¿Un papa motrileño?

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FRANCISCO GUARDIA MARTÍN
En los últimos días, a causa de la renuncia al papado de Benedicto XVI y las perspectivas de elección de un nuevo Sumo Pontífice se han sucedido las especulaciones sobre la posible nacionalidad del electo y se ha hecho recapitulación de los papas españoles (tomando el término en su sentido geográfico y dejando de lado otras polémicas), que a lo largo de la historia han sido. Pero lo que no me consta es que alguien se haya peguntado si existió alguna vez un papa motrileño. Para cualquier conocedor de la Historia de la Iglesia parece un disparate; sin embargo hubo en un tiempo quien no pensó así.

Ocurre a veces cuando se encuentra uno enfrascado en la lectura de viejos libros y papelotes que testimonian con su color amarillento y quebradiza textura el paso del tiempo, encontrarse con un dato que por lo inesperado, insólito o pintoresco hace dar un respingo al lector, altera la placidez de la lectura y pone en marcha todas las alarmas mentales.

Eso ha sucedido al que garrapatea estas líneas con un texto no amarillento pero sí venerable por su relativa antigüedad, ya que se trata de una crónica redactada en los inicios del siglo XIX, que por los motivos que fuera no llegó a imprimirse en su momento y recientemente ha merecido una hermosa edición en los tórculos de la Imprenta Mícar de Martos, gracias al buen hacer de la Fundación Cultura y Misión. Me refiero a la HISTORIA DE LA PROVINCIA DE GRANADA DE LOS FRAILES MENORES DE N. P. S. FRANCISCO, obra de Salvador Laín y Roxas, un franciscano nacido en Bujalance y que habiendo profesado muy joven y desempeñado varios cargos en su orden fue nombrado en mayo de 1799 cronista regional, oficio que desempeñó hasta octubre de 1803 en que con motivo de no sé qué querellas frailunas fue desposeído del cargo, que años más tarde le sería restituido.

Fray Salvador, como él mismo nos cuenta, se dedicó a visitar los archivos de los conventos y anotar cuantos datos consideró de interés con vistas a la redacción de una Historia de la provincia franciscana de Granada y otras obras que tenía in mente. En 1819 estaba su Historia lista pues solicitaba su aprobación al general de la orden. No llegaría a verla publicada por las vicisitudes de aquellos convulsos tiempos, falleciendo en 1824.

No era el padre Laín un cronista religioso a la antigua usanza, obsesionado por presentarnos vidas ejemplares y sucesos que rondan lo milagroso. Su genio era más bien el de un historiador riguroso, un ilustrado que busca la verdad. Precisamente su amor a la verdad y su excelente preparación debió acarrearle enemistades y envidias por parte de sus propios hermanos de orden en una época en que el nivel medio de los frailes en cuanto a conocimientos no era elevado. Ello explicaría su cese como cronista. En el país de la mediocridad se mira la excelencia como un peligroso fruto.

Y tras esta breve presentación del autor pasemos a ocuparnos de un párrafo donde se encuentra la noticia a que se aludía en un principio.

Cuando se refiere a la VI centuria (años 1714-1810) escribe: «Por la muerte del Papa Inocencio XIII le sucedió en el Pontificado el Santísimo Padre Benedicto XIII, natural de la ciudad de Motril, en Andalucía, reino de Granada, afectísimo a nuestra sagrada religión y por todos títulos beneméritos de nuestra Provincia».

Ya estamos los motrileños más que orgullosos con nuestro cardenal don Luis Belluga y Moncada, ese singular prelado que como no deja de recordarnos Francisco Posadas Chinchilla fue «casi rey, casi santo y… casi papa»; pero un papa (sin el «casi») de nuestra tierra era algo que, salvo quizá en un hipotético escrito de ficción, no creo que en ningún otro lugar aparezca.

Aunque cuando oímos el nombre de Benedicto XIII lo primero que viene a nuestra memoria es la persona de aquel antipapa aragonés conocido como «el Papa Luna» que se retiró a Peñíscola persistiendo «en sus trece», don Salvador se refiere al que reinó legítimamente entre 1724 y 1730, nacido como Prieto Francesco Orsini.

Benedicto XIII

Sin embargo la Historia nos dice que Benedicto XIII nació en Gravina in Puglia el 2 de febrero de 1649, siendo el primogénito del duque Fernando III Orsini y Giovanna Frangipane della Tolfa del Tufo, igualmente perteneciente a la nobleza. No nos detendremos en su biografía que el lector puede encontrar en otros lugares, baste recordar que nuestro cardenal Belluga fue un eficaz colaborador de este papa.

Lo que sí nos preguntamos es: ¿por qué el padre Salvador, que es un historiador serio, hace semejante afirmación? Él lo responde en parte, sin que su respuesta llegue a satisfacer nuestra curiosidad, cuando añade a las palabras anteriores: «Considero que nadie creerá que este Romano Pontífice fue natural de Motril, pero yo lo sé ciertamente, no siéndome lícito publicar los fundamentos de esta verdad. No quiero privar a mi provincia de esta noticia singular que no ignoran los madrileños (sic, por un posible error de transcripción, pues en el original debe decir ‘motrileños’) que no dejarán de agradecer que la publique de este modo».

No puede evitar el lector ante el exceso de prudencia del padre Laín, renuente a dar más detalles con la excusa de no serle lícito publicar sus fundamentos, pensar en que el exponerlos supondría algún desdoro para la memoria del pontífice a que se refiere y que quizá tuviera relación con un origen espurio en una época en que tanta importancia se daba a estas cuestiones. Siempre hubo en la antigüedad familias italianas ligadas a Motril por el comercio, la milicia u otros motivos. ¿Encontró el cronista franciscano algún documento en el convento motrileño de su orden donde se aludiera al nacimiento en nuestra ciudad de Benedicto XIII en circunstancias que desaconsejaban darlo a la publicidad? Además, parece que el rumor, bulo o lo que fuere, era de dominio público. ¿Se tratará acaso de una olvidada leyenda urbana al estilo de la que hace a Walt Disney natural de Mojácar?

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