El verano que no pasa

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FULGENCIO SPA CORTÉS

Queda verano en el calendario y en  la atmósfera. Ya ha pasado el verano de los  que tienen la suerte de tener  nomina. Y queda el de los abuelos que se quedaron guardando la casa, con  los niños y los perros. Y pronto los veremos paseando la playa con más canas, más  y arrugas y menos pelos.

El verano de los calores y las moscas ya ha pasado, pero  quedan flecos lánguidos; y la mar y el cielo es ceniza, enfermiza. pulida, sin lindes. Al verano le quedan  aún guitarras a deshoras.

Pero aún sobre el azul de cielo se ven pasar de prisa retazos de nubes  buscando el Poniente para aliviarse de los calores pasados.

Queda verano.  Y se vio agosto en sus cabañuelas  que nos adelantaron el clima que  hará el año próximo. Cabañuelas  en las que creían los viejos  secaneros, que  siempre soñaban con agua y zahories  y que sobre la mesa camilla no faltaba el almanaque zaragozano. Había que creer en algo

Y desde la portada del cortijo se veía sobre el palmar verde una calva de tierra, casi blanca, junto a noria de canjilones de barro que el borriquillo, con ojos tapados,  la hacía mover, para  regar esa tierra que, era, abastecía  despensa casera.  Agua ni dulce ni salada. Agua  oliendo a hojas de almendro. Y había más calvas y más norias, que el sacrificio del hombre  las hicieron  tan grandes como para abastecer hoy a EUROPA.

Ha pasado este verano y más que pasarán. Cada uno con sus inventos noticias y rutinas. Y habrá quien crea que el twitter contribuirá a mejorar las relaciones entre los humanos, cuando entiendo que es estupidez generacional. Y quién crea que esta guerra que se anuncia, será la última. Y seguirá habiendo chozas, palacios, Sotogrande y Haiti.

Pero  yo vi a abejorros rubios de la buena suerte, inspeccionando chambaos de carrizos que describe Gabriel Miro, levantino exquisito.

Y hace muchos años  vi sobre el verde palmar calvas de tierra que apenas eran despensa casera. Y gracias al esfuerzo  de muchos hoy esas que vi juntos a las norias son despensa de Europa. Entonces era un niño. Aún sigo aquí para contarlo.

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