✍Antonio Gómez Romera
Domingo, 28 de diciembre de 2025
EN EL CLXXIII ANIVERSARIO DE NACIMIENTO DEL CIENTÍFICO E INVENTOR LEONARDO TORRES QUEVEDO

Tal día como hoy, domingo, 28 de diciembre, festividad de los Santos Inocentes, conmemoración de un episodio bíblico recogido en el Evangelio de San Mateo, la matanza de los niños menores de 2 años nacidos en Belén (Judea), que fue ordenada por Herodes I el Grande, rey de Judea, Galilea, Samaria e Idumea y vasallo de Roma, al verse engañado por los sabios de oriente que habían prometido proporcionarle el lugar exacto del nacimiento del recién nacido, Jesús de Nazaret. Hoy, en la quincuagésima segunda semana del 2025, se cumplen 173 años (martes, 1852) del nacimiento, en Santa Cruz de Iguña, Molledo (Cantabria), de Leonardo Torres Quevedo, inventor, científico y tecnólogo, ingeniero de Caminos, que fue precursor de la Automática y de la Informática, todo un ejemplo de dedicación a la investigación, a la ciencia y la cultura.
El ingeniero y matemático francés Maurice d’Ocagne (1862 – 1938), presidente de la “Société Mathématique de France”, describió a Leonardo Torres Quevedo, en las páginas de “Le Figaro” (1930), como “el más prodigioso inventor de su tiempo”. Y, en la “Revue des Questions Scientifiques”, escribió sobre el transbordador funicular del Niágara: “Es bastante significativo que sobre el suelo de ese nuevo mundo, cuyos ingenieros son famosos por lo atrevido de sus concepciones, este alarde mecánico haya sido realizado por un hijo de la vieja España”.
Poseía Leonardo Torres una extraordinaria capacidad inventiva que quedó reflejada en el elevado número de patentes que registró, en temas tan dispares como los transbordadores (1887 – 1916), las máquinas de calcular (1895 – 1900), los globos dirigibles (1902 – 1906), los autómatas (1912 – 1914), el Buque-Campamento (1913), un navío con bodega para alojar dirigibles del tipo Astra-Torres, la Binave (1916), un precursor de los modernos catamaranes, los enclavamientos ferroviarios (1918) “un aparato central de un sistema de enclavamientos destinados a proteger la circulación de los trenes, dentro de una zona determinada”, las máquinas de escribir, las máquinas taquigráficas, la paginación de libros, el puntero proyectable, el proyector didáctico, la señalización o el telekino, entre otros.

Breves Notas Biográficas
Sus padres son Luis Gonzaga María Torres de Vildosola y Urquijo (1818 – 1891), Ingeniero de Caminos natural de Bilbao, y Valentina de Quevedo y Maza, natural de Molledo (Cantabria). Es bautizado al día siguiente de nacer por don Alejandro Macho Quevedo, Beneficiario de la parroquia, con los nombres de Leonardo José Luís Inocencio. Son sus padrinos José Manuel de Quevedo y Maza, y Juliana de Quevedo y Maza, tíos del niño. Tiene una hermana mayor, Joaquina (1851), y un hermano menor, Luís (1855). De su padre hereda su gran afición a las Matemáticas, que tanto le sirven en su carrera de inventor. De su madre, es la austeridad castellano-montañesa y, de ambos, su tesón y pasión por el trabajo.
Cuando nace Leonardo, su padre trabaja en la línea del Ferrocarril de Isabel II, que pretende enlazar el Canal de Castilla con la costa cantábrica y que une Santander y Alar del Rey, pasando por Molledo, su municipio natal. La familia Torres Quevedo reside en Bilbao a partir de 1853, en la calle Pelota nº 1, piso 2º, pasando grandes temporadas veraniegas y navideñas en la Casona de Santa Cruz, en el pueblo natal de Leonardo. A su padre se le atribuye la creación de la primera Sociedad Filarmónica de Bilbao, y el compositor Juan Crisóstomo de Arriaga y Balzola (1806 – 1826) le dedica sus primeras obras.

Por los desplazamientos laborales de su padre en algunas etapas de su niñez, vive con familiares o amigos de su familia. Estudia el bachillerato en Bilbao, en el Instituto de Enseñanzas Medias y hasta cumplir los 16 años vive en casa de las señoritas Barrenechea y Lapaza, Concepción (1773 – / ) y Pilar (1784 – 1868). Pilar lega toda su fortuna a Leonardo nombrándole heredero único y universal, desconociéndose el montante de la herencia, pero en un documento se dice de doña Pila, que era “persona acaudalisima, que dejó en propiedad y en dinero muchos millones de reales”.
Cuando fallece Pilar Barrenechea (1868), Leonardo marcha a París a completar estudios durante 2 años (1868 – 70) en el Colegio Chaptal de los hermanos de la Doctrina Cristiana. Allí coincide por vez primera con Valentín Gorbeña Ayarragaray (1855 – 1923), su gran amigo, con quien va a compartir los estudios de Ingeniero de Caminos en Madrid y numerosos proyectos empresariales.
Leonardo ingresa en 1871 en la Escuela Oficial del Cuerpo de Ingenieros de Caminos en Madrid, donde su padre es ya profesor. Pero suspende sus estudios para volver a Bilbao en 1873 y participar en su defensa durante el asedio en el transcurso de la Tercera Guerra Carlista, incorporándose al batallón de los Auxiliares, una milicia popular formada por voluntarios liberales.

De vuelta a Madrid, finaliza sus estudios en 1876, siendo el cuarto de su promoción. Comienza a ejercer su carrera en la misma empresa de ferrocarriles en la que trabajaba su padre, pero emprende enseguida un largo viaje por Europa para conocer de primera mano los avances científicos y técnicos. Le interesa sobre todo el tema de la electricidad. El sábado, 16 de abril de 1885, con 33 años de edad, contrae matrimonio con Luz Polanco y Navarro (1856 – 1954), vecina de Portolín, en el barrio de Santián de San Martín de Quevedo, también en el valle de Iguña. Fijan su residencia en la casa familiar de Luz, que entonces es conocida como la casona de los Polanco, pero que ha pasado a la historia como la casa de doña Jimena, hoy totalmente destruida salvo los cimientos por la ampliación de la carretera. De este matrimonio nacen 8 hijos: Leonardo, fallecido a los 2 años, Gonzalo (1887 – 1965), más tarde su colaborador, Luz (1889 – 1973), Valentina, Luisa (1893 – 1981), Julia (1895 – 1910), Leonardo (1897 – 1931) y Fernando (1898 – 1971).
Entre 1887 y 1889, presenta en Alemania, Suiza, Francia, Reino Unido, Canadá, Austria, España, Italia y los EE.UU., la patente del primer teleférico concebido para personas del mundo, pero fracasa en su intento de construirlo en el Monte Pilatus de Suiza. De regreso a España, se instala en Santander donde él mismo sufraga sus trabajos e inicia una actividad de estudio e investigación que no abandonará. Ese mismo año comienza a construir su primer transbordador, el de Portolín, situado entre su casa y el prado de los Venenales, con unos 200 metros de longitud y 40 de desnivel. La barquilla es una silla y el motor una pareja de bueyes. Cuenta la tradición que la primera persona en probarlo fue su propia mujer. Al año siguiente empieza un segundo ensayo: el transbordador del río León, de unos dos kilómetros de longitud y 200 metros de desnivel.

Funciona con un motor y está destinado al transporte de materiales.
Después del fallecimiento de su primer hijo (1889), se traslada a Madrid con la firme intención de llevar a la práctica los proyectos que en años anteriores ha ideado. Leonardo ya sólo viaja a su valle natal a pasar los veranos y en Navidad. En Madrid acude al Ateneo, a las tertulias literarias del café Suizo y de la Elipa, pero, por lo general, sin participar en debates y discusiones de tipo político. Reside durante muchos años en la calle Válgame Dios nº 3.
En la década de 1890 asombra al mundo con sus artículos y libros sobre las máquinas algébricas y con los pequeños modelos de demostración que presenta en París. Leonardo también es ingeniero hidráulico. En 1899 firma el “Proyecto de aprovechamiento de aguas para usos industriales utilizando las del río Saja en el término municipal de Los Tojos”.
El domingo, 19 de mayo de 1901, ingresa en la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid, ocupando el puesto que dejó vacante el ingeniero y político D. Alberto Boch y Fustegueras (1848 – 1900). Lo hace con un discurso sobre “Máquinas Algébricas”, que es contestado por el Académico D. Francisco de Paula Arrillaga y Garro (1846 – 1920). Embarcado desde 1901 en la solución del problema de la navegación aérea, su patente presentada en Francia en 1902 recibe un informe favorable de la Academia de Ciencias de París, al igual que su sistema llamado “Télékine”, para teledirigir a distancia las pruebas del dirigible sin poner en riesgo vidas humanas.
Gran parte de la obra inventiva de Torres Quevedo se desarrolla entre 1903 y 1913, y desde las distintas sedes que tienen el Centro de Ensayos de Aeronáutica y el Laboratorio de Mecánica Aplicada, ubicados ambos en el frontón Beti Jai, obra del arquitecto D. Joaquín Rucoba y Octavio de Toledo (1844 – 1919), como el Teatro Arriaga y el Ayuntamiento de Bilbao, situado en el entonces número 5 de la calle del Marqués de Riscal en el distrito de Chamberí que se encuentra prácticamente sin uso desde que acabaron los partidos de pelota en 1897.

En marzo de 1905, comienza a colaborar con Leonardo, un segundo Auxiliar Técnico, D. Alfredo Kindelan Duany (1879 – 1962), quien antes de empezar la construcción del dirigible en la cancha del Beti Jai, levanta las cerchas para sostener una gran cubierta de lona para protegerlo, tanto de las inclemencias del tiempo como de las miradas de vecinos y “espías industriales”. Trasladado el dirigible al Polígono de Aerostación de Guadalajara, Leonardo presenta desde el Beti Jai la segunda y definitiva patente de su sistema de dirigibles y traslada las Oficinas del Centro de Ensayos de Aeronáutica al piso principal del Paseo de Santa Engracia 20 (Distrito de Chamberí).
La “Sociedad de Estudios y Obras de Ingeniería” se constituye en Bilbao en 1906, siendo sus accionistas los principales empresarios bilbaínos de la época. Su propósito es “estudiar experimentalmente los proyectos o inventos que le sean presentados por Leonardo Torres Quevedo y llevarlos a la práctica”. Uno de sus primeros trabajos es el transbordador del Monte Ulía, instalado en 1907 en San Sebastián. Y, en 1908, completa la construcción del dianemólogo, aparato para transcribir discursos sin necesidad de taquigrafía, así como da comienzo a la primera máquina de calcular electromecánica, entre otras.
En 1913, une Náutica y Aeronáutica en su patente del Buque-Campamento, un barco porta-dirigibles cuyo diseño integra la Armada Española años después en nuestro primer porta-aeronaves (hidroaviones y dirigibles), el “Dédalo” (1922).

En enero de 1914, la Revista de la Real Academia de Ciencias publica la obra de Leonardo “Ensayos sobre Automática. Su definición. Extensión teórica de sus aplicaciones”. En ella, Torres Quevedo crea una nueva ciencia, la Automática, “que estudia los procedimientos que pueden aplicarse a la construcción de autómatas dotados de una vida de relación más o menos complicada”. Como consecuencia de los principios enunciados, Leonardo inventa el Telekino, el Autómata Ajedrecista y el Aritmómetro Electromecánico. Los autómatas, según Leonardo, tendrían sentidos (aparatos sensibles a las circunstancias externas), poseerían miembros (aparatos capaces de ejecutar operaciones), dispondrían de energía necesaria y, además, y sobre todo, tendrían capacidad de discernimiento (objeto principal de la Automática), es decir, de elección entre diferentes opciones.
El dirigible construido y patentado en el Beti Jai y ensayado en Guadalajara entre 1907 y 1908 triunfa en los años de la Primera Guerra Mundial con más de 100 unidades del sistema operando en las Armadas de Francia, Reino Unido, Rusia, EE.UU. y Japón. Ese mismo año de 1914 se constituye la Sociedad “Transbordador español del Niágara” para la construcción en Canadá, sobre el río Niágara, del primer teleférico para pasajeros de Norteamérica. Será un proyecto español, con técnica española, empresa constructora española, capital español (vasco), barquilla, cables, motores y accesorios construidos en España, etc. Todo ello en plena Guerra Mundial. Estará situado a unos 4 kilómetros aguas abajo de las cataratas, donde el río Niágara hace un remolino (whirlpool) y se pudo trazar un recorrido entre dos puntos, llamados Colt y Thomson, de la orilla canadiense. El transbordador del Niágara se inaugura el miércoles, 9 de agosto de 1916, “poco después de las tres de la tarde, la señora del caballero John Enoch Thompson (1846 – 1932), esposa del cónsul español en Toronto, inauguró el aerotransbordador rompiendo una botella de champán sobre la puerta de uno de sus puntos de llegada. El teleférico hizo su primer viaje público. Fue agradable verlo con las banderas de Gran Bretaña, Estados Unidos, Francia y España”. El actualmente llamado “Whirlpool Aerocar” puede transportar 35 pasajeros, incluido un operario, en cada viaje. Su recorrido es de 539 metros y cruza la frontera entre Estados Unidos y Canadá en 4 ocasiones. Sobrevuela el Niágara durante 8,5 minutos, a una altura media de 76,2 metros (83 m en cada extremo y 46 m en el centro). Durante la temporada alta, en verano, entre 1200 y 1500 turistas lo utilizan diariamente.

El domingo, 12 de marzo de 1916, el rey Alfonso XIII le impone el mayor galardón científico que otorga la Real Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de España, la “Medalla Echegaray”. Una distinción que premia la trayectoria científica de una persona. Hasta el día de hoy solo se han concedido 18 y a Leonardo le fue concedida la número 4.
En 1920, con ocasión de la celebración del centenario del aritmómetro del matemático e ingeniero Charles Xavier Thomas de Colmar (1785 – 1870), Leonardo presenta en París su aritmómetro electromecánico que ocupa 2 m2 y pesa 700 kg. Esta nueva creación que contiene las diferentes unidades que constituyen hoy una computadora, la unidad aritmética, unidad de control, pequeña memoria y una máquina de escribir como órgano de salida y para imprimir el resultado final, debería consagrar internacionalmente a Leonardo como el inventor del primer ordenador.
El domingo, 31 de octubre de 1920, ingresa en la Real Academia Española ocupando el sillón “N”, tomando el lugar del gran escritor Benito Pérez Galdós, fallecido en enero de ese mismo año, y pasa a ser miembro de la sección de Mecánica de la Academia de Ciencias de París.
En 1922, la Universidad parisina de la Sorbona le nombra “Doctor Honoris Causa”, en reconocimiento a su gran prestigio científico y sus inventos. Y, ese mismo año, a punto de cumplir los 70 años, presenta el segundo ajedrecista, en el que bajo su dirección, su hijo Gonzalo introdujo diferentes mejoras. Será su última gran obra. Durante los años siguientes, patentará creaciones menores: mejoras en las máquinas de escribir (1923), dispositivos para la paginación marginal de libros (1926), aparatos de proyección (1930), etc. Es tal su prestigio en Francia, que 5 años después (junio de 1927) la Academia de Ciencias de París le elige como uno de los doce miembros “Asociados Extranjeros” con 36 sufragios. Sus rivales obtienen escasos apoyos: Ernest Rutherford, 4 votos y Ramón y Cajal, 2 votos.
Leonardo, cuando le faltan 10 días para cumplir los 84 años, fallece en Chamberí, el 18 de diciembre de 1936, en la casa de su hijo Gonzalo, situada en la calle Jenner, paralela a Marqués de Riscal, mirando desde las alturas a “su” Beti Jai, donde construyó y ensayó sus telekinos, donde construyó su primer dirigible y donde nació su Automática.

Colofón
En el año 2007, 71 años después del fallecimiento de Leonardo, el “Institute of Electrical and Electronics Engineers” (IEEE) concede al telekino un “Milestone in Electrical Engineering and Computing”, por “los primeros desarrollos de control remoto”, destacando que “con el Telekino, estableció los principios operacionales del moderno control remoto sin cables”. En 2012, Google dedica su “doodle” el 28 de diciembre a Leonardo Torres Quevedo en la fecha de su cumpleaños. El pasaporte español renovado en 2015 incluye una imagen del transbordador del Ulia (Donostia-San Sebastián) en la primera página de visados. La ETS Ingenieros de Caminos de la Universidad Politécnica de Madrid alberga una colección de máquinas e instrumentos pertenecientes al ingeniero Leonardo Torres Quevedo en un Museo dedicado a su obra.





