RELATOS DE LA HISTORIA DE MOTRIL

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LOS INGENIOS AZUCAREROS DE MOTRIL EN EL CATASTRO DEL MARQUES DE LA ENSENADA DE 1752

MANOLO DOMÍNGUEZ -Historiador y Cronista Oficial de la Ciudad de Motril-

El cultivo cañero y la producción azucarera han delimitado muy claramente las vicisitudes históricas de Motril en la Edad Moderna, influyendo innegablemente en casi toda nuestra historia como ciudad. El primero por sus características de monocultivo y la segunda por sus connotaciones económicas particulares, ambos han pergeñado las líneas maestras de nuestra historia local que corrieron paralelas al nacimiento, desarrollo, auges y crisis de este pequeño cosmos del azúcar que fue durante siglos el principal motor económico de Motril, cuya gran parte de su historia con todas sus características culturales, políticas, económicas, urbanísticas y sociales son el resultado de su pasado azucarero.

En definitiva el azúcar de caña posibilitó el despegue económico de esta zona del antiguo Reino de Granada, pero no fue un despegue ni mucho menos fácil, exento de problemas y contradicciones; sino que por el contrario estuvo lleno de periodos de expansión y de recesión, de intereses muchas veces encontrados y enfrentados, de coyunturas propicias o adversas a nivel local, nacional e incluso internacional no controlables desde Motril y , además, contando con una serie de ventajas e inconvenientes impuestos por el medio geográfico y por los hábitos de explotación cañera o de producción azucarera, muchas veces obsoletos y con una estructura de propiedad de la tierra que, a la larga, se mostró como un freno al desarrollo azucarero.

Todas las investigaciones que he realizado hasta ahora sobre la historia azucarera de Motril, apuntan que fue tras la expulsión de los moriscos en el último tercio del siglo XVI y principios del siglo XVII, cuando se produjo la gran expansión del cultivo de la caña de azúcar y la construcción de fábricas azucareras en nuestra ciudad, llamadas “ingenios”, de la mano de comerciantes granadinos y genoveses. El siglo XVII, exceptuando algunas crisis coyunturales, fue un gran siglo azucarero y el siglo XVIII fue bueno en su primera mitad pero a partir de la 1750 el sistema azucarero motrileño empezó a entrar en crisis hasta desaparecer por completo a fines de esta centuria.

Los primeros datos que tenemos sobre la industria manufacturera del azúcar se remontan al siglo XV y se molían la caña en “aduanas”, es decir, pequeñas fábricas que molturaba las cañas con “atahonas” que eran molinos de piedra corredera vertical de parecida factura y tecnología a los molinos de aceitunas.

A principios del siglo XVI parece que elaboraban azúcar catorce de estos pequeños ingenios musulmanes que van ser sustituidos con el paso del tiempo por fábricas mucho más grandes y que ya molían las cañas con molinos de dos rodillos de madera, chapados y claveteados, colocados horizontalmente en el caso de los ingenios reales y de tres rodillos verticales en el de los  ingenios trapiches; introducidos, estos últimos desde América, en la tercera década del siglo XVII.

En estos siglos de la Edad Moderna la molienda de las cañas y la obtención del azúcar en prieto solía durar cinco o seis meses y el beneficio del azúcar otros tantos, en los que se hacía el blanqueo del azúcar y se obtenían los segundos azucares llamados “guitas” y los terceros que denominaban “grutones”, “quebrados” y “mascabados”. Durante todo el proceso cada ingenio daba trabajo a 400 0 500 hombres y sus fogatas y hornos ardían 24 horas al día, alimentados con ingentes cantidades de leña; por lo que desde antiguo los ingenios estaban obligados a construirse fuera de la población, puesto que eran edificios muy grandes con mucho sitio para corrales y espacios donde poner el bagazo y la leña. Además, el riesgo de incendios era muy grande y ocasionan muchas molestias con el humo y el continuo pasar de las carretas que traían la leña a las fábricas.

En el primer tercio del siglo XVII, exactamente en 1621, había en Motril siete ingenios azucareros funcionando a pleno rendimiento. Conocemos el emplazamiento de estas fábricas gracias a un pleito promovido por la Corona para obligar a estas manufacturas de azúcar que pagasen el impuesto del alcabalas y que fue transcrito a principios del siglo XX por Manuel Rodríguez Martin, cronista oficial  de la ciudad en esas fechas.

En los años iníciales del siglo XVIII, se conservaban en la costa del reino de Granada 15 ingenios azucareros, de los que había seis en pleno funcionamiento en Motril y su término: Toledanos, Pataura, Trapiche, La Palma, Nuevo y Viejo.

En la década de los años 40, el número de ingenios y la producción de azúcar se mantuvieron en términos parecidos a los años anteriores, aunque con los consabidos altibajos.

La producción azucarera se redujo bastante en 1748, consiguiéndose sólo 23.665 pilones de azúcar, prácticamente la mitad de las producciones obtenidas al comienzo de la década. Los contemporáneos acusaban generalmente, como causa explicativa de este descenso productivo, a la injuria de los tiempos, es decir, al enfriamiento climático general del siglo XVIII que provocó fuertes heladas en la vega del río Guadalfeo, considerándose que el año de 1751 es la fecha inicial de la última etapa de la crisis azucarera que daría al traste, a fines de la centuria, con el cultivo de la caña en la costa granadina.

El Catastro del marqués de la Ensenada en 1752, nos sitúa los ingenios azucareros motrileños que produjeron gran parte de los 46.690 pilones de azúcar en prieto elaborados en toda la costa, cultivándose en la vega motrileña 12.368 marjales de cañas.

Ingenio de la Palma: Situado al principio del Camino de las Cañas, frente a la ermita de San Sebastián y lindando con los caminos de Salobreña y el de los Molinos. Ocupaba unos 19.100 metros cuadrados, incluyendo plaza de cañas, hornos, fogatas, cuarto de prensas de vigas, cuarto de moliendas, aljibe de las formas, cuanto de blanqueo, aperos, corrales, caballerizas y otras oficinas, además de una gran casa solariega levantada en la parte sur del ingenio a mediados del siglo XVII. Era un ingenio real, es decir poseía molino de cañas de rodillos horizontales movido por mulos. Era uno de los ingenio más antiguos de Motril y había pertenecido al mercader morisco granadino Jerónimo el Çebtini y a su hijo Juan de Buenaño el Çebtini, hasta que le fue expropiado por la corona castellana en 1570. Perteneció posteriormente a la familia genovesa Chavarino que lo arrendó en diferentes ocasiones a su compatriota Lucas Palma, de donde le viene el nombre a la fábrica. Adquirido a mediados del siglo XVIII por Juan de Victoria y Castro, pertenecería a esta familia hasta fines del siglo XIX. En este año de 1752 estaba en pleno funcionamiento y su propietario era Simón de Victoria y Ahumada.

Ingenio Viejo: Estaba en la calle de la Carrera y en la actual plaza del Tranvía, que le serviría de plaza de cañas, sus instalaciones debían extenderse hasta la calle de la Muralla a poniente y hasta la acequia por el sur, ocupando prácticamente unos 13.000 metros cuadrados de extensión, donde se incluirían la plaza de cañas, el peso, palacio de batalla, nave de molinos, cocina, cuarto de prensas, granero, gabacero, banco y almacén de formas, albercas, cuadras, etc. Era, también ingenio real y pertenecía en 1752 al mayorazgo que fundó Cecilio Ruiz Jiménez y lo tenía María Antonia Ruiz Zarreta. Su origen pudo estar en una antigua aduana azucarera musulmana propiedad de la reina granadina Aixa al-Horra. Desde la expropiación a la reina granadina, pasó por varios dueños tales como  Diego Pérez de Cáceres, Alonso de Conteras o por la familia Herrera. Con la crisis del azúcar motrileño del siglo XVIII, el ingenio debió de dejar de ser rentable y en 1761 se estaban demoliendo sus edificios. Por último, en 1768 el propietario del solar donde estuvo la fábrica, Cecilio Ruiz Zarreta, puso en cultivo los terrenos y por parte del Ayuntamiento se le autorizó hacer una noria para sacar agua de la acequia y convertirlos en regadío. Los últimos restos del ingenio se demolieron en los años 80 del siglo XX.

Espacio entre las calles Sáez y Cuevas donde estuvo el Trapiche Nuevo (EL FARO)

Ingenio del Toledano: Situado entre la rambla de los Álamos y el camino de Castil de Ferro. En 1752 estaba en ruinas sin molinos ni pertrechos, sus cercas totalmente derruidas, ocupando una extensión de unos 4.800 metros cuadrados. Su origen debió ser también una aduana morisca propiedad o, quizá, construido de nuevo en el último tercio del siglo XVI por la familia de la Fuente, de origen toledano; pasando después a la familia Imbrea y Franquis, banqueros genoveses que lo tuvieron bajo su propiedad durante todo el siglo XVII y parte del XVIII. Según el Catastro en ese año de 1752, había sido ingenio real y lo poseía Joseph del Castillo y Guardia que vivía en el en “dos o tres cuartos que le quedan”. Inmediato al ingenio había una casa de blanqueo de azúcar de unos 1.500 metros cuadrados de superficie que antiguamente formaría parte del conjunto de la fábrica y que,  en esta época, se usaba para el cuajado de azucares en las tachas y refino de quebrados. Este ingenio fue vendido al conde de Bornos en 1758. Derribado a fines del siglo XIX.

Ingenio de Pataura: Situado en la antigua alquería de Pataura junto a la margen izquierda del río Guadalfeo a los pies de la cara oeste de los montes del Magdalite, casi frente a Lobres y junto al camino viejo que conducía de Motril a Salobreña y perteneció a la jurisdicción del concejo de Motril. Construido por Gonzalo Hurtado en el pago de las Jareas a la salida de la alquería a fines del siglo XVI, tras la repoblación de Pataura por la expulsión de los moriscos. El edificio del ingenio tenía, según el Catastro, unos 2.800 metros cuadrados, alindaba con una casa de la Santa Cruzada, con la acequia principal y con el cerro de Pataura. Como dependencias anexas tenía una casa de unos 35 metros cuadrados que le servía de bodegón, varias casas unidas de casi 1.000 metros para caballerizas y dos marjales de tierra donde había una alberca para lavar las formas de barro donde se blanqueaba el azúcar. En este año era propiedad de Salvador Montero, presbítero, Andrea Sánchez, Paula Alonso de Torralba, todos vecinos de Granada. Era ingenio real y estaba en funcionamiento. Dejó de funcionar en los años 60 de este siglo y derribado  casi por completo a primeros del siglo XIX, solo se conservó la alberca y algún pequeño edificio como cortijo.

Trapiche Viejo: Estaba situado en la Rambla de Capuchinos, lindando con la actual calle Fina, llamada antiguamente calle de Trapiche, y una calle que hoy no existe, pero que hasta el siglo XIX corría paralela entre la calle Nueva y la Rambla y se extendía hasta las casas de la calle de la Fundición.  Ocupaba una superficie de unos 8.400 metros cuadrados donde se incluían todas las dependencias del ingenio: casa del dueño, plaza de cañas, palacio de batalla, cuarto de molinos, fogata, cocina, cuarto de blanqueo, bagacero, cuadras, alberca para las formas de azúcar, almacenes y el sitio para las cenizas de los hornos. El origen de este ingenio azucarero se remonta al 7 de julio de 1630 cuando el caballero de origen portugués Francisco Pérez de Olivera presenta ante el rey Felipe IV y su Real Junta de Minas una máquina para moler cañas de azúcar consistente en un molino de tres rodillos verticales o trapiche, que al parecer ya se usaba en Perú, pero no en la Península; en vez del tradicional molino cañero de dos rodillos horizontales que se utilizaba desde el siglo XVI en los llamados ingenios reales, autorizando la Corona su instalación en Motril. Sobre 1706 o 1707 lo adquirió la familia Ruiz de Castro, cuyos herederos aun lo poseían en año de 1752 cuando se hizo el Catastro. Molturaba la caña con cuatro molinos trapiches y estaba en funcionamiento. Definitivamente lo que quedaba del Trapiche Viejo se demolió para construir edificios de pisos en la Rambla de Capuchinos.

Trapiche Nuevo: Construido por el comerciante de origen granadino y regidor de Motril Antonio Travesí en las primeras décadas del siglo XVIII y llamado oficialmente “Trapiche de San Antonio”. Ocupaba una extensión próxima a los 30.000 metros cuadrados incluyendo todas las dependencias, moliendas, plaza de cañas, corrales y caballerizas. Lindaba por al sur con a la acequia principal, por levante con la rambla de los Álamos y por el norte con el camino de Guachos. Es decir, debió estar situado ocupando todo el lateral izquierdo de la actual calle Cuevas. En 1752 estaba en funcionamiento y era propiedad de la familia Travesï y de Joseph de Alcántara y molía las cañas con  cuatro molinos de rodillos verticales. Debió estar en funcionamiento hasta primera década del siglo XIX, ya que en 1804 molió cañas y fabricó azúcar arrendado por León de Espinosa.

Al finalizar la primera mitad del siglo XIX, en Motril quedaba en actividad un ingenio moderno construido por Francisco Javier de Burgos en el Cerro de la Glorieta junto a las Explanadas, otro arruinado del conde de Bornos en la actual Huerta de la Condesa y existían bastantes restos de edificios ruinosos de varios ingenios y trapiches y memoria de muchos más.

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