Mari Pepa Gómez, patrimonio radiofónico y humano

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JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ Periodista

Dijo nuestro admirado Miguel Ríos hace unos días con motivo de su distinción como “Hijo Predilecto” de Andalucía, que no sabía si el premio lo merecía, pero que lo iba a disfrutar a tope. En el caso que nos ocupa, no sólo es merecido, si no que al tiempo también lo va a disfrutar a tope, en vida, como debe ser. La más grande locutora de la Costa Tropical, mi admirada compañera y amiga Mari Pepa Gómez, ha sido distinguida –una vez más– con el premio a la “Mujer del Año 2014”, aunque ciertamente la mención se queda corta, porque habría que aumentar la temporalidad a toda una vida de profesionalidad, entrega y cariño humano hacia todo aquel que ha tenido –y tiene– el placer de estar a su vera, ante un micrófono en Radio Motril en el pasado, o compartiendo en el presente una jornada distendida entre amigos al son de una guitarra siempre alegre, un cante acompasado y un brindis nacido del corazón, cuando aparcada la identidad de locutora, la mejor de las anfitrionas deja fluir a la persona para ser, simplemente, “la hija de Casiano”.

“La Pepa”, que nació para ser artista, y artista ha sido y es, ha marcado un tiempo en nuestro periplo vital que para siempre quedará grabado en lo más profundo de nuestro ser. Su habilidad radiofónica, humanizada por los cuatro costaos, su manera para comunicarse con la gente –sus radioyentes–, ha sido su particular seña de identidad. Ser auténtica en cada palabra, en cada frase pronunciada no es cuestión baladí, lo que le ha proporcionado el cariño y la admiración de toda una Comarca, al margen de las situaciones vividas a lo largo de la historia: dictadura, transición, democracia. La  figura de Mari Pepa, siempre cercana y noble, abierta a nuevas aventuras, innovadora para el tiempo que le tocó vivir, solidaria y extrovertida, la convierte en ciudadana ilustre de nuestro mundo más cercano. Hablar de su extenso discurrir profesional sería redundar en lo ya contando, desde sus inicios en la pionera emisora de Radio Juventud o su etapa más prolífica en Radio Motril, donde la chispa brotaba cada mañana cuando se encendía el piloto rojo de “estamos en el aire” durante veinticinco irrepetibles años. La pasión invertida en sus programas traspasaba las fronteras del oído para colarse velozmente hasta en el corazón, donde su voz se convirtió en la banda sonora de nuestras vidas.

Sin lugar para el equivoco, las puertas y ventanas de su corazón siempre estuvieron abiertas para todo aquel que quisiera compartir vida; unos se asomaron a su ventana, a otros se nos brindó el lujo de entrar por la puerta, a carta cabal, y disfrutar de su presencia siempre sabia y llena de improvisaciones absolutamente maravillosas. Y como su corazón, bondadoso y limpio, abrió las puertas de su casa para todos: desde el más grande artista, hasta el amigo más humilde, pues es bien sabido que en el hogar donde el cariño habita, cariño se recibe. Ella, la incansable locutora de radio, con la naturalidad que brota de la misma esencia de la persona, siempre supo imprimir a sus nobles causas sociales amor, pasión y dedicación plena, abanderando la identidad de nuestras costumbres y tradiciones, ha intentando con su voz privilegiada contribuir a que Motril despertara cada día, o se echase en los brazos de Morfeo cada noche, con la suave calidez pero intensa tonalidad de su voz, la que se elevaba al espacio a través de las ondas haciendo sentir al oyente mil y una sensaciones, todas ellas maravillosas y rebosantes de humanidad.

La grandeza de Mari Pepa es tan variada como su grupo de incondicionales amigos, pero de manera paradójica, el haberse codeado con los más grandes artistas del flamenco y otras disciplinas, no la apartó de su condición humilde y directa, sin fisuras, sin ambages hipócritas o llenos de vanidad. En la miscelánea de recuerdos y anécdota que guardo con especial cariño, siendo su compañero y amigo, hay una enmarcada en la frase “al micrófono no hay que tenerle ningún miedo, pero si un respeto enorme”, el mismo sentimiento y decoro que ella aplicaba y sentía por sus paisanos oyentes. Y aunque tuve el honor de ser su director durante dos años hasta su jubilación, en el lustro anterior palpé con todos los sentidos, a pleno pulmón, buena parte de lo que hoy poseo del inigualable y apasionante mundo de la radio.

Su gremio, el de la Prensa de la Costa y Alpujarra tuvo a bien reconocer su trayectoria realizando una “Cena Homenaje”, también fue acreedora del premio “Postiguillo”, entregado en el Carmen de los Mártires granadino, y ahora ha sido el turno del colectivo de Mujeres de Motril. Ahora bien, reconociendo la importancia de lo ya otorgado, se me antoja escaso para sus largos años de entrega y engrandecimiento de nuestra tierra, que viene a ser el enaltecimiento de nuestra gente, por lo que es justo reivindicar una gratitud colectiva, de rango mayor y carácter institucional, para devolverle, tan siquiera, un trocito de todo lo que en conjunto nos aportó en lo profesional y en lo personal de manera desinteresada. Al fin y al cabo, Mari Pepa Gómez se nace sólo una vez: personas hechas de esta “pasta”, con este carisma  y categoría son sencillamente únicas e irrepetibles, y todos nosotros tenemos el orgullo y la honra que de una manera u otra, como amiga o locutora, sea parte indeleble de nuestras vidas. Gracias por todo, gracias por tanto.

Se enciende el “piloto rojo”, es hora de que calle el aprendiz y hable la maestra: cuando quieras Mari Pepa…

José Manuel González

Motril, Viernes 7 de Marzo de 2014

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