✍Antonio Gómez Romera
Domingo, 19 de octubre de 2025
En el DLVI aniversario del matrimonio entre Fernando de Aragón e Isabel de Castilla, los Reyes Católicos

Hoy domingo, 19 de octubre, festividad de San Pedro de Alcántara (1499 – 1562), fraile franciscano, presbítero, asceta, místico y amigo y consejero de Santa Teresa de Jesús, en la cuadragésima segunda semana de 2025, se cumplen 556 años (jueves, 1469) del matrimonio del príncipe Fernando de Aragón, (1452 – 1516), de 17 años de edad, y la princesa Isabel de Castilla (1451 – 1504), de 18. El enlace matrimonial tiene lugar en Valladolid, en la “Sala Rica” del palacio de los Vivero, hoy Archivo Histórico Provincial, que se ubica frente al Convento de las Descalzas Reales. Ella, ha huido de la vigilancia de su hermano, Enrique IV, rey de Castilla (1425 – 1474), que quiere casarla con otro y él viaja de incógnito hasta Valladolid. Ambos deben eludir a los nobles, que no quieren una corona fuerte. Los novios, ni siquiera se conocen. En cambio, comparten lo que hoy llamamos un «proyecto político»: completar la unificación de España, expulsar a los últimos musulmanes de Granada y centralizar el poder en manos de la Corona, limitando los privilegios nobiliarios feudales.
Fernando ha salido de Zaragoza el día 5 de octubre, fingiendo que acude a Urgel por llamamiento de su padre, el rey Juan II de Aragón y Navarra (1398 – 1479) para prestar socorro a sus aliados a causa de la guerra de Cataluña. Isabel ha logrado escapar de Ocaña (Toledo), con la excusa de visitar la tumba de su hermano, Alfonso de Castilla (1453 – 1468), que reposa en la Cartuja de Santa María de Miraflores de Burgos.

Desde Madrigal, la princesa Isabel de Castilla llega a Valladolid el 30 de agosto de 1469 y se aloja en el Palacio de los Vivero. El príncipe Fernando de Aragón, disfrazado de mozo de mula de unos comerciantes, lo hace el 14 de octubre. Cuando llega la comitiva al Palacio de los Vivero, Isabel pregunta a su Maestresala, Gutierre de Cárdenas Chacón (1440 – 1503) quién de los caballeros es Fernando, y éste le responde, señalando con el dedo «ese es, ese es». Isabel no olvidará aquellas palabras de Gutierre y, con el tiempo, como privilegio real, concede a la familia de los Cárdenas, que en la bordura de su blasón familiar figuren dos «eses».
Fabrique Enríquez (1390 – 1473), II Almirante de Castilla y abuelo materno de Fernando, es quien lo presenta a la princesa Isabel. Isabel y Fernando se entrevistan durante 2 horas en presencia del anciano arzobispo de Toledo, Alonso Carrillo de Acuña (1410 – 1482) y simpatizan de inmediato. Después, Fernando se retira al Palacio de los condes de Buendía (Dueñas, Palencia), situado a 32 kilómetros al NE de Valladolid. Sobre el lugar hay que hacer constar que Alonso Pérez de Vivero (1394 – 1453) contador mayor del Rey Juan II, mandó construir en Valladolid el palacio que lleva su nombre así como sus casas principales. Se trataba de un palacio fortificado, con torres, muralla, foso y torreón, y se encontraba a extramuros de la ciudad.

Con respecto a la boda, no puede realizarse, según la Doctrina Eclesiástica, por la consanguinidad de los novios, pues ambos son bisnietos de Juan I de Castilla (1358 – 1390) y Leonor de Aragón (1358 – 1382), lo que les convierte en primos lejanos. Para autorizar el matrimonio es necesaria una bula papal, pero el Papa Paulo II (1417 – 1471) se ha negado a concederla, intentando evitar el conflicto sucesorio por la corona de Castilla. Ante éste obstáculo, el entorno cercano a Isabel y Fernando opta por sobornar a Antonio Jacobo de Véneris (1422 – 1479), nuncio apostólico, para que «fabrique» una bula firmada por el Papa Pío II (1405 – 1464), pontífice fallecido 5 años atrás y que permitía el matrimonio entre primos hasta el tercer grado el 28 de Mayo de 1464. La “falsa bula”, convence al obispo de Segovia, Juan Arias Dávila (1436 – 1497) que permite el enlace.

En una de las estancias del Palacio de los Vivero, la llamada “Sala Rica” o “Salón de Ceremonias”, firman su compromiso de matrimonio los futuros Reyes Católicos la noche del miércoles, 18 de octubre, día de San Lucas. Tal como se recoge en el libro “Bodas regias y festejos desde los Reyes Católicos – 1469 – hasta Alfonso XIII – 1906”, Recopilación histórica de Niceto Oneca y José Quilis, publicado en Madrid en 1906, se hizo una “Capitulación hecha y jurada por el muy ilustre y excelente Príncipe, Rey y Señor, el Rey Don Hernando, Rey de Sicilia, primogénito y legitimo sucesor de los Reynos de Aragón, é la muy excelente y muy esclarecida señora, la señora Doña Isabel, primogénita legítima sucesora de los Reynos de Castilla y León”. El príncipe Fernando entrega a Isabel en arras los lugares de Borja y Magallón, en el Reino de Aragón, Elche y Crevillente, en el Reino de Valencia y Catania y Zaragoza hoy, Siracusa, en el Reino de Sicilia.

Al día siguiente, el jueves, 19 de octubre, tiene lugar en el mismo palacio el enlace matrimonial. Según un cronista de la época, “La presencia toda, rostro y cuerpo del príncipe Fernando eran de muy dispuesto galán. Isabel tenía la cara muy blanca y las mejillas coloradas, las manos extremadamente gentiles. Todo su cuerpo y su persona eran los más airosos que mujer humana tener pudo, y de alta y proporcionada estatura”.
Actúan como padrinos, Fabrique Enríquez, II Almirante de Castilla y abuelo del novio, y María de Acuña, esposa de Juan de Vivero Guzmán (1435 – 1490), el noble en cuyo palacio se hospeda Isabel. El arzobispo de Toledo, Alfonso Carrillo de Acuña es quien los casa.

La representación en cerámica de la Boda de los Reyes Católicos en Valladolid está diseñada por los pintores ceramistas Francisco Morilla Serrano (1894 – 1971) y Carlos Hermoso Araujo ( / – 1973), y es realizada en la fábrica de cerámica artística Mensaque Rodríguez y Cía. (1917 – 2006), para el banco de la ciudad de Valladolid en la Plaza de España de Sevilla (1929). Adjunta al Salón de Ceremonias se encuentra la cámara nupcial, donde aquella noche, Isabel y Fernando, consuman el matrimonio. La noche de bodas, como es común en la época, es una “ceremonia pública”. Jueces, regidores y caballeros, son testigos de la consumación del matrimonio: se les presenta, como prueba, una sábana manchada con la sangre de la novia, “cumplido testimonio de su virginidad y nobleza”. En palabras del cronista Diego de Valera (1412-1488), “Estaban a la puerta de la cámara ciertos testigos puestos delante, los cuales sacaron la sábana que en tales casos suelen mostrar, la cual en sacándola tocaron todas las trompetas y atabales y la mostraron a todos los que estaban esperando en la sala que estaba llena de gente”.Después de estos hechos, los festejos se prolongan en la ciudad durante una semana.

Colofón
Cuando la noticia de la boda llega a Roma, he leído que el papa Paulo II los excomulga, pero, documentalmente, no he encontrado ningún decreto papal que recoja la censura de la excomunión a Isabel de Castilla y Fernando de Aragón. El párrafo 2 del canon 1.091 del Código de Derecho Canónico establece que: “En línea colateral, es nulo (el matrimonio) hasta el cuarto grado inclusive”. Al no ser válida la “bula papal” presentada en la celebración del matrimonio entre Isabel y Fernando, que dispensa el impedimento de consanguinidad, el acto tiene un vicio en origen y la Iglesia Católica no reconoce validez a dicho acto religioso. Pero ese vicio de raíz es subsanable. La solución para la situación “irregular” del matrimonio entre Isabel y Fernando, llega del propio Vaticano casi 3 años después. En mayo de 1472, el Papa, Sixto IV (1414 – 1484), envía al cardenal Rodrigo Borja (1431 – 1503) como legado pontificio en la península ibérica, al objeto de lograr la colaboración de los reinos hispánicos en la cruzada, y resolver la crisis sucesoria que atraviesa Castilla. En estrecha colaboración con Juan II de Aragón y Navarra, el cardenal favorece la causa de Isabel como heredera de Castilla, sanando en raíz su matrimonio con Fernando mediante una bula papal que trae a este fin. La Bula de Simancas, firmada por el Papa Sixto IV el 1 de diciembre de 1471, pone fin a dos años de “escándalo”, subsana el vicio en origen y legitima el matrimonio de Isabel y Fernando, “ante Dios y ante la Santa Iglesia”.

Al ser coronado rey de Aragón Fernando II, en 1485, le otorga al cardenal Rodrigo Borja el ducado de Gandía para él y su descendencia. Años más tarde, en 1492, cuando Borja es coronado papa con el nombre de Alejandro VI, otorgará a Isabel y Fernando el título sin precedentes de “Reyes Católicos”.





