✍Antonio Gómez Romera
Domingo, 21 de septiembre de 2025
En el CCXXXI aniversario de la llegada de la expedición Malaspina a la bahía de Cádiz

Hoy, domingo, 21 de septiembre, festividad de San Mateo, Apóstol de Jesús y Evangelista, en la trigésimo octava semana de 2025, se cumplen 231 años (domingo, 1794) de la llegada a la bahía de Cádiz de la “Expedición Malaspina o Malaspina – Bustamante” después de 5 años y 2 meses de su partida. Las corbetas “Descubierta” y “Atrevida” fondean “con todo el trapo largo”, pero una densa neblina dificulta su maniobra, siendo recibidos por una multitud de botes y lanchas que las rodean.

ANTECEDENTES
Tal como recoge la profesora Águeda Jiménez Pelayo, de la Universidad de Guadalajara (Jalisco) de México, en “Tomás de Suria, un dibujante de la expedición de Malaspina. Su contribución al conocimiento del occidente de Norteamérica”, “en la segunda mitad del Siglo de Las Luces, como un resultado del notable interés europeo en las ciencias, varias naciones realizaron viajes marítimos alrededor del mundo, con el fin de ampliar los conocimientos acerca de la geología, cartografía, geografía y etnohistoria. Los ingleses y franceses recibieron el apoyo imperial para realizar estas expediciones, entre los primeros se distinguieron George Anson, John Byron y Philip Carteret; más tarde James Cook y otros. Entre las más destacadas exploraciones francesas del siglo XVIII se pueden mencionar las de La Condamine (1735-1744), Louis Antoine Bougainville (1766-1769), y la del conde de La Pérouse (1785-1788)”.
Alejandro Malaspina nace el martes, 5 de noviembre de 1754, en Mulazzo (Gran Ducado de Toscana (Italia); estudia en el Colegio Clementino de Roma y en 1774 se gradúa en la Escuela de Guardiamarinas de Cádiz. Participa en diversas acciones de guerra en el norte de África y en largas navegaciones (1777 – 1779) en viaje de ida y vuelta a Filipinas, rodeando el cabo de Buena Esperanza.

En septiembre de 1788, estando en la isla de León (Cádiz), los entonces capitanes de fragata Alejandro Malaspina y José de Bustamante y Guerra (1759 – 1825) convienen proponer el llevar a cabo una gran expedición de la Real Armada de carácter político-científico por el imperio español y envían una carta (miércoles, 10 de septiembre) al Ministro de Marina, Antonio Valdés y Fernández Bazán (1744 – 1816), quien contesta el martes, 14 de octubre, que el rey Carlos III (1716 – 1788) ha autorizado el viaje y encarga a Alejandro Malaspina los trabajos preparatorios del proyecto. Según las instrucciones del rey, “No se regateará ninguno de los medios que puedan conducir al completo logro de los fines a que ha de dirigirse el viaje”. Los objetivos de la expedición son muy variados: levantamientos cartográficos en las costas de América, Islas Sandwich, Filipinas, Australia, y Nueva Zelanda, redactar informes de los territorios visitados sobre trazados de puertos, estadísticas del comercio y producciones y estudios etnográficos y de Historia Natural.
El historiador británico Felipe Fernández-Armesto, en su obra: “Los conquistadores del horizonte: Una historia mundial de la exploración” (2006), refiere que “La monarquía (española) de la época dedicaba al desarrollo científico un presupuesto incomparablemente superior al del resto de naciones europeas. El imperio del Nuevo Mundo era un vasto laboratorio para la experimentación y una inmensa fuente de muestras. Carlos III amaba todo lo referente a la ciencia y la técnica, de la relojería a la arqueología, de los globos aerostáticos a la silvicultura. En las últimas cuatro décadas del siglo XVIII una asombrosa cantidad de expediciones científicas recorrieron el imperio español. Expediciones botánicas a Nueva Granada, Nueva España, Perú y Chile, reuniendo un completo muestrario de la flora americana. La más ambiciosa de aquellas expediciones fue un viaje hasta América y a través del Pacífico por un súbdito español de origen napolitano, Alejandro Malaspina”.

Una vez aprobada la empresa, la maquinaria estatal se pone en marcha. Se construyen dos nuevas corbetas: “Descubierta” y “Atrevida”, ambas botadas en el Arsenal de La Carraca (Cádiz), en abril de 1789. Se consulta a quienes en nuestro país o en los de nuestro entorno tienen conocimiento o experiencia sobre viajes transoceánicos: Antonio de Ulloa y de la Torre-Guiral (1716 – 1795), insigne compañero de Jorge Juan y Casimiro Gómez Ortega (1741 – 1818), Director del Jardín Botánico de Madrid, los franceses François de Lalande (1732 – 1807) y el abate Raynal (1713 – 1796), el inglés Sir Joseph Banks (1743 – 1820), presidente de la “Royal Society” y participante junto a Cook en su primer viaje, o el italiano Lazzaro Spallanzani (1729 – 1799). Todos opinan sobre el instrumental y los objetivos científicos del viaje. La “Academie des Sciences”, la “Royal Society” y el “Observatorio de Cádiz” también emiten su juicio y se obtiene la mayor información posible de los archivos estatales. Se adquiere el instrumental científico-técnico o se hace construir “ex profeso”, en los talleres de Londres y París, en algunas casas de Madrid y en el Observatorio de la Marina de Cádiz. Y se selecciona, con extraordinario cuidado, por los 2 comandantes de la expedición, Alejandro Malaspina y José Bustamante y Guerra, a los 204 hombres que han de formar parte de la expedición: 18 oficiales, 2 médicos cirujanos [Francisco Flores Moreno (1761 – 1839) y Pedro María González Gutiérrez (1760 – 1839)], 2 capellanes, 1 cartógrafo (Felipe Bauzá Cañas, 1764 – 1834), 3 naturalistas [Antonio Pineda Ramírez (1751 – 1792), Tadeo Haenke (1761 – 1817) y Luis Neé (1734 – 1807)], 4 pilotos y 6 dibujantes [Fernando Brambila (1763 – 1834), Tomás de Suria (1761 – 1844), José del Pozo (1757 – 1830) José Guío Sánchez (1753 – 1792), Juan Ravenet (1766 – 1821) y José Cardero Meléndez (1766 – 1811)].

EL VIAJE DE LA EXPEDICIÓN
El jueves, 30 de julio de 1789, Malaspina, al servicio de la Armada Española, se dispone a partir desde el puerto de Cádiz para realizar una gran expedición científica y política. Ponen rumbo al océano Atlántico con un favorable viento del noroeste, pasando por las Islas Canarias. El itinerario de la expedición Malaspina no es de circunnavegación, aunque esa fue su pretensión inicial. El primer contacto con tierras americanas es el puerto de Montevideo. Siguen su viaje por Puerto Deseado, reconocen las Malvinas y la costa de la Patagonia, bordean el Cabo de Hornos y ascienden por la costa del Pacífico. Visitan Concepción, Valparaíso y Coquimbo; prosiguen viaje hacia El Callao y, desde allí, hacia los puertos de Acapulco y San Blas de California. Mientras los naturalistas se dedican al estudio detallado de las producciones del rico virreinato novohispano, las corbetas recorren el litoral hasta alcanzar los 60º de latitud norte, a la búsqueda del supuesto “Paso del Noroeste”.

Durante el otoño de 1791 se prepara el detallado estudio del estrecho de Juan de Fuca, un trabajo que han de llevar a cabo los oficiales Dionisio Alcalá Galiano (1760 – 1805) y Cayetano Valdés Flores (1767 – 1835) durante el siguiente año, segregados ya de la expedición que durante las mismas fechas alcanzará las islas Marianas y Filipinas. En febrero de 1792 las corbetas alcanzan la isla de Guam, la única escala en una larga travesía de tres meses que han de llevar a la expedición al archipiélago filipino. Primero fondean en el puerto de Palapa, y luego en el de Sorsogon; la “Atrevida” prefiere dirigirse hacia Macao y Cantón, ambos puertos de extraordinaria importancia comercial, mientras la “Descubierta” reconoce la costa oeste de la isla de Luzón. Ambas corbetas se encuentran en la bahía de Manila el domingo, 20 de mayo de 1792, y permanecen en este puerto hasta mediados de noviembre. Durante este período los naturalistas contactan con Juan de Cuéllar, botánico al servicio de la Real Compañía de Filipinas, y exploran el interior de la isla de Luzón. En uno de estos viajes el naturalista Antonio Pineda encuentra la muerte, víctima de unas fiebres tropicales. Durante el verano austral las corbetas navegan por Nueva Guinea, Islas Salomón, y Nuevas Hébridas y, a fines de febrero de 1793, recalan en Bahía Dusky. Un mes después alcanzan Puerto Jackson y durante el mes de abril reconocen Bahía Botánica. La expedición completa sus datos sobre la costa de Chile, Tierra del Fuego, Río de la Plata y las Malvinas; doblará nuevamente el cabo de Hornos y alcanzará, en febrero de 1794, el puerto de Montevideo.

COLOFON
En su travesía han atracado en treinta y cinco puertos, y algunos como el de Acapulco, El Callao, Talcahuano o las Malvinas, los han visitado en más de una ocasión. La expedición ha cumplido una buena parte de sus cometidos: su colección de cartas hidrográficas es magnífica; se ha llevado a cabo una interesante serie de trabajos sobre el magnetismo terrestre y la gravedad; se han inspeccionado las más ricas minas de México y Perú, evaluando sus recursos productivos y sus sistemas de explotación; los naturalistas portan una buena colección de pliegos de herbario, algunas muestras mineralógicas, un número nada desdeñable de animales, una colección de materiales etnográficos y, por parte de los dibujantes, se ha realizado un excelente trabajo iconográfico. Casi un millar de imágenes entre plantas, animales, paisajes, tipos etnográficos, ritos y tradiciones, un inmenso álbum de los territorios coloniales pertenecientes a la Corona española. Sobre todo se recopila una amplísima información sobre las relaciones comerciales y el Gobierno de la América española. El enorme trabajo realizado se materializa en una gran colección de datos, especies botánicas, minerales, utensilios, trajes, herramientas, objetos de todo tipo, dibujos y más de 70 cartas náuticas.

Alejandro Malaspina conoce tras su llegada a Cádiz las mismas mieles de James Cook y su nombre se baraja entre los posibles para ocupar el sillón del Ministerio de Marina. Desgraciadamente, el informe que presenta Malaspina a su regreso a la metrópoli incluye observaciones críticas con algunas instituciones coloniales, lo que aprovecha Manuel Godoy para acusarle de revolucionario y enviarle, en abril de 1796, encarcelado al castillo de San Antón, en La Coruña. No cumple la condena de diez años y un día que le es impuesta y tras seis años de reclusión es desterrado a la Lunigiana, en su Italia natal, donde fallece en 1810.
El Museo Naval de Madrid, además de dos retratos de Malaspina, conserva una gran cantidad de obras gráficas realizadas por los dibujantes y pintores que participaron en la expedición.
YOUTUBE: HISTORIAS NAVALES. Expedición Malaspina. Un viaje científico-político alrededor del Mundo – Armada,





