La ira

BEGOÑA RAMÍREZ JOYA

Cuando empezó la crisis se impuso eso de ir tirando de fondo de armario, pero he tirado tanto que me topé ayer con el fondo de aglomerado.

Cuando palpé los gránulos del sucedáneo de la madera toda la ira que había ido absorbiendo mi cuerpo por todos los poros de la piel se liberó en un espantoso alarido que llamó la atención de los vecinos del inmueble donde transcurren mis días. En el primero vive Pedro con mujer y sus cinco hijos.

El piso tiene escasamente 60 metros repartidos en una pequeña cocina, un comedor donde se amontonan el sofá, los juguetes de los niños y el rey de todas las casas: el televisor, al que sus habitantes dedican la mayor parte de su tiempo. A falta de trabajo y cultura la televisión es la mejor medicina para embrutecer el intelecto y el alma y dejar rápido de pensar y sufrir por cosas que son tan difíciles de cambiar porque siempre fueron así. Como si toda la realidad fuera un enorme rompecabezas donde cada pieza debe encajar en su lugar y ninguna pieza del enorme engranaje debe ocupar otro lugar porque todo se derrumbaría. No sé si mi vecino ha llegado a concluir esto o simplemente lo ha sentido dentro en sus entrañas.

Ha sentido esa derrota de siglos y por eso ha decido matar su vida y sus horas en la taberna. Allí entre vaso y vaso olvida y sonríe y de paso su hígado y su cuerpo son víctimas de un pequeña muerte diaria precedida de dolor ,rabia e impotencia.

Su último trabajo lo tuvo hace dos años, desde entonces ha cobrado el desempleo y la ayuda familiar y ahora nada.

A veces la vida es como una brisa suave que te acaricia el rostro y te refresca en verano. Otras es como una ventisca permanente, molesta y atronadora que te golpea la cara continuamente y revuelve tu pelo y tu pensamiento.

Depende del lugar en que naciste, del azar de la geografía o la cuna. Según eso lo tendrás todo o no tendrás nada. Serás la última pieza de un enorme engranaje que no te permitirá salir del lugar asignado.

La hija mayor de Pedro ya tiene novio. Se han conocido por el facebok .La chica, que se llama Rosa ha dejado el instituto porque dice que estudiar no sirve para nada y que además a ella

Quien le va a pagar una carrera. Prefiere colocarse los tacones de aguja los sábados por la noche y jugar a ser como las famosas de las portadas de las revistas de moda, aunque sólo tenga 16 años y la vida que conoce es la barrio obrero donde vive y lo que le cuentan por la cajita del televisor. Ahora también a través del ordenador, que aunque no tiene en su casa ni línea de Adsl ni banda ancha ni estrecha, sí que va por las tardes al ciber con su amiga Teresa y se conectan al twiter y a lo que haga falta y se hacen sus pequeños ecos de sociedad, como un gran hermano cibernético en el que todo es mentira.

No les conozco demasiado pero desde que me mudé a este barrio , que como aprendiz de músico en paro es lo único que puedo pagarme , les oigo a todas horas pelear por los niños o con los niños, llamándoles a gritos a la hora de comer. La madre de forma atronadora como si sus hijos viviesen en Laponia, con aullidos desgarrados que son fruto de una frustración de paredes desconchadas a través de cuyos muros no hay más esperanza que la de sobrevivir.

A veces el sonido de las gaviotas es como el lamento de un niño abandonado que cruza el firmamento esperando que lo escuchemos y corramos en su ayuda. Como si la propia naturaleza nos avisara de los terribles errores que estamos cometiendo.

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