✍Antonio Gómez Romera
Domingo, 24 de agosto de 2025
En el CXXVI aniversario del nacimiento del escritor Jorge Luis Borges
Un día como hoy, domingo, 24 de agosto, festividad de San Bartolomé, en la trigésimo cuarta semana de 2025, se cumplen 126 años (1899), del nacimiento en Buenos Aires (Argentina), del escritor Jorge Luis Borges, uno de los grandes escritores del siglo XX en lengua castellana y la literatura universal. Ciego a los 55 años, ha sido un personaje polémico, con posturas políticas que le impidieron ganar el Premio Nobel de Literatura al que fue candidato durante casi treinta años.

Breves Notas Biográficas
(De Infancia y Juventud)
Jorge Luís nace en la calle Tucumán 840, en una casa porteña de fines del siglo XIX, con patio y aljibe, dos elementos que se van a repetir como un eco en sus poesías. Su padre, Jorge Guillermo Borges (1874 – 1938), es un abogado argentino natural de la provincia de Entre Ríos que se dedica a impartir clases de psicología. Es un ávido lector y tiene aspiraciones literarias que concreta en una novela, “El caudillo”, y algunos poemas; además traduce a Omar Jayyam de la versión inglesa de Edward Fitzgerald. Su madre, Leonor Acevedo Suárez (1876 – 1975), es uruguaya. Aprende inglés de su marido y traduce varias obras de esa lengua al español. Dos años después (1901) nace su hermana, Leonor Fanny Borges, “Norah” (1901 – 1998). Según reconoce el mismo Borges, “en todos nuestros juegos era ella siempre el caudillo, yo el rezagado, el tímido, el sumiso. Ella subía a la azotea, trepaba a los árboles y a los cerros. Yo la seguía con menos entusiasmo que miedo”.
La infancia de Jorge Luís transcurre en la calle Serrano 2135 del barrio de Palermo, que por aquella época es un barrio marginal de inmigrantes y cuchilleros. A los cuatro años ya sabe leer y escribir y debido a que en su casa se habla tanto español como inglés, Jorge Luís crece como bilingüe. Bajo esta educación, en 1905 comienza a tomar sus primeras lecciones con una institutriz británica. Al año siguiente escribe su primer relato, siguiendo páginas de El Quijote. Según refiere, “Empecé a escribir a los seis o siete años. Trataba de imitar a los escritores clásicos españoles, por ejemplo Miguel de Cervantes. Mi primera historia fue una especie de absurdo a la manera de Cervantes, un antiguo romance titulado “La visera fatal”. Además, esboza en inglés un breve ensayo sobre mitología griega”.

A los nueve años traduce del inglés “El príncipe feliz”, de Oscar Wilde, texto que se publica en el periódico “El País”, y que rubrica con el nombre de “Jorge Borges (h)”. Ese mismo año ingresa en la escuela pública. Es una experiencia traumática: los compañeros se burlan de él por “sabelotodo”, por llevar anteojos, vestir como un “niño rico”, no interesarse por los deportes y hablar tartamudeando. Durante los cuatro años que permanece en ese colegio no aprende mucho más que algunas palabras en lunfardo y algunas estrategias para pasar desapercibido.
En 1914, su padre se ve obligado a dejar su profesión debido a la misma ceguera progresiva y hereditaria que décadas más tarde va a afectar también a Jorge Luís y decide viajar a Europa con su familia para realizar un tratamiento con un famoso oculista ginebrino. Tras una breve estancia en París y Londres y recorrer el norte de Italia para refugiarse de la Primera Guerra Mundial, la familia se instala en Ginebra (Suiza). Jorge Luís y Norah asisten a la escuela donde estudian y aprenden francés y latín. Cursa el bachillerato en el Liceo Jean Calvin que es de inspiración protestante. Lee, sobre todo, a los prosistas del Realismo francés y a los poetas expresionistas y simbolistas, especialmente a Rimbaud. A la vez, descubre a Schopenhauer, a Nietzsche, a Carlyle y a Chesterton. Con la sola ayuda de un diccionario aprende por sí mismo el alemán y escribe sus primeros versos en francés.
Con el final de la Primera Guerra Mundial y después del fallecimiento de la abuela materna, la familia Borges se traslada a Lugano, donde residen un año hasta que deciden pasar una temporada en España, donde se puede vivir con tranquilidad y dedicados al estudio, la lectura y la escritura.

Borges en España
Entre finales de 1918 y 1921, la familia va a tener su residencia en España. Llegan a Barcelona para, desde su puerto, partir hacia la isla de Mallorca por la belleza y la tranquilidad que la isla ofrece y porque se puede vivir con poco dinero. Deciden vivir en la ciudad de Palma, en el hotel Continental, sito en la calle San Miguel y hoy desaparecido. Poco después trasladan su residencia a Valldemosa, un pequeño pueblo situado en lo alto de las colinas, a unos veinte kilómetros de Palma, invitados por la familia Sureda a su viejo palacio. Allí, Jorge Luís va a conocer a Jacobo Sureda, con quien va a mantener una gran amistad. El tiempo que pasan en Mallorca lo aprovecha su padre para escribir la novela “El caudillo” que edita con su dinero en la isla y que luego regala a sus amigos porteños. Y, Jorge Luís, profundiza en el conocimiento del latín gracias a un cura experto en la obra de Virgilio, “el poeta de los poetas”. Años después, recuerda: “Mallorca es un lugar parecido a la felicidad, apto para en él ser dichoso, apto para escenario de dicha, y yo, como tantos isleños y forasteros, no he poseído casi nunca el caudal de felicidad que uno debe llevar adentro para sentirse espectador digno (y no avergonzado) de tanta claridad de belleza. Dos veces he vivido en Mallorca y mi recuerdo de ella es límpido y quieto: unas tenidas discutidoras con mis amigos, una caminata madrugadora que empezó en Valldemosa y se cansó en Palma, una niña rosa y dorada de la que estuve enamorado alguna vez y a la que no se lo dije nunca, unos días largos remansándome en el cálculo de las playas. Ahora dejo de escribir y sigo acordándome”.

En el otoño de 1919, la familia se desplaza hacia el sur de España. Después de visitar Córdoba, donde Norah conoce al gran pintor Julio Romero de Torres (1874 – 1930), y Granada, donde Jorge Luís compra un ejemplar del libro de poemas “Wine, water and song” -1915- de Gilbert Keith Chesterton (1874 – 1936), y lo data y firma a lápiz en el reverso, se establecen en Sevilla, en el desaparecido «Hotel Cecil», donde nueve años antes se ha alojado el ilustre pintor francés Henri Matisse, en la antigua Plaza de San Fernando y actual Plaza Nueva, aunque también algunas fuentes dicen que vivieron unos meses en la calle San Blas, a las espaldas de la iglesia de San Luis de los Franceses. El rosarino Manuel Forcada Cabanellas (1901 – 1944), dice sobre Jorge Luís: «por aquellos mismos tiempos (año 1919) apareció por feliz azar en el incomparable vergel sevillano un inquieto viajero argentino sediento de abarcar el mundo con su mirada escrutadora. Era un joven que aún no representaba veinte años y que, después de una larga gira por distintos países europeos, llegaba de Alemania, Suiza y Mallorca con el espíritu pletórico de luminosas imágenes y precoces afanes renovadores, sólidamente pertrechado de una vasta cultura, impropia para su mocedad».
El joven Jorge Luís, apodado en Sevilla, “Georgie”, vive aquí lo que, según él mismo, es una de las etapas más bonitas de su vida, «yo me sentía sevillano». Las amistades que hace, las tertulias compartidas, las fiestas vividas, marcarán su madurez como persona y como escritor. En sus “Cartas del Fervor”, de enero de 1920, dice sobre Sevilla: «he hecho aquí algunos amigos, unos tipos muy amables, poetas ultraístas… y con ellos mucho he noctambulado,…he vaciado copas, inspeccionado bailes de prostitutas, comido churros, jugado e incluso ganado en la ruleta, y anteayer por la noche he visto el amanecer que se abría en una tormenta de luz sobre el Guadalquivir y transformaba los vidrios del pequeño café donde estábamos en raras y espléndidas vidrieras de púrpura y azul pálido».

En Sevilla publica (31 diciembre 1919) en las páginas de la revista «Grecia» su primer poema «Himno del mar» y se relaciona con miembros del Ultraísmo, movimiento que él luego exporta a Latinoamérica a su regreso a Buenos Aires y que va a ser determinante en la vanguardia del continente. Se puede citar en ello a Rafael Cansinos Assens (1882 – 1964): un prolífico escritor que ya para la década de 1920 ha escrito más de 50 títulos e innumerables traducciones y prólogos: “Era un hombre alto. Lo más notable de Cansinos es que vivía exclusivamente para la literatura, sin ninguna preocupación por el dinero o la fama. Una vez fui a visitarlo y me llevó a su biblioteca; yo debería decir más bien que toda su casa era una gran biblioteca. Allí había libros en todos los idiomas del mundo. Como carecía de dinero para proveerse de estanterías, los libros estaban apilados hasta el techo, lo cual obligaba a buscar el camino entre aquellas verticales columnas. Yo sentía la sensación, cuando estaba con Cansinos, que encerraba todo el pasado de Europa, algo así como el símbolo de toda la cultura Occidental y Oriental. Cansinos fue también el traductor más fabuloso que yo conocí. Yo le debo muchas cosas a Cansinos. Entre ellas supo transmitirme su amor a la literatura, el placer de la conversación literaria. Además estimulaba mis lecturas. Me consideraba especialmente por el conocimiento que yo tenía de los clásicos y de la literatura inglesa y escandinava. Todavía me complazco de pensar en mí como su discípulo”. A el citará en numerosas ocasiones y recordará durante el resto de su vida como su maestro. A través de Cansinos se introduce en el conocimiento de la cultura hebrea, tan importante y recurrente en su obra. Otro de los miembros del Ultraísmo es Adriano del Valle Rossi (1895 – 1957), redactor jefe de «Grecia», el cual se enamora perdidamente de su hermana Norah.

Por su parte, Cansinos escribe sobre Borges exponiendo que “Atraídos por el fragor del Ultra, llegan a nuestra tertulia del Colonial varios escritores argentinos, muchachos jóvenes que simpatizan con las nuevas tendencias estéticas. Uno de ellos es Jorge Luis Borges, un joven delgado, alto y con lentes de profesor. Viene de recorrer Europa en compañía de su hermana Norah, que hace unos dibujos muy modernos. Ha estado en Alemania, es políglota y tiene un enorme fondo de cultura. Aún no publicó ningún libro, pero ya en su país se hizo notar por su colaboración en revistas literarias. Se adhiere, desde luego al Ultra y se compromete a ser su introductor en Argentina. Jorge Luis y su hermana celebran reuniones literarias en su casa, a las que acude Guillermo de Torre que, según me dicen, le hace el amor a Norah, a la que califica de fémina dinámica y porvenirista”.
El próximo destino de la familia Borges es Madrid. Una vez aquí, Jorge Luís es invitado a participar en la tertulia del “Café de Pombo”, que, en el sótano del local, mantiene Ramón Gómez de la Serna (1888 – 1963): “Era un gran escritor, dueño de una prosa admirable, un gran artista con sentido poético de la vida. Yo no dudo que quedará en la historia de las letras. Junto con Alfonso Reyes ha sido, para mí, uno de los mejores prosistas de la lengua castellana de todos los tiempos. Creo que pocos han manejado el idioma como él”, pero, no le gusta y no vuelve más: “No me agradó porque Gómez de la Serna hablaba él solo y lo hacía mal de todo el mundo”.
Sin embargo, el corazón del Ultraísmo se asienta en “El Colonial”, un café bullanguero situado en el número 3 de la calle Alcalá, junto a la puerta del Sol. Así lo describe Jorge Luís: “El café Colonial fue para los ultraístas españoles el equivalente del Cabaret Voltaire dadaísta. Seguramente, no tenía el glamour del que disponía el café suizo, pero en cambio se trataba de un lugar pleno de actividad pues estaba abierto prácticamente las veinticuatro horas del día”.

Jorge Luís recuerda años más tarde que “En España escribí dos libros. Uno curiosamente se llamaba (no entiendo por qué) Los naipes del Tahúr. Eran ensayos literarios y políticos y estaban escritos bajo la influencia de Pío Baroja. Esos ensayos querían ser amargos e implacables, pero lo cierto es que eran bien mansos. Yo usaba palabras como “estúpidos”, “embusteros”. Felizmente no conseguí quien lo editara y sensatamente destruí el manuscrito cuando llegué a Buenos Aires. El otro libro se titulaba Los salmos rojos o Los ritmos rojos. Era una colección de unos veinte poemas, escritos en verso libre, en alabanza a la [idealizada] Revolución rusa de la fraternidad y del pacifismo. Tres o cuatro de ellos aparecieron en revistas. Este libro lo destruí en España en vísperas de mi partida”.
El 28 de enero de 1921 se celebra un gran acto ultraísta en Madrid, en el amplio salón de “La Parisina”, donde los apasionados poetas, incluido Jorge Luís, según sus propias palabras, logran “indignar a los cretinos que nos hacen el honor de no comprendernos” y darle una sacudida a la estática poesía española del momento. En esa velada, por medio de su amigo, Jacobo Sureda Montaner, hijo del mecenas mallorquín Juan Sureda Bimet, a quienes había conocido en Mallorca, establece contacto con ese conjunto de poetas futuristas.

Colofón
Tras siete años y tres meses en Europa, la familia Borges Acevedo, regresa a Argentina. Jorge Luís ya tiene 21 años cumplidos. El mismo afirmará que “Volvimos a Buenos Aires a bordo del Reina Victoria Eugenia a fines de marzo de 1921. Me sorprendió, tras vivir en tantas ciudades europeas, advertir que mi ciudad natal había crecido y era ya una gran ciudad, casi interminable. Aquello fue algo más que un retorno, fue un redescubrimiento. La ciudad inspiró los poemas de mi primer libro que fue publicado, Fervor de Buenos Aires”.

Nota Final
En la novela “El nombre de la rosa” (1980, “Il nome della rosa”), Umberto Eco (1932 – 2016), homenajea a Jorge Luís Borges con el personaje de Jorge de Burgos, bibliotecario anciano y ciego: “El que acababa de hablar era un monje encorvado por el peso de los años, blanco como la nieve; no me refiero solo al pelo sino también al rostro, y las pupilas. Comprendí que era ciego. Aunque el cuerpo se encogía ya por el peso de la edad, la voz seguía siendo majestuosa, y los brazos y manos poderosos. Clavaba los ojos en nosotros como si nos estuviese viendo, y siempre, también en los días que siguieron, lo vi moverse y hablar como si aún poseyese el don de la vista. Pero el tono de la voz, en cambio, era el de alguien que solo estuviese dotado del don de la profecía”.





