EFEMÉRIDES DE FIN DE SEMANA

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Domingo, 20 de marzo de 2022

153 AÑOS DEL INICIO DE LA PUBLICACIÓN “VEINTE MIL LEGUAS DE VIAJE SUBMARINO”

Antonio Gómez Romera

Tal día como hoy, hace 153 años (sábado, 1869), comienza a publicarse en la revista literaria francesa “Le Magasin d’éducation et de récréation”, la obra de Julio Verne (1828-1905), “Veinte mil leguas de viaje submarino” (“Vingt mille lieues sous les mers”). “La Revista de Educación y Recreación” es una publicación fundada en marzo de 1864 cuyo objetivo es difundir el conocimiento a través del entretenimiento, estando dirigida a un público amplio que va desde la primera infancia hasta la adolescencia. Se distribuye por suscripción y publica un número cada dos semanas y semestralmente, enviándose a los suscriptores un álbum en rústica o encuadernado por la editorial. Pierre Jules Hetzel (1814-1886), director del “Magasin”, tiene sus reticencias para publicarlo; es un hombre que cree firmemente en el progreso y le parece que la violencia de Nemo y su odio contra la humanidad no favorece esa moral pacífica que él defiende. Más acaba publicando la novela de Jules en el Nº 11 del “Magasin” (1er semestre 1869–384 páginas – precio: 7 fr – Ilustraciones interiores de Alphonse de Neuville (1835-1885) y Édouard Riou (1833-1900) – 18 cm de ancho y 27 cm de alto). El «Magasin d’Éducation et de Récréation» publica “Veinte mil leguas de viaje submarino” por capítulos, en un periodo que abarca del 20 de marzo de 1869 (Primera parte – Capítulo I – “Un escollo fugaz”) hasta el 20 de junio de 1870 (Segunda parte – Capítulo XXIII –“Conclusión”).

En 1876, el “Magasin” se fusiona con “Semana del Niño” y se renombra como

“Tienda de Educación y Recreación y Semana del Niño” y será apartir de 1907 cuando publique únicamente obras de Julio Verne. Jules Gabriel Verne lleva poco más de 6 años dedicado en cuerpo y alma a la Literatura y ya ha escrito algunas obras que a la larga le van a dar fama universal: su serie de fascinantes novelas de aventuras, los “Viajes extraordinarios” por mundos conocidos y desconocidos. En ellos, su prodigiosa imaginación nos propone ser sus compañeros de viaje (iniciático, enciclopédico, en el espacio, en el tiempo) con argumentos tan atractivos e interesantes como la exploración aérea o espacial que se puede ver en “Cinco semanas en globo” (1863) o en  “De la Tierra a la Luna” (1865). En expediciones a los remotos paisajes polares, volcánicos y a las entrañas del planeta de “Las aventuras del capitán Hatteras” (1864/1865) y “Viaje al centro de la Tierra” (1864), o surcar la superficie de los mares y recorrer los extensos continentes de “Los hijos del capitán Grant (1865/1867). Hay quien sostiene, que pudo haber sido la escritora George Sand (1804-1876), que publicaba en la misma editorial de Jules, la que le hubiese inspirado el tema de «Veinte mil leguas de viaje submarino» en una carta escrita el 25 de julio de 1865 en la que se puede leer que “Espero que pronto nos lleve usted a las profundidades del mar y que haga viajar a sus personajes en esos aparatos de buzos que su ciencia y su imaginación pueden permitirse perfeccionar”.

A lo largo de su vida, Jules va a tener tres barcos en los que navega cuanto puede y siente siempre por el mar, una devoción similar a la de sus otras dos pasiones que le reconoce uno de sus sobrinos, la música y la libertad. Esta obra, cumbre de la fantasía científica, constituye un homenaje a la naturaleza imprevisible y cambiante del Mar, y una metáfora pura sobre la libertad, tan difícil de conquistar y de defender contra sus enemigos. Según hace constar en la primera parte del capítulo I, “Un escollo fugaz” “El año 1866 quedó caracterizado por un extraño acontecimiento, por un fenómeno inexplicable e inexplicado que nadie, sin duda, ha podido olvidar (…) Negociantes, armadores, capitanes de barco, skippers y masters de Europa y de América, oficiales de la marina de guerra de todos los países y, tras ellos, los gobiernos de los diferentes Estados de los dos continentes, manifestaron la mayor preocupación por el hecho (…) varios barcos se habían encontrado en sus derroteros con “una cosa enorme”, con un objeto largo, fusiforme, fosforescente en ocasiones, infinitamente más grande y más rápido que una ballena”. Tras la desaparición misteriosa de una serie de barcos de la que se culpa a un “monstruo” marino, el gobierno norteamericano organiza una expedición a bordo de la fragata de la Armada, “Abraham Lincoln”, al mando del comandante Farragut, y contrata al oceanógrafo francés Pierre Aronnax, autor de la obra “Los misterios de los grandes fondos submarinos”), su criado Conseil, “un ser flemático por naturaleza, puntual por principio, cumplidor de su deber por costumbre y poco sensible a las sorpresas de la vida”, y el arponero Ned Land, “un canadiense que poseía en grado superlativo las cualidades de la destreza y de la sangre fría, de la audacia y de la astucia”, para intentar encontrarlo y destruirlo. Pasados cinco meses de búsqueda infructuosa, el navío se encuentra “a 31º 15′ de latitud Norte y 136º 42′ de longitud Este. Las tierras del Japón distaban menos de doscientas millas a sotavento. Se acercaba ya la noche, acababan de dar las ocho. Grandes nubarrones velaban el disco lunar, entonces en su primer cuarto. La mar ondulaba apaciblemente bajo la roda de la fragata” y, en medio del silencio, se oyó el grito de Ned Land: “-¡Ohé! ¡La cosa en cuestión, a sotavento, al través!”. A unos dos cables del “Abraham Lincoln” y por estribor, el mar parecía estar iluminado por debajo; era el “monstruo”, y el “monstruo” es el «Nautilus», un extraordinario buque acorazado submarino impulsado por energía eléctrica, fruto de la imaginación, la inteligencia y la determinación de su creador y constructor, el solitario y hostil capitán Nemo. Nemo es el personaje central de la novela con el que navega con extrema pericia y sin descanso por todos los océanos del planeta y desciende hasta las profundidades abisales de los fondos submarinos, no por amor a la ciencia y a los viajes, sino por algo mucho más íntimo: Nemo, cuyo término en latín significa nadie,  tiene en su alma atormentada una profunda y dolorosa herida de la que brota un ansia incontrolada de venganza hacia el mundo moderno, ansia que cristaliza en diversos episodios narrados con un intenso dramatismo. El “Nautilus” no es sólo un navío al servicio del conocimiento, sino también un arma terrible. En la recreación hay que hacer notar que un modelo del submarino francés “Plongeur”, lanzado en 1.863, figuró en la Exposición Universal de 1867, y aquí pudo examinarlo e inspirarse en él cuando escribió su novela. Julio Verne toma el nombre de «Nautilus» de uno de los primeros submarinos que fue construido en 1800, concretamente el de Robert Fulton, que podía estar sumergido durante 24 horas a una profundidad de 8 metros. Fulton, que también inventó el primer barco de vapor comercial, nombró a su submarino en honor a un molusco marino, el nautilus de cámara.

El personaje de Nemo se hace reflexiones a si mismo que son dignas de resaltar. Así piensa que «En el mar está la tranquilidad suprema. El mar no pertenece a los déspotas. En su superficie, aún pueden ejercer sus inicuos derechos, pelearse, devorarse y transportar todos los horrores terrestres, pero a treinta pies de profundidad, su poder

cesa, su influencia se extingue y su imperio desaparece». Igualmente, afirma que los 12.000 libros de la biblioteca del «Nautilus», «son los únicos vínculos que me unen a la tierra (…) El mundo acabó para mí el día en que mi «Nautilus» se hundió por primera vez bajo las aguas. Ese día, compré mis últimos volúmenes, mis últimos panfletos, mis últimos diarios y, desde entonces, quiero creer que la humanidad no ha pensado ni escrito más».

En España «Veinte mil leguas de viaje submarino»  se publica completa en Madrid en 1869 con un contenido de 287 páginas más el índice, 110 grabados de Riou y Hildibrand, 7 de ellos grandes de 19,1 x 12,8 cm y 103 menores de 12,9 x 8,7 cm. La obra fue traducida por Vicente Guimerá e impresa por Tomás Rey y Cía., siendo encuadernada en tela y con el lomo en tejuelo estampado y nervios dorados, y fue editada cuando aún no ha aparecido la segunda parte, “Del Pacífico al Atlántico” en Francia.

Colofón

Como colofón podemos concluir exponiendo las propias palabras de su autor, que según refiere en la segunda parte de la obra, capítulo XXIII, interroga: “¿Qué habrá sido del Nautilus? ¿Resistió al abrazo del Maelström? ¿Vivirá todavía el capitán Nemo? ¿Proseguirá bajo el océano sus terribles represalias o les puso fin con esa última hecatombe? ¿Nos restituirán las olas algún día ese manuscrito que encierra la historia de su vida? ¿Conoceré, al fin, el nombre de este hombre? ¿Nos dirá el buque desaparecido, por su nacionalidad, cuál es la nacionalidad del capitán Nemo? Yo lo espero. Espero también que su potente aparato haya vencido al mar en su más terrible abismo, que el Nautilus haya sobrevivido allí donde tantos navíos han perecido. Si así es, si el capitán Nemo habita todavía el océano, su patria adoptiva, ¡ojalá pueda el odio apaciguarse en su feroz corazón! ¡Que la contemplación de tantas maravillas apague en él el espíritu de venganza! ¡Que el justiciero se borre en él y que el sabio continúe la pacifica exploración de los mares! Si su destino es extraño, es también sublime. ¿No lo he comprendido yo mismo? ¿No he vivido yo diez meses esa existencia extranatural? Por ello, a la pregunta formulada hace seis mil años por el Eclesiastés: « ¿Quién ha podido jamás sondear las profundidades del abismo?», dos hombres entre todos los hombres tienen el derecho de responder ahora. El capitán Nemo y yo”.



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