LAS CASILLAS, (POLOPOS)

✍Texto y fotos: Valeriano Morales González

LAS CASILLAS, (POLOPOS)

Valeriano Morales González.

Ayer tarde llegué a Polopos. !Como el helicóptero que aterriza en el patio del piloto!

Llegué a La Haza del Lino, después de dos horas y medias de viaje en el autobús de línea Granada Berja. En La Haza del Lino para unos 15 minutos. Se baja el conductor. Cuando el restaurante está abierto los pasajeros y el conductor toman algo en el bar.

Al llegar a La Haza del Lino, nadie nos recibió. El autobús se detiene como en un páramo desolado, con algún alcornoque saludando. Yo Pedro Páramo busco a mis antepasados, todos espectros…
Me ha hecho gracia y ha reconciliado a los seres humanos con los animales: un pasajero y el chófer se han bajado del autobús con sendas bolsas con comida para unos gatos 🐱 que vagabundean por el entorno del restaurante, como hay tres días que está cerrado, les traen comida a estos pobres gatos. Como traían poca comida de gatos, han abierto una lata de comida para perros y se la han dejado, no les ha importado y han seguido comiendo.

Un coche pequeño me bajó a Polopos. Me dejó en la entrada del pueblo y, arrastrando mi maleta de mala calidad, que va haciendo un ruido infernal calle abajo. En la plaza me paro a tomar aliento y sigo hasta la «Casa 3». Son las cinco de la tarde, no hay nadie por la calle: el calor y la bendita siesta. Me esperan Thissa y Nando. He alquilado una habitación en su casa: callejón típico, bonito patio con flores y un gusto especial por la belleza natural. Saludos afectuosos, también para su perro 🐕. Es un ser especial, que noto que me acepta en casa.

Escaleras al primer piso donde está mi habitación. Una terraza con un salón -para crear y relajarse bordean al patio sobre la planta baja, muchas macetas con flores embellecen el entorno. Me ofrecen un café y charlamos de cosas de Polopos, de la viña que han comprado. De las noches que pasan mirando las estrellas 🌟 y «guardando la viña», que está en un lugar muy cerca del cielo -un poquito antes de llegar a La Haza del Lino- belleza sublime, con un fondo azul oscuro hacia la mar- con su perro que se convierte también en guardián.

Tienen alojadas golondrinas en los aleros de su casa y las cagadas las dejan en la escalera… Las golondrinas son seres alados y sagrados que se han respetado siempre…

Me enseñan mi habitación: es amplia, hermosa, con baño…todo está arreglado con gusto respetando la antigua esencia y un aporte personal agradable.

Venir a Polopos es venir a mis raíces; a conectar con mis antepasados; a vivir con ellos diferentes experiencias, a caminar por antiguos caminos y veredas olvidadas. Caminos que llevan a los huertos, a las tareas del campo. Como con ellos las migas y el cocido… Cuando yo me vaya ellos se quedarán en sus cosas y yo en las mías. Siempre volveré porque yo formó parte de todo esto: como la cepa en la viña, el algarrobo y el almendro florido…

Después de alojarme en Casa 3 en Polopos. He salido a dar un paseo y hablar y saludar a los poloperos. En el «Poyo la Plaza» mirando al mar espectros del pasado y del presente se acercan quieren hablar conmigo. Después subí al bar de la entrada. He pedido un vaso de «vino del terreno» para bautizarme por dentro. Alma y cuerpo en comunión. Pasado y presente en un vaso de vino.

«Arrullos de palomas 🕊, golondrinas mandando mensajes al otro lado del espejo, un gorrión despistado golpea con su picó un trozo de pan….todos al despuntar el día, vienen a mis oídos a despertarme. El despertar de la Naturaleza desde mi cama, con la ventana abierta: las plantas van cambiando de color. El sol aún no ha llegado pero, va mandando mensajeros con luz para que todo se despierte y florezca…

Esta mañana he hecho mi caminada al cortijo de Las Casillas «donde nací «.

Peregrino perpetuo a este lugar. Camino, que camina conmigo, siempre mirando hacia atrás, como la mujer de Lot. Voy y vengo… Veo a mi padre joven andando por este camino. Viene de madrugada de ver a su novia en Polopos, la que «pasado el tiempo será mi madre». En la loma del Castillejo, que da vistas a Las Casillas, saca el mechero de yesca y enciende un cigarrillo; se lo fuma mirando al cortijo y pensando en su vida: ha estado tres años en la guerra, otros tres en la mili sirviendo a Franco. Tiene 27 años y no tiene un real para poderse casar. Tendrá que seguir esperando mejores tiempos…

Llego a lo que queda del cortijo. Años ha, próspero y muy poblado, con el agua 💧 corriendo por su calle principal hacia los huertos, que había por debajo de la era. Ahora, ruinas y tristeza…

Voy por la calle, llena de matorral y arbustos que no dejan pasar-. En un rincón de la era, que hay sombra, me siento sobre una piedra y, me como mi bocadillo de jamón.

Después de disfrutar de la comida y de la refrescante brisa que sube por el barranco…

Busco el camino que empezaba en la era hasta el barranco. Voy bajando entre matorral y peñascos. Antiguamente, lindos huertos embellecían y daban de comer a los agricultores buenas frutas y verdes hortalizas.

Me he sentado sobre un peñón saliente, para ver mejor este entorno y disfrutar de los recuerdos y, estar más cerca del abismo, -que es la vida-. Por estos campos, por este entorno vagaron y transitaron mis antepasados » los Cristos de las Casillas «. El matorral y las rocas, -que parece que cambiaron de posición para no dejar pasar por el camino-.

Todo ha vuelto a la época anterior al Neolítico. Sólo las chicharras parece que fueran las mismas pues, su canto sigue sonando igual que siempre.

Todo es efímero y cambiante, como los sueños.

La tierra queda, para que otros, que vendrán, la labren, la siembren…, y que el ciclo continúe…

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