeno del “Juntismo”, tan típico en este país desde la Guerra de la Independencia hasta la Guerra Civil y que aparecía cada vez que el poder del Estado se debilitaba.

El cantonalismo, cuyo objetivo era el establecer una serie de ciudades y pueblos independientes que se federarían libremente, surge de la pequeña burguesía y tuvo mucha influencia en el primer movimiento obrero, apareciendo cantones en Cartagena, Valencia, Castellón, Sevilla, Cádiz, Salamanca, Jaén y Granada, entre otras muchas ciudades y pueblos de España.

Fue el cantón granadino declarado el 20 de julio el que, por su cercanía y rápida comunicación, ejerció más influencia sobre lo que ocurre en Motril en esas fechas.

En nuestra ciudad desde la proclamación de la Republica el ambiente político era muy tenso, los políticos republicanos federales locales, intentaban conseguir la destitución del Ayuntamiento y la dimisión del alcalde Francisco Hernández Martin.  El mismo día de la proclamación de la Republica grupos de federales se concentraron en la plaza en actitud hostil, pero por suerte no hubo incidentes. En menos de un año se había disuelto y vuelto reponer el Ayuntamiento en tres ocasiones. A mediados de febrero los federales avisaron al alcalde que si no abandonaba el Ayuntamiento “correrían arroyos de sangre” en Motril. El alcalde que al parecer no tenía mucho interés en conservar el cargo pero que tampoco quería abandonarlo por la presión de las turbas, comunicó al gobernador de la provincia lo que ocurría, manifestándole la adhesión del Ayuntamiento a la Republica y enviándole su dimisión provisional en el caso que no tuviese las fuerzas de orden público suficientes para mantener el orden.

Con esto se calmaron un poco los rebeldes federales, pero el 17 de febrero, temiendo que al final el gobernador dictase una resolución contraria a sus peticiones se reunieron de madrugada en la plaza Mayor y solicitaron al alcalde que entregara inmediatamente el cargo y las llaves de la Casa Consistorial para constituir un nuevo Ayuntamiento. El alcalde se negó y refugiándose en la Casa Capitular con 40 o 50 partidarios, aguardó el ataque de sus enemigos. El asalto no se hizo esperar y unos 200 hombres pusieron sitio al Ayuntamiento y rompieron fuego, contestando los del interior de la casa a los que les disparaban desde la plaza, las casas de enfrente y desde la torre de la Iglesia Mayor. Las campanas tocaron a rebato y el tiroteo se generalizó durante cinco largas horas. Al cabo de ese tiempo llega a Motril la orden del gobernador civil nombrado alcalde al promovedor del motín y dejando en sus manos la decisión de designar concejales. Los encerrados obedecen la orden y se acaba la batalla con el resultado de un muerto, tres heridos graves y 17 leves.

La situación política en Motril es más tranquila en el mes de marzo e incluso es repuesto como alcalde Francisco Hernández. En abril hay una importante manifestación pidiendo la supresión de impopular impuesto de Consumos, a lo que accede el alcalde, pero al final algunos manifestantes agreden a los recaudadores del impuesto y hay dos heridos de gravedad. El 8 de junio se celebra con grandes fiestas en Motril la proclamación de la Republica Federal, pero a mediados de julio llegan a la ciudad las noticias del levantamiento cantonal y el día 12 de julio de nuevo se suceden disturbios promovidos por los republicanos cantonalistas y miembros de la Sociedad Obrera Motrileña, afiliada a la Asociación Internacional del Trabajo desde 1871. Hay tiroteos y enfrentamientos por las calles. El día 13 había elecciones municipales y algunos hombres armados con pistolas y revólveres entraron en el colegio electoral situado en la ermita del Carmen. Tiraron la mesa con la urna y el tintero y saltaron por encima de los bancos disparando contra el presidente de la mesa José García Urquizar y el secretario José Montero Padial, que quedaron malheridos. Los asaltantes, seguramente federales cantonalistas, fueron Francisco Ruiz de Morales, Paulino Rodríguez Ruiz, Andrés Jiménez Torres, Francisco Javier Martin, José Moreno Díaz, Antonio García Ortega y Juan Posadas Beltrán. También hubo disparos en el exterior de la ermita que fueron efectuados por Miguel Rodríguez García y Francisco Posadas Martos.  Se vivía en constante estado de excitación política y desde el día 20 de julio se sucedían manifestaciones a favor de imitar el ejemplo cantonalista de Granada.

Durante todo el día 21 el número de gentes que llegaban a la plaza del Ayuntamiento pidiendo la disolución de la Municipalidad y la adhesión de Motril al movimiento cantonal aumentaba considerablemente y ante la situación cada vez más insostenible y con unas fuerzas de orden público desintegradas, el Ayuntamiento, autoridades, mayores contribuyentes y los jefes de las dos compañías de Voluntarios para la Libertad, se constituyen en la Casa Capitular en “Junta Permanente de Orden Público” cuya operatividad fue nula desde el mismo momento de su creación, ya que no contaban con fuerzas suficientes para oponerse a los revolucionarios.

El día 22 esta Junta, presidida por el cuarto teniente de alcalde Juan Montero Bonachera, se reúne en el Salón de Plenos del Ayuntamiento con el objeto de hacer presente la gravedad de las circunstancias que se estaban dando en Motril, la incomunicación con Madrid y el estado de excitación que había en el pueblo, para que, entre todos los reunidos, se decidiese el medio más prudente para evitar la alteración del orden público y las nefastas consecuencias que ello pudiese acarrear. Asistieron a esta junta José Montero, José María Ocete, Antonio Ocete, Antonio Martin Chacón, Francisco Herrera Manuel Montero, Juan Blanco, Cecilio Díaz. Juan Álvarez, Antonio Real, Juan Rodríguez, Francisco de Paula Ortega, Juan Uyá, Antonio de la Torre, Faustino Pascual, Antonio Espejo, Gaspar Esteva, Francisco José Díaz, Francisco Gallardo, Francisco de la Torre, Diego de Álamo y Burgos, Lorenzo Puig Auger, Francisco Planas, Gerónimo de Ilarduya, José Auger, Bernardo Travería, Antonio Dinelli, Ruperto Vidaurreta, Francisco Trujillo, Francisco Herrera Burgos. Garvayo, secretario.

Los capitanes de las Compañías de Voluntarios, Ruperto Vidaurreta y Francisco Trujillo, dijeron que ellos estaban dispuestos a mantener el orden del lado de la Autoridad, pero que no podían responder de los voluntarios, ya que casi la mitad de los miembros de las dos compañías habían hecho pacto común con las aspiraciones del pueblo que pedía el reconocimiento del cantón granadino y la creación en Motril de un Comité de Salud Pública.

En este momento la sesión fue interrumpida por haberse agolpado a las puertas del salón mucha gente exigiendo en el nombre del pueblo reunido en la plaza, la destitución del Ayuntamiento y la creación del citado Comité que se adhiriese al movimiento cantonal.

Como las autoridades reunidas no disponían de fuerzas para desalojar la sala, tuvieron que aceptar sus pretensiones y les pidieron que, de buen grado, abandonaran el salón para poder deliberar sobre las peticiones formuladas, lo que consiguieron con bastante esfuerzo.

Abierta de nuevo la sesión, los mayores contribuyentes opinaron que debido que no tenían medios para oponerse al movimiento cantonalista y con el fin de evitar males mayores, se formase el mencionado “Comité de Salud Pública” pero que cuyo cometido se redujese a garantizar el orden, armonizar los intereses de los reunidos y contemporizar con los cantonalistas. Se pensó que los dos capitanes de las Compañías de Voluntarios podrían integrar el Comité. Vidaurreta y Trujillo no quisieron aceptar, porque temían que se les supusiera una actitud hostil al Gobierno de la Nación, cuando ellos eran totalmente afectos a las decisiones de la Asamblea Nacional de Madrid.  Al final se les convenció de que era de todo punto necesario para evitar los males que se podrían producir y que todos los reunidos, sin distinción de colores políticos, los apoyarían. Los dos capitanes vencieron sus temores y aceptaron, pero con la condición de que su permanencia en el Comité sería hasta que se restableciesen las comunicaciones con Madrid y cesaran las circunstancias por las cuales se creaba el Comité de Salud Pública.

La Corporación Municipal se negó a dimitir y afirmaron que se opondrían con todas sus fuerzas a los cantonalistas, solicitando la ayuda de los allí reunidos. Estos les respondieron que, aunque ellos estaban siempre al lado del Gobierno de la Nación, se trataba ahora de evitar el enfrentamiento y que por eso creían que era conveniente la formación del Comité.

Los miembros del Ayuntamiento, consintieron la situación y se retiraron, no sin protestar por el acuerdo tomado.        

Así quedaba constituido el Comité de Salud Pública de Motril, pero su duración fue muy breve, ya que el 25 de julio restablecidas las comunicaciones con Madrid y sabiendo que seguían funcionando la Asamblea Constituyente y el Gobierno de la Nación, cuyos poderes acataban, se disolvía el Comité y el Ayuntamiento suspendido volvía a ocupar su puesto.   

Reunidos ese día los miembros del Ayuntamiento y los mayores contribuyentes en el Salón de Plenos, bajo la presidencia de Francisco de Paula Decó, manifestaban su disposición a mantener el orden y a rechazar por la fuerza cualquier situación contraria a los mandatos del Gobierno de España y frente a la situación de insurrección cantonal. “El Comité de Salud Pública se constituyó a ruego y con el beneplácito de la mayoría de la población para salvar el orden y los intereses sociales gravemente amenazados por la difíciles circunstancias que a la sazón se atravesaba”.  Los mayores contribuyentes pidieron que se consignara en acta el agradecimiento a los miembros del Comité dimisionario por el acierto con que actuaron durante su corto mandato no perjudicando en lo más mínimo a nadie.

Así concluía este episodio de la historia de Motril. En ningún momento de estos días, nuestra ciudad se declaró como cantón, ni hubo en ningún momento una república independiente, ni Vidaurreta ni Trujillo fueron presidentes de ninguna república motrileña. Ni fue un movimiento contra el “secular abandono de la ciudad por Madrid”. No hay bases documentales para tales afirmaciones. Sí que hubo alteraciones y manifestaciones públicas a favor del cantonalismo, pero la estratagema urdida por los mayores contribuyentes al crear un Comité de Salud Pública vinculado falsa y ficticiamente al cantonalismo, impidió realmente que el movimiento cantonal tuviese éxito en la ciudad. Todo fue una treta perfectamente tramada por la burguesía motrileña que sirvió para controlar y poner fin rápidamente a la insurrección cantonal.

La “República Independiente de Motril” nunca existió en época de la Revolución Cantonal. El origen de esta frase está en el casticismo socarrón de algunos motrileños de las elites culturales y sociales de los años 40 y 50 del siglo XX y que tuvo un enorme éxito de difusión y calado, en ese intento añejo de diferenciarnos de “esa mala madre”, que siempre entendimos, o nos hicieron creer, con más o menos razón, que era Granada capital.

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