Como los cangrejos

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JOSÉ MANUEL GONZÁLEZ Periodista

Estamos retrocediendo o avanzando?, pues parece más que evidente que el retroceso es manifiestamente palpable y así queda testado en las múltiples movilizaciones y protestas que a diario se suceden en nuestro país. Con esta visión, que lejos de querer ser pesimista pretende ser realista, habría que preguntarse ¿qué vida tenían nuestros padres y qué vida le dejaremos a nuestros hijos?

Además, qué trato damos a los inmigrantes, cuando hemos sido para colmo un país inmigrante. Hace unos días fallecía un inmigrante en las Islas Baleares por falta de asistencia de sanidad pública, porque si no pagas no eres atendido; los inmigrantes tienen problemas por doquier, lo que dice muy poco sobre una sociedad supuestamente solidaria, y tienen miedo a acudir al médico y tener que pagar por ello, porque no tienen sustento, no tienen si quiera para su medicación con lo que están abocados a una enfermedad crónicamente segura y a una vergonzante marginación social, y todo, por ser un “inmigrante irregular”.

Si nos atenemos a estos casos hay un evidente retroceso social, o sea, no estamos progresando, o habría que decir que no tenemos progreso, y cada vez tenemos menos calidad de vida. En este momento hemos cambiado el concepto, nos han cambiado el proceso, cuando alguien se iba a comprar una vivienda y dudaba, el padre decía aquello de “no te preocupes en exceso porque al principio es complicado, pero luego ya verás que con esfuerzo y trabajo todo se supera”, pero dónde está el trabajo, y lo que puede ser peor, nos estarán minando poco a poco las ganas de esforzarnos. Por cierto, un dato dramático: 32.500 familias perdieron su casa en nuestro país en 2012, -se fueron a manos del banco, que los desahuciaron-, no sólo perdieron un techo donde vivir, también perdieron algo llamémosle etéreo que cada persona lleva dentro “tu propio espacio”, es como si robaran una parte de ti, como si hubiesen violentado tu “espacio vital”.

Siempre hemos pensando que nuestros hijos vivirían mejor que nosotros, pero las circunstancias actuales no parecen indicar este camino. Hemos tocado fondo, pregunto, pues quien lo sabe, pero progresar que se diga no parece que lo estemos haciendo ya que los recortes permanentes en toda clase de servicios nos están marcando una clara dirección y al tiempo nos van asfixiando poco a poco. La evolución que este país ha cogido y que afecta a cada rincón de nuestra geografía está mermando las necesidades básicas de las personas. Los gobernantes no están priorizando, pues lo primero y primordial ha de ser la persona, el ser humano y sus problemas y necesidades, entre otras: alimento, trabajo y servicios públicos dignos, así se consigue que la persona se sienta como tal y pueda contribuir y aportar lo mejor de sí misma al conjunto de la sociedad, practicando una participación realmente activa.

Así, aunque nos recorten en leyes, sanidad, educación y el paro esté por encima de los seis millones de personas, creo que estamos obligados a resistir aunque haya fracasos en medio de esta justificada desafección entre los ciudadanos y la clase política, ya que son estos últimos los que gestionan con nuestro dinero las cuestiones de la hacienda pública que debería velar por el bienestar de todos, con igualdad y justicia, y no por pasarle la mano por el lomo diariamente a los poderosos para así mantener sus privilegios provocando un clasismo propio de otra época, afortunadamente pretérita. Como esta no evolución, ni progreso siga así -como los cangrejos, para atrás- el distanciamiento social será cada vez mayor, habrán creado una capa social de ricos y poderosos con cuentas corrientes multimillonarias frente a otra capa social empobrecida ubicada en la base de la pirámide mal viviendo o trabajando por un sueldo más que precario, es decir, la tendencia será la desaparición de las capas medias donde nos encontramos la mayoría, que con poquito y bueno, creemos vivir en el llamado estado del bienestar. Lo dicho, habrá que resistir, pero desde la movilización social –activa y respetuosa, pero que revolucione conciencias–, participando en colectivos, asociaciones, agrupaciones, gremios, grupos vecinales, movimientos sociales de interés general, etc.. Por tanto, podemos hacer que las cosas cambien, porque desde luego, quedarnos inmóviles mirando la ingente cantidad de granujas y ladrones que se lo llevan “calentito” y observando a parte de la clase política que mira para otro lado sin darse por aludida, va a ser que no.

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