«Humillados y ofendidos»

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BEGOÑA RAMÍREZ JOYA
EL título de esta novela de Fiodor Dostoyevski define magníficamente como nos sentimos los peatones del mundo. Aquellos que no vamos con coche oficial a trabajar ni nuestra vida discurre entre despachos de sillones tapizados de piel, ni cócteles de bienvenida.

Nuestro destino se decide cada día por tecnócratas de la economía y de la política que reducen la vida a un cuadro estadístico de curvas de subida, bajada y puntos de inflexión.

Todo muy bien estudiado, pero falso como el truco del mago. Nada por aquí, nada por allá. Y si no que se lo digan a Rodrigo Rato, ese brillante economista que ha dilapidado la entidad bancaria con más solera de nuestro país.

Pero los gobiernos del mundo sólo piden cuentas a su masa obrera, a sus zánganos productores, a los que fácilmente puede relegar a la pobreza y al ostracismo.

Los bancos exentos de toda culpa, sólo tiene que esperar pacientemente sus inyecciones de liquidez, su dosis de dinero para seguir viviendo.

A los demás nos piden sacrificios y paciencia. En sociedades como la nuestra en las que se nos educa para obedecer y no para cuestionar y buscar soluciones alternativas, somos presa fácil del mercantilismo. Mientras las cosas van bien se nos engaña como a los niños pequeños con opulentos regalos y medios de consumo.

Nos quitan el chupete y nos dicen que hay que reducir gastos, cuando ya nos hemos acostumbrado al sillón, la cervecita, la piscina, el 4×4, el adosado y las minivacaciones de crucero.

Bueno siempre queda el fútbol. Al pueblo ya lo dijeron en la antigüedad pan y circo. Y la verdad es que entretiene hasta que te da por pensar en la cantidad de millones que mueve cada uno de esos pies de oro que patean el balón. Y cuando esta idea fugaz pasa por tu cabeza lamentablemente ya no ves juego, ni deporte sólo ves dinero. Una vez más dinero y sólo dinero.

Eso hace que merezcamos políticos que para reducir gastos en el Ayuntamiento de Madrid deciden no recoger la basura a diario Me pregunto si en su barrio de lujo tampoco recogerán a diario la basura. Y suma y sigue.

Por eso ahora en los debates televisivos resulta más entretenido mirar para otro lado, los desastres económicos de otros países, pongamos por caso Argentina. Que comenzó con el vaciamiento del Estado a través de las privatizaciones, la inestabilidad monetaria, para continuar con el desmantelamiento de la educación y la sanidad pública. A lo peor esto nos termina sonando de algo.

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