RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

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DE CAPITÁN DE CABALLERÍA A PODEROSO TERRATENIENTE. LAS PROPIEDADES DEL GIL GONZÁLEZ DE QUESADA EN MOTRIL EN EL SIGLO XVI

Manolo Domínguez García -Historiador y Cronista Oficial de Motril-

Motril tiene una dilatada historia de guerras, rebatos, piratas berberiscos, corsarios e
inesperados ataques turcos, franceses e ingleses. Y es que nuestra ciudad hasta bien
entrado el siglo XVIII fue una tierra fronteriza entre Europa y un África hostil, con todo
los que conllevaba vivir en peligro constante, en una vida casi militarizada en la que
todos los vecinos tenían la obligación de defender la población y la costa. Fue una
población históricamente mal defendida y peor fortificada, situación que condicionó
desde el desarrollo poblacional y económico hasta el propio carácter y modo de vida de
los motrileños.

No bien terminada la guerra de conquista de reino nazarí granadino por los ejércitos de
los Reyes Católicos, va a comenzar a plantearse un nuevo problema que va a tener una
inusitada importancia en la evolución histórica del reino cristiano de Granada y, por su
puesto, en esta zona costera motrileña. Nos estamos refiriendo a la problemática militar
de la defensa de la costa ante los numerosos ataques de piratas berberiscos que desde
sus bases africanas y de la armada turca hasta la victoria de la batalla de Lepanto de
1571.

El antiguo partido militar de Motril creado en el siglo XVI, abarcaba territorialmente
desde la “Caleta de Henares” al oeste de Salobreña, hasta la torre de Cautor en el
término municipal de Polopos, ya casi en límite con la provincia de Almería. Son casi
30 kilómetros de costa alta y escarpada con pequeñas zonas de playas y pequeñas calas
escondidas en las que desembocan ramblas y barrancas.

Esta situación geográfica facilitó enormemente las actuaciones de los piratas que
encontraban numerosos lugares abrigados y lo suficientemente escondidos para efectuar
sus desembarcos sin ser vistos.

Ante esta situación de inseguridad, de peligro constante, a la zona de Motril no le queda
más remedio que defenderse o desaparecer, lo que le lleva a convertirse en la vanguardia
de la frontera historia de África, que poco a poco se ocupa con guarniciones militares y
se eriza de torres y atalayas para su defensa. Torres, castillos, rebatos, guardias, velas,
alardes, soldados jinetes, etc., son términos repetidos hasta la saciedad en los
documentos conservados de la época. (DOMÍNGUEZ GARCÍA, M. et alii: Historia de la defensa de Motril (Siglos XVIXVIII). Motril, 1984).

Muchos datos nos hacen pensar que el núcleo urbano central del Motril musulmán
estaba amurallado y la población defendida por una pequeña alcazaba llamada “Qalat al
Xaiar” situada en un cerro próximo a la localidad. Fuentes cristianas citan que un
afortunado tiro de cañón de la artillería de los Reyes Católicos entró por la tronera de la
torre donde los musulmanes motrileños tenían la pólvora haciendo volar el edificio y provocando la rendición de los motrileños entregándose la villa “a partido”, es decir con un acuerdo que no conocemos, a las fuerzas castellanas en diciembre de 1489 (PULGAR, H. del: Crónica de los Reyes Católicos. Valladolid, 1565). El cercado pronto estuvo en ruinas por dejadez o intencionadamente.

Por real cédula de Fernando el Católico de 1499, ante el peligro de una sublevación mudéjar, se ordena el derribo de la alcazaba del Cerro y lo que quedaba de la muralla, quedando, Motril, totalmente desguarnecido, con la única excepción de una pequeña torre conocida como la “Torrecilla” que había sido el alminar de la antigua mezquita mayor, situada junto a los restos de una antigua puerta de muralla.(MERCADO, T. de A.: Historia de las antigüedades y excellencias de la villa de Motril, antigua Sexi. Montejícar, 1650).

En Motril en la primera década del siglo XVI era una pequeña villa enclavada en el límite norte de una extensa vega de unos 23.000 marjales (Archivo Municipal de Motril (AMM). Leg. B6/22), en gran parte incultos y pantanosos, con una agricultura de regadío dedicada a cereales, viñas, morales, cañas de azúcar y cultivos de huerta. No debían cultivarse más de 15.000 marjales en estos años iniciales de esta centuria. (MADOZ, P.: Diccionario geográficoestadístico e histórico de España y sus posesiones de Ultramar. Madrid, 1845, vol. XI, s.v. Motril).

Debió tener alguna importancia en época musulmana, pero cuando se produce el importante ataque berberisco del 3 de diciembre de 1507, la villa era un lugar abierto, sin ningún tipo de muralla y sin otra defensa que la ya citada “Torrecilla” (Archivo Real Chancillería de Granada (ARCHG). Cab.3. Leg.1009/3); pidiendo el Concejo en repetidas ocasiones al conde de Tendilla que era, en esta época, el capital general del Reino de Granada que se reedificasen las murallas único medio de proteger la población de los “continuos rebatos de los enemigos de Nuestra Santa Fe Católica”.

En 1510 el procurador motrileño Pedro Gómez de Rada expone a la reina doña Juana que en Motril había un sitio de unas setenta casas en donde viven solo cristianos viejos y que se cercaban a casamuro, esto es cerrando las calles entre casas con piedra y barro, en caso de ataque y que, para mayor seguridad, estas casas se podrían proteger haciendo una muralla. Para esta fecha la villa motrileña debió poblada por unos 190 vecinos, unas 800 personas, sin ningún tipo de defensa (Archivo General de Simancas (AGS). Cámara-Pueblos. Leg. 13), hasta que en 1526 Carlos I le concede al concejo municipal la merced que pueda cobrar un impuesto extraordinario para construir una muralla (AGS. Guerra Antigua. Leg. 1/113) y dos años después, primero de marzo de 1528, comenzaría su edificación a cargo del bachiller Gonzalo Hernández de Herrera, vicario de la Iglesia Mayor.

Además del sistema de fortificaciones, era necesario contar guarniciones de soldados suficientes y bien preparados para asegurar una defensa efectiva, integradas por guardas de costa, guarniciones de fortalezas y compañías de defensa de infantería y jinetes que acudían con celeridad a los rebatos, especialmente las compañías de caballería. Al frente de estas unidades militares estaban los capitanes de compañía, que desempeñaron un papel primordial en el sistema defensivo. Eran los oficiales militares de mayor graduación en las villas y ciudades donde se establecieron y sirvieron de intermediarios entre la Capitanía General y la tropa del territorio para ejecutar las órdenes y administrar la jurisdicción castrense en primera instancia entre sus subordinados. (JIMÉNEZ ESTRELLA, A.: Poder, ejército y gobierno en el siglo XVI. La Capitanía General del reino de Granada y sus agentes, Granada, Universidad de Granada, 2004).

Una de estas compañías de jinetes se estableció en Motril y estaba mandada en 1515 por el capitán Gil González de Quesada (LÓPEZ DE OLIVER, A.: Verdadera idea de un príncipe. Valladolid, 1786), aunque otros autores lo sitúan en 1518 al frente de la compañía motrileña gracias a la renuncia al cargo de su cuñado Alonso de Venegas (JIMÉNEZ ESTRELLA, A.: “Aproximación al comportamiento de la gente de guerra para la defensa de la costa del reino de Granada: el caso de la villa de Motril (1543- 1549)”, en Qalat, nº 2. Motril, 2001).

Gil González de Quesada era originario de Baeza, hijo Día Sánchez de Quesada, segundo señor de Garcíez y de la Torre de Santo Tomé, y de Leonor de Acuña, había participado en la guerra de Granada y que, como decíamos, consigue la capitanía de la compañía de jinetes e infantería de Motril, gracias a que su hermana, María de Quesada, estaba casada con Alonso de Venegas, hijo de don Pedro de Granada, alcaide de Almería y emparentado con el Zagal. Se casó en primeras nupcias con Doña Juana de Mendoza, dama de la Reina Católica e hija de Don Francisco Hurtado de Mendoza, su mayordomo, y en segundas con doña María de Quesada. (CARMONA RUIZ, M.: “Los Quesada, señores de Garcíez y Santo Tomé (Jaén) durante la dinastía Trastámara”, en Espacio Tiempo y Forma, nº 28, Madrid, 2015).

En 1518 Gil González de Quesada, que es alojado cuando llega a Motril en el mesón
que tenía Beatriz Galindo en la plaza pública, ya es el encargado de organizar la defensa
de Motril; estableciendo velas y guardias nocturnas de soldados en las torres del
Hospital, de Santiago y en la Iglesia Mayor (AMM. Libro de Actas Capitulares, 1517-1519). Poco a poco, y gracias al enorme poder que como militar ejercía en una zona de guerra como era Motril, va convirtiéndose en un miembro relevante de la sociedad motrileña de la época, iniciando su ascenso social, político y económico que lo transformaría en pocos años en unos de los miembros más poderosos de oligarquía motrileña de la primera mitad del siglo XVI. En 1533 ya es regidor del Concejo con lo cual fortaleció su posición, usando en su provecho, seguramente, el poder puesto a su disposición por la Corona para reunir un importantísimo patrimonio e incluso colocar en el concejo como regidores a algunos de sus lugartenientes, Juan González Castrejón y Diego Patiño, para acrecentar y apoyar así sus propios intereses. Debió tener algún enfrentamiento con el resto de los regidores, ya que en 1538 consigue una real provisión de la Corona para que pueda ejercer de regidor en Motril, sin que se le pusiese ningún impedimento por ser, además, capitán de las guardas de costa (AMM. Libro de Actas Capitulares, 1538).

En 1540 el Concejo se le da un trozo de tierra de propios. En 1541 un solar a espaldas de la Iglesia, un pedazo de tierra sin cultivar en la Algaida, un cerrillo en el camino de Salobreña, un trozo de placeta en la rambla y un tramo de calle para incorporarlo a su casa. En enero de 1542 decide entrar en el negocio azucarero y proyecta construir un ingenio de azúcar movido por agua, por lo que el Concejo le concede sacar una derivación de la acequia para uso de la nueva fábrica. En este mismo año le otorga un pedazo de corral para incorporarlo a sus casas, un solar a espaldas de sus tiendas en la Plaza Pública otra parcela de tierra junto a la acequia principal y licencia para hacer un cauchil y otra haza de tierra, cerca de la acequia lindado con la hortezuela de Bator (AMMl. Libros de Actas Capitulares de 1540,1541 y 1542). Se hizo famoso por dar muerte en una cabalgada al monfí Pedro Arroba, siendo largamente gratificado por la Corona y la Capitanía General (Archivo de la Alhambra. L. 58-15 y L.4-8).

Compraron bastantes propiedades Motril usando para ello el dinero conseguido con la venta del heredamiento, que por dote, poseía su mujer Francisca del Castillo de Guzmán en Zafra.

González de Quesada muere en enero de 1551, dejando como heredera universal de sus posesiones en Motril y Ninchez en Jaén a su esposa Francisca, ya que no tuvieron hijos en su matrimonio (Testamento de Gil González de Quesada. Archivo Histórico de la Nobleza. Baena. C. 102.D.11). Francisca de Guzmán, hace testamento en Motril el 3 de septiembre de 1563, fundando un mayorazgo con todas sus propiedades a favor de su sobrino Diego del Castillo de Guzmán, hijo de su hermano Francisco del Castillo de Guzmán señor de Altarejos (Índice de la Colección de D. Luis Salazar y Castro. Tomo XLIV).

En 1589 Francisco del Castillo de Guzmán, como heredero de los bienes que dejó en Motril Dª Francisca y Diego del Castillo, presenta una petición el 26 de octubre al alcalde mayor, Salguero Manosalbas, solicitando se hiciese apeo e inventario de todas las propiedades que poseían en la villa, suplicando al alcalde que nombrase como apeadores a Juan de Alarcón y a Sebastián de Soto por ser vecinos muy antiguos de más de 40 años y que se diese pregón general para el conocimiento de todos los vecinos. El pregón se dio el 30 de ese mes por el pregonero Juan de Cabra en la plaza pública, “estando mucha gente en ella”.

Gracias a este apeo conservado en el Archivo Municipal de Motril, conocemos el gran patrimonio que consiguió reunir en Motril el capitán González de Quesada.

El apeo y deslinde de las propiedades se inició finalmente el 4 de diciembre por los apeadores Juan de Alarcón y Melchor Merino. Tras el reconocimiento de las tierras se inventarían las siguientes propiedades agrarias:

La Plaza Pública de Motril. Dibujo del siglo XVIII González de Quesada muere en enero de 1551, dejando como heredera universal de sus posesiones en Motril y Ninchez en Jaén a su esposa Francisca, ya que no tuvieron hijos en su matrimonio (Testamento de Gil González de Quesada. Archivo Histórico de la Nobleza. Baena. C. 102.D.11). Francisca de Guzmán, hace testamento en Motril el 3 de septiembre de 1563, fundando un mayorazgo con todas sus propiedades a favor de su sobrino Diego del Castillo de Guzmán, hijo de su hermano Francisco del Castillo de Guzmán señor de Altarejos (Índice de la Colección de D. Luis Salazar y Castro. Tomo XLIV). Traslado del testamento de Gil González de Quesada. (Archivo Histórico de la Nobleza) En 1589 Francisco del Castillo de Guzmán, como heredero de los bienes que dejó en Motril Dª Francisca y Diego del Castillo, presenta una petición el 26 de octubre al alcalde mayor, Salguero Manosalbas, solicitando se hiciese apeo e inventario de todas las propiedades que poseían en la villa, suplicando al alcalde que nombrase como apeadores a Juan de Alarcón y a Sebastián de Soto por ser vecinos muy antiguos de más de 40 años y que se diese pregón general para el conocimiento de todos los vecinos. El pregón se dio el 30 de ese mes por el pregonero Juan de Cabra en la plaza pública, “estando mucha gente en ella”. Gracias a este apeo conservado en el Archivo Municipal de Motril, conocemos el gran patrimonio que consiguió reunir en Motril el capitán González de Quesada. El apeo y deslinde de las propiedades se inició finalmente el 4 de diciembre por los apeadores Juan de Alarcón y Melchor Merino. Tras el reconocimiento de las tierras se inventarían las siguientes propiedades agrarias:

– 62 marjales en el pago del Paumar

– 20,5 marjales en el pago de la Acequia Chica

– 16 marjales en pago de la Pucha de Patrón

– 28,5 marjales en la Pago del Camino de Salobreña

– 3 marjales en el Pago del Pilar de Salobreña

– 30 marjales en el Pago de Fadín Adayan

– 3,5 marjales en la Huerta del Vicario

– 34 marjales en el Sarracín

– 92 marjales en el pago de la Viñas

– 41 marjales en el Pago de Balate Almargen

– 770 marjales en Paterna

– 11 marjales en el pago de la Alberquilla

– 20 marjales cerca del ingenio de Domingo Naso

– 500 marjales en el pago de Patria (De los cuales 200 eran aneales)

– 1.436 marjales en el pago de Rio Seco (de los cuales 1.200 eran montuosos)

– 40 marjales en el pago de la Eras

– 22 marjales en la huerta del Cenador (Huerta cercada con casa grande de bajo y alto)

– 9 marjales en la huerta de la Palma (Con casa)

– 3 marjales en la huerta del Palomar (con casa)

– 8 marjales en el pago de la rambla de Rodrigo Gil

– 7 marjales en el Camino del Varadero

– 5 marjales en el pago del Puente de Salobreña

– 7 marjales en el pago de la Armuña

– 5 marjales en el Cerrillo Ubey

– 20 marjales en el pago de la Fuente de Viscay

– 3 marjales en el pago de la Pucha de Monfoto

– 100 marjales en el pago de Pozuelo del Algaida (Tierra montuosa)

– 100 marjales en el pago de Trafarramal

Un total de 3.395,5 marjales de tierra, además de algunas hazas cuyas extensiones no se recogen en el apeo. Casi toda la propiedades eran tierras de buena calidad de riego o susceptibles de ser introducidas en regadío, plantadas de cereales, viñas, cañas de azúcar y morales y algunas montuosas, pantanosas y sin cultivar.

En propiedades urbanas poseía:

– Una casa que alindaba con la Plaza Pública que tenía dentro un aljibe

– Una casa principal en la Plaza Pública, situada por encima de la Pescadería y que alindaba con las Carnicerías y solar donde se construiría el Ayuntamiento.

– Una casa y tienda en la Plaza Pública que estaba arrendada como herrería

– Cinco casas que en el apeo no se especifica su situación.

– Dos casas en la Rambla del Manjón

– Una casa en la calle de la Carrera que era herrería

– Un corral camino de la ermita de San Sebastián

– Una casa que solía ser ingenio de azúcar, lindando con casas de Juan García de Mesones y la calle de la Cantarería

– Una casa grande que alindaba con la huerta de la Palma

– Un molino en Lobres, a la salida del camino de la Bernardilla, lindado con la acequia principal de esta alquería

Una vez efectuado el apeo, inventario y deslinde de todas estas posesiones, el alcalde mayor Salguero Manosalbas, dio posesión a Francisco del Castillo el 15 de diciembre 1589.

Toda esta hacienda fue conseguida durante la época que Gil González de Quesada estuvo en Motril hasta su muerte y se convirtió, junto a su mujer Francisca del Castillo de Guzmán, en los segundos mayores propietario de Motril, solo superados por los herederos de Francisco Ramírez de Madrid. Desconocemos como logró reunir en apenas 30 años este formidable patrimonio, carecemos por ahora de fuentes documentales que lo expliquen, pero debió estar en relación con poder que poseía como capitán de la gente de guerra y su actuación como regidor del Concejo; integrándose rápidamente en la oligarquía local, lo que le permitió amasar este gran patrimonio; encontrando, sin duda, muchas facilidades para mercedes reales, acceso a tierras baldías y de los propios municipales o presionando a los moriscos motrileños para le vendiesen sus propiedades a bajo precio.

En 1606 el propietario de este mayorazgo motrileño era Fernando de Castillo de Guzmán (ARCHG. Pleitos. C.14505/19) y para 1648 lo poseía Francisca del Castillo de Guzmán, casada con Luis de Calatayud. Esta Dª Francisca, ordenó en su testamento, fechado en Motril el 18 de junio de 1648, que con todos estos bienes se fundase un convento de monjas en la villa motrileña., pretensión que, evidentemente, no se cumplió. (Biblioteca Nacional de España. Cláusula del testamento de doña Francisca de Guzmán y Castillo, mujer que fue de d. Luis de Calatayud, y Guzmán, y última poseedora de los mayorazgos sobre que se litiga, otorgado en Motril en 18 de junio de 1648) y (Biblioteca Nacional de España. Pleito entre el Convento de Santa Catalina de Siena de Belmonte con Luis de Calatayud y otros, sobre posesión de los mayorazgos que fundaron Francisco de Castillo, doña Francisca de Guzmán y don Bernardino del Castillo de la villa de Altarejos, heredamientos de Tresjuncos, Villalgordo, la Venta de Haro, hacienda de Motril, y Salobreña, mitad de la Noguera, y otros bienes. Cuenca, ¿1650? ).

En la segunda mitad de siglo XVII todas estas posesiones motrileñas pasaron a pertenecer al marquesado de Valera, que conservaba en el siglo XVIII aún gran parte de ellas, según podemos conocer por el Catastro de Ensenada de Motril en 1752 (Archivo Histórico Provincial de Granada. Catastro Ensenada. Motril):

Propiedades urbanas: – Casa en la calle del Pósito – Cinco casas en la Plaza Pública – Casa en la calle del Horno del Vicario – Casa en el Camino de las Cañas – Casa en el Cenador

Propiedades rusticas: Todavía conservaban 1.658,5 marjales distribuidos de la siguiente manera:

Además, tenían los Valera en Motril, 6 fanegas de secano junto al convento de Capuchinos y en Calonca un cortijo de su propiedad con 1.150 fanegas de secano y monte bajo y 50 marjales de riego. Todas estas propiedades les rentaban anualmente la cantidad de 66.718 reales.

Curiosa historia de la formación de un gran patrimonio personal, conseguido por un capitán de jinetes que llegó a Motril a principios del siglo XVI para defender la costa y que terminó al final de sus días, siendo el segundo hombre más rico y poderoso de la villa motrileña.

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